HECHOS 4. EL TESTIMONIO APOSTÓLICO EN JERUSALÉN 2

Hechos 2:14-28

Pero los apóstoles se pusieron de pie, y con fuerte voz Pedro dijo:

«Israelitas y habitantes de Jerusalén, escuchen bien lo que les voy a decir.15 Se equivocan si creen que estamos borrachos. ¡Apenas son las nueve de la mañana!16 Lo que pasa es que hoy Dios ha cumplido lo que nos prometió por medio del profeta Joel, cuando dijo:

17 «En los últimos tiempos,

les daré de mi Espíritu

a hombres y mujeres.

Y muchachos y muchachas

hablarán en el nombre de Dios.

Los niños tendrán visiones

y los ancianos tendrán sueños.

18 También en esos tiempos

les daré de mi Espíritu

a quienes estén a mi servicio,

hombres y mujeres,

para que hablen en mi nombre.

19 En el cielo y en la tierra

haré grandes maravillas.

Y habrá sangre, fuego y humo.

20 El sol dejará de alumbrar,

y la luna se pondrá

roja como la sangre.

Esto pasará antes de que llegue

el maravilloso día

en que mi Hijo juzgue al mundo.

21 Pero yo salvaré

a todos los que me obedezcan

y a todos los que me pidan ayuda».

22 «Escúchenme bien, porque voy a hablarles de Jesús, el que vivía en Nazaret. Todos nosotros sabemos que Dios envió a Jesús. También sabemos que Dios le dio grandes poderes porque lo vimos hacer grandes maravillas y señales.

23 «Desde el principio, Dios ya había decidido que Jesús sufriera y fuera entregado a sus enemigos. Ustedes lo ataron y lo entregaron a los romanos para que lo mataran.24 ¡Pero Dios hizo que Jesús volviera a vivir! ¡Y es que la muerte no tenía ningún poder sobre él!25 Hace mucho tiempo el rey David dijo lo siguiente, refiriéndose a Jesús:

«Veo siempre a Dios delante de mí;

con él a mi derecha

no tengo nada qué temer.

26 Por eso estoy contento

y canto de alegría.

Por eso estoy tranquilo:

porque siempre confío en Dios.

27 Dios no me dejará en la tumba;

Dios no dejará que me muera,

pues soy su fiel servidor.

28 Él me ha enseñado a vivir.

Con él a mi lado

soy verdaderamente feliz».

Este pasaje describe la primera parte del primer sermón del apóstol Pedro. Es, por decirlo de alguna manera, el primer «acto oficial y público» de la naciente comunidad cristiana y no podemos dejar de relacionarlo con la venida y la presencia del Espíritu Santo.

Esta primera parte del discurso se centra en dos ideas principales. La primera, es la explicación del fenómeno de las lenguas extrañas que hablaban los seguidores de Jesús. Pedro indica que es simplemente una plasmación en la realidad de lo prometido por el profeta Joel. La segunda, es acerca de Jesús, su identidad, vida pública, muerte y resurrección.

Para mí, leer este pasaje me ha hecho pensar acerca de los signos que deben acompañar la presencia del Espíritu -que no es otra cosa que Jesús viviendo dentro nuestro- , un hablar inspirado por Dios, sueños, visiones, revelaciones, el don del Espíritu y, naturalmente, un deseo de vivir como agente de restauración.

Me preocupa que, muy a menudo, hagamos un énfasis, correcto por otra parte, en la ortodoxia -el correcto pensar- y tengamos tanto desprecio por la ortopraxis -el correcto vivir-

De verdad que me gustaría que la presencia del Espíritu en mi vida se viera acompañado de esos -los mencionados en Hechos- u otros signos que hicieran real y evidente su presencia en mí.

Un principio

La presencia del Espíritu debe ser evidente.

Una pregunta

¿Qué evidencias hay en tu vida de la presencia del Espíritu?


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