Escribo esto con una semana de anticipación. ¿Dónde estaré el día que esto se publique? No lo sé. Quizá siga aquí; tal vez ya esté allá. Pero concluyo una cosa: el hogar está donde mora el corazón.
Y si estoy contigo, estoy en casa. Si aún despierto entre tus brazos, estoy en casa. Si al abrir los ojos lo primero que veo es tu rostro, estoy en casa.
Un techo no es un hogar; una mansión no es un hogar. Mi hogar eres tú y el pequeñito que viene. Mi hogar es Dios mismo. Él ha prometido morar en mí. Yo soy su hogar, en cierto modo. Y aún mejor, su hogar celestial tiene lugar más que suficiente.
Por hoy, aunque no sé dónde esté, si estoy contigo, estoy en mi hogar.
Deja una respuesta