HECHOS 61. EL MINISTERIO DE PABLO. EL TERCER VIAJE MISIONERO 11

HECHOS 22:1-23


1 «Hermanos y estimados padres —dijo Pablo—, escuchen mientras presento mi defensa». 2 Cuando lo oyeron hablar en el idioma[a] de ellos, el silencio fue aún mayor.

3 Entonces Pablo dijo: «Soy judío, nacido en Tarso, una ciudad de Cilicia, y fui criado y educado aquí en Jerusalén bajo el maestro Gamaliel. Como estudiante de él, fui cuidadosamente entrenado en nuestras leyes y costumbres judías. Llegué a tener un gran celo por honrar a Dios en todo lo que hacía, tal como todos ustedes hoy. 4 Perseguí a los seguidores de El Camino, acosando a algunos hasta la muerte, y arresté tanto a hombres como a mujeres para arrojarlos en la cárcel. 5 El sumo sacerdote y todo el consejo de ancianos pueden dar fe de que esto es cierto. Pues recibí cartas de ellos, dirigidas a nuestros hermanos judíos en Damasco, las cuales me autorizaban a encadenar a los cristianos de esa ciudad y traerlos a Jerusalén para que fueran castigados.

6 »Cuando iba de camino, ya cerca de Damasco, como al mediodía, de repente una intensa luz del cielo brilló alrededor de mí. 7 Caí al suelo y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”.

8 »“¿Quién eres, señor?”, pregunté.

»Y la voz contestó: “Yo soy Jesús de Nazaret,[b] a quien tú persigues”. 9 La gente que iba conmigo vio la luz pero no entendió la voz que me hablaba.

10 Yo pregunté: “¿Qué debo hacer, Señor?”. Y el Señor me dijo: Levántate y entra en Damasco, allí se te dirá todo lo que debes hacer”.

11 »Quedé ciego por la intensa luz y mis compañeros tuvieron que llevarme de la mano hasta Damasco. 12 Allí vivía un hombre llamado Ananías. Era un hombre recto, muy devoto de la ley y muy respetado por todos los judíos de Damasco. 13 Él llegó y se puso a mi lado y me dijo: “Hermano Saulo, recobra la vista”. Y, en ese mismo instante, ¡pude verlo!

14 »Después me dijo: “El Dios de nuestros antepasados te ha escogido para que conozcas su voluntad y para que veas al Justo y lo oigas hablar. 15 Pues tú serás su testigo; les contarás a todos lo que has visto y oído. 16 ¿Qué esperas? Levántate y bautízate. Queda limpio de tus pecados al invocar el nombre del Señor”.

17 »Después de regresar a Jerusalén y, mientras oraba en el templo, caí en un estado de éxtasis. 18Tuve una visión de Jesús,[c] quien me decía: “¡Date prisa! Sal de Jerusalén, porque la gente de aquí no aceptará tu testimonio acerca de mí”.

19 »“Pero Señor —argumenté—, seguramente ellos saben que, en cada sinagoga, yo encarcelé y golpeé a los que creían en ti. 20 Y estuve totalmente de acuerdo cuando mataron a tu testigo Esteban. Estuve allí cuidando los abrigos que se quitaron cuando lo apedrearon”.

21 »Pero el Señor me dijo: “¡Ve, porque yo te enviaré lejos, a los gentiles[d]!”».

22 La multitud escuchó hasta que Pablo dijo esta palabra. Entonces todos comenzaron a gritar: «¡Llévense a ese tipo! ¡No es digno de vivir!». 23 Gritaron, arrojaron sus abrigos y lanzaron puñados de polvo al aire.

Pablo se defiende delante de sus acusadores, la multitud de judíos de los que había sido rescatado por el oficial del ejército romano. Para hacerlo cuenta su vida pasada como dirigente del judaísmo y perseguidor de los seguidores de Jesús, el encuentro con el Maestro en el camino de Damasco y, finalmente, la comisión que recibió de su parte y cómo esto cambió de forma, radical, drástica, absoluto su vida.

Al leer algo tan conocido, es decir, un pasaje tan sabido de las Escrituras, me han llamado la atención dos puntos muy sencillos, mejor dicho, dos preguntas que, todo parece indicar, fue lo único que Pablo pudo articular cuando se encontró con Jesús: ¿Quién eres? y ¿Qué quieres que haga?.

No son retóricas estas preguntas porque la respuesta que demos determina la forma en que vivamos. Jesús es el Señor, es decir, aquel que quiere tener autoridad y señorío sobre todas y cada una de nuestras vidas, desde la sexualidad hasta la fiscalidad. A la vez, lo que quiere que hagamos es convertirnos en agentes de bendición, de restauración y reconciliación en un mundo roto a causa del pecado.

Un principio

El encuentro con Jesús siempre plantea dos preguntas ¿Quién es y qué quiere que hagamos?

Una pregunta

¿A quién sigues? ¿Cómo quiere Jesús que seas agente de restauración en tu entorno?


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