El capítulo siete del libro de los Hechos desarrolla el juicio, bastante peculiar por cierto, a que fue sometido Esteban, uno de los diáconos escogidos por los apóstoles, debido a su ministerio de compartir el evangelio. Esteban es considerado como el primer mártir, a excepción de Jesús, de la causa cristiana.
Durante su audiencia ante las autoridades hace un repaso de la historia de Israel desde el llamamiento de Abraham hasta ese momento. Dos constantes aparecen en la misma, por un lado, el acercamiento y la revelación del Señor a su pueblo, y por otro la constante testarudez y resistencia al Espíritu de Dios por parte de los israelitas.
Es sencillo leer el capítulo y pensar en la maldad y corazón endurecido de los judíos e ignorar al mismo tiempo la propia dureza de corazón. Leer este capítulo y pensar en este concepto me ha hecho meditar sobre dos cosas, la primera mi propia testarudez y tratar de discernir en que áreas me resisto al Señor. La segunda, el peligro que supone una resistencia continuada al Espíritu del Señor, que puede acabar convirtiendo mi corazón en una corazón de piedra, incapaz ya de responder a sus impulsos y requerimientos
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