«No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.» Mateo 7:1
Alguien me preguntó en estos días si está bien como cristianos denunciar el pecado y si hacerlo se opone a lo que Jesús enseñó: «no juzgar para que no seamos juzgados». Me pareció una buena idea también explicar este texto en esta entrada, puesto que Mateo 7:1 suele ser el caballito de batalla para defender cosas que bíblicamente son indefendibles.
Lo primero que debiéramos considerar es: si realmente Jesús enseñó a no juzgar nada en absoluto. Si esto es así, ¿no es una contradicción el que él mismo juzgara a los fariseos? Y ¿qué hacemos con Juan 7:4 en donde Jesús mismo dice: « No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio.» ? ¿Se equivocó entonces Pablo en 1 Corintios en juzgar a la persona que vivía en fornicación con su madrastra, ordenando a los hermanos echarlo de la iglesia?
Haciéndonos tales preguntas podemos ver que interpretar el pasaje de esa manera lo pondría en conflicto con otras partes de las Escrituras, y el problema está en que aislado de su contexto pierde el verdadero significado que Jesús quiso dar a tal expresión.
En el mismo v. 6, por ejemplo, nos insta a «juzgar»:
«No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen.»
Al hablar de «cerdos» y «perros» debemos tener en cuenta que estos animales eran ceremonialmente impuros y provocaban asco y repuganacia a los judíos. Los perros, diferente a lo que estamos acostumbrados a ver en nuestra cultura, eran salvajes y se alimentaban de los desperdicios y otros animales muertos por lo que eran mal vistos, no solo por los judíos, sino por todos los antiguos. Este lenguaje tan crudo es usado para exponer el caso contrario a «no juzgar», es decir «juzgar» o discernir el carácter de las personas a quienes compartimos las riquezas y verdades del evangelio.
En otras palabras, no podemos imponer tales cosas a la fuerza en aquellos que desprecian la verdad o se burlan de ella, «los perros y los cerdos». Piensa: para determinar esto, ¿no debemos «juzgar»?.
Los v. 15 y 16 también nos instan a «juzgar»:
«Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?»
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