Después de esto vi a otro ángel descender del cielo con gran poder; y la tierra fue alumbrada con su gloria. (Apoc. 18: 1.)
Este mensaje culminará con poder y fortaleza que excederán en mucho al clamor de medianoche. Los siervos de Dios, dotados de poder de lo alto, iluminados sus rostros, irradiando santa consagración, saldrán a proclamar el mensaje del cielo.
Muchos alababan a Dios. Los enfermos eran sanados y se efectuaban otros milagros. Se advertía un espíritu de oración como lo hubo antes del gran día de Pentecostés. Veías a centenares y miles de personas visitando las ferias y explicándoles la Palabra de Dios. Los corazones eran convencidos por el poder del Espíritu Santo, y se manifestaba un espíritu de sincera conversión. En todas partes las puertas se abrían de par en par para la proclamación de la verdad. El mundo parecía iluminado por la influencia divina.
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