Historias de viaje

Irkutsk (Rusia): el hombre amado

Un chamán siberiano pidió a Dios que le mostrase un hombre amado por Él. El Señor le aconsejó que buscara a cierto labrador.

-¿Qué haces para que el Señor te ame tanto? –preguntó el chamán al labrador cuando lo hubo encontrado.

-Digo Su nombre por la mañana. Trabajo todo el día entero, y digo Su nombre antes de dormir. Nada más que eso.

“Creo que me he equivocado de hombre,” pensó el chamán. Y en ese momento apareció el Señor, diciendo:

-Llena un cuenco de leche, ve a la ciudad y vuelve, sin derramar una sola gota.

El chamán obedeció. A la vuelta, el Señor quiso saber cuántas veces había pensado en Él.

-¿Cómo podía hacer eso? ¡Estaba preocupado por no derramar la leche!

-Un simple cuenco ha hecho que me olvides –dijo el Señor-. Y el labrador, que nunca deja de trabajar, piensa en mí dos veces al día.

Kairouan (Túnez): el verdadero devoto

Abu Sari tenía una tienda de chatarra en medio del principal mercado de la ciudad. Se pasaba el día vendiendo, comprando, regateando con sus parroquianos.

Pero todas las tardes, cerraba con una cortina uno de los rincones de la pequeña tienda y rezaba.

Una tarde, llegó un ulema buscándolo. Dijo que estaba cerca de Dios y quería compartir su felicidad con Abu Sari.

-¿Dónde vives? – preguntó el comerciante.

-En el desierto. Allí puedo contemplar el rostro del Altísimo, y sumergirme en sus bendiciones.

-Si vives en el desierto, eso significa que todavía estás lejos de la Divinidad –respondió Abu Sari-. Un hombre iluminado vive en medio de un mercado, y no se ausenta ni un minuto de la presencia de Dios.

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