JUAN 32. EL MINISTERIO PÚBLICO DE JESÚS 25

60 Cuando muchos de los seguidores de Jesús le oyeron enseñar esto, dijeron:

–Esto que dices es muy difícil de aceptar. ¿Quién puede estar de acuerdo contigo?

61 Pero Jesús les respondió:

–¿Esto los ofende?62 Entonces, ¿qué sucedería si me vieran a mí, el Hijo del hombre, subir al cielo, donde antes estaba?63 El que da vida eterna es el Espíritu de Dios; ninguna persona puede dar esa vida. Las palabras que les he dicho vienen del Espíritu que da esa vida.64 Pero todavía hay algunos de ustedes que no creen.

Jesús dijo esto porque desde el principio sabía quiénes eran los que no creían y quién era el que lo traicionaría.65 También les dijo que nadie puede ser su seguidor si Dios su Padre no se lo permite.

66 Desde ese momento, muchos de los que seguían a Jesús lo abandonaron.67 Entonces Jesús les preguntó a sus doce apóstoles:

–¿También ustedes quieren irse?

68 Simón Pedro le contestó:

–¿Y a quién seguiríamos, Señor? Sólo tus palabras dan vida eterna.69 Nosotros hemos creído en ti, y sabemos que tú eres el Hijo de Dios.

70 Jesús les dijo:

–A ustedes doce yo los elegí; sin embargo, uno de ustedes es un demonio.

71 Jesús se refería a Judas, el hijo de Simón Iscariote. Porque Judas, que era uno de los doce, lo iba a traicionar.

El diálogo entre Jesús y los judíos acaba con el desencanto de muchos de ellos. Juan refleja su estado de ánimo. Algunos comentaban que aquello era inaceptable y otros simplemente dejaron de ser sus seguidores. Jesús, con absoluta franqueza se volvió a los suyos y les preguntó si también ellos deseaban marchar. Pedro, el intrépido e impetuoso Pedro, tomó la palabra y actuó como portavoz afirmando que a dónde podrían ir ellos si únicamente Jesús podría darles vida eterna.

Al leer estas palabras me he visto reflejado en mi propia experiencia. En ocasiones siento que las pretensiones de Jesús son inaceptables. No porque me pidan algo inhumano, ilógico o sin sentido, simplemente porque me confrontan con mi propia realidad y me exigen cambiar para ser más como Jesús, es decir, para ser más auténtico como persona. Y yo sé muy bien que el cambio es doloroso y quiero, a toda costa, evitar ese dolor.

El cambio lleva consigo un síndrome de abstinencia por los hábitos, las conductas, las pautas mentales tan fuertemente arraigadas y esto síndromes son duros. Por otra parte, qué puedo hacer, cómo voy a alejarme de Jesús y rechazarlo si únicamente en Él puedo encontrar vida, sentido y plenitud.

Esta es la paradoja de seguir a Jesús, que me obliga a enfrentarme a mi propia contradicción, que está dispuesto a darme todo aquello que necesito y anhelo pero que en el proceso hay sufrimiento y pérdida. De todos modos, como Pedro, afirmo que no lo dejaré.

Un principio

Para ganar hay que perder. Para crecer hay que sufrir.


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