HECHOS 57. EL MINISTERIO DE PABLO. EL TERCER VIAJE MISIONERO 7

HECHOS 20:17-38

13 Pablo viajó por tierra hasta Asón, donde había arreglado que nos encontráramos con él, y nosotros viajamos por barco. 14 Allí él se unió a nosotros, y juntos navegamos a Mitilene. 15 Al otro día, navegamos frente a la isla de Quío. Al día siguiente, cruzamos hasta la isla de Samos y,[e] un día después, llegamos a Mileto.

16 Pablo había decidido navegar sin detenerse en Éfeso porque no quería pasar más tiempo en la provincia de Asia. Se apresuraba a llegar a Jerusalén, de ser posible, para el Festival de Pentecostés. 17Cuando llegamos a Mileto, Pablo envió un mensaje a los ancianos de la iglesia de Éfeso para pedirles que vinieran a su encuentro.

18 Cuando llegaron, Pablo declaró: «Ustedes saben que desde el día que pisé la provincia de Asia hasta ahora, 19 he hecho el trabajo del Señor con humildad y con muchas lágrimas. He soportado las pruebas que me vinieron como consecuencia de las conspiraciones de los judíos. 20 Nunca me eché para atrás a la hora de decirles lo que necesitaban oír, ya fuera en público o en sus casas. 21 He tenido un solo mensaje para los judíos y los griegos por igual: la necesidad de arrepentirse del pecado, de volver a Dios y de tener fe en nuestro Señor Jesucristo.

22 »Ahora estoy obligado por el Espíritu[f] a ir a Jerusalén. No sé lo que me espera allí, 23 sólo que el Espíritu Santo me dice que en ciudad tras ciudad, me esperan cárcel y sufrimiento; 24 pero mi vida no vale nada para mí a menos que la use para terminar la tarea que me asignó el Señor Jesús, la tarea de contarles a otros la Buena Noticia acerca de la maravillosa gracia de Dios.

25 »Y ahora sé que ninguno de ustedes, a quienes les he predicado del reino, volverá a verme. 26Declaro hoy que he sido fiel. Si alguien sufre la muerte eterna, no será mi culpa,[g] 27 porque no me eché para atrás a la hora de declarar todo lo que Dios quiere que ustedes sepan.

28 »Entonces cuídense a sí mismos y cuiden al pueblo de Dios. Alimenten y pastoreen al rebaño de Dios —su iglesia, comprada con su propia sangre[h]— sobre quien el Espíritu Santo los ha designado ancianos.[i] 29 Sé que, después de mi salida, vendrán en medio de ustedes falsos maestros como lobos rapaces y no perdonarán al rebaño. 30 Incluso algunos hombres de su propio grupo se levantarán y distorsionarán la verdad para poder juntar seguidores. 31 ¡Cuidado! Recuerden los tres años que pasé con ustedes —de día y de noche mi constante atención y cuidado— así como mis muchas lágrimas por cada uno de ustedes.

32 »Y ahora los encomiendo a Dios y al mensaje de su gracia, que tiene poder para edificarlos y darles una herencia junto con todos los que él ha consagrado para sí mismo.

33 »Yo nunca he codiciado la plata ni el oro ni la ropa de nadie. 34 Ustedes saben que mis dos manos han trabajado para satisfacer mis propias necesidades e incluso las necesidades de los que estuvieron conmigo. 35 Y he sido un ejemplo constante de cómo pueden ayudar con trabajo y esfuerzo a los que están en necesidad. Deben recordar las palabras del Señor Jesús: “Hay más bendición en dar que en recibir”».

36 Cuando Pablo terminó de hablar, se arrodilló y oró con ellos. 37 Todos lloraban mientras lo abrazaban y le daban besos de despedida. 38 Estaban tristes principalmente porque les había dicho que nunca más volverían a verlo. Luego lo acompañaron hasta el barco.

Este es un pasaje muy emotivo. Pablo se está despidiendo de gente con la que ha estado trabajando durante más de dos años. Personas a las que amaba y que le amaban. Tiene una clara conciencia de que nunca más volverá a verlos y tiene la normal preocupación del pastor por su rebaño y qué sucederá tras su partida.

Pablo se reúne con los ancianos de la comunidad y, de forma muy interesante, somete su vida y su trabajo a la evaluación de los mismos. Les habla de áreas en las que ellos mismos pueden hacer una evaluación del modo en que ha vivido y se ha comportado: su conducta, su humildad, su servicio a la comunidad, su anuncio del mensaje, su entrega para que pudieran crecer, su entrega desinteresada, sin esperar nada a cambio. En definitiva, Pablo puede afirmar el tener la conciencia limpia ante ellos.

Esto ha desafiado mucho mi vida ¿Puedo afirmar lo mismo? ¿Puedo ponerme ante la gente que sirvo y pedirles que evalúen mi vida y conducta? ¿Saldría bien parado de semejante evaluación? ¿Puedo, en definitiva, afirmar que tengo una conciencia limpia?

Un principio

Vivir vidas que puedan ser evaluadas por los demás y salir bien paradas

Una pregunta

¿Cómo saldría tu vida si se sometiera a semejante evaluación?


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