*** La conquista de Almas ***

Conocí a un comerciante cristiano que solía ser visitado por un
corredor que le vendía, en el mostrador, los artículos que llevaba.
Este comerciante tuvo cierto día este soliloquio: “He tratado con este corredor por espacio de nueve o diez años y apenas ha pasado un ¿día sin que nos veamos.
El me ha traído su mercadería y yo le he pagado su importe;
pero nunca he procurado hacerle algún bien.
Este proceder no es correcto. La Providencia lo ha puesto en mi
camino y yo debo, por lo menos, preguntarle si es salvo por Cristo.”
Ahora bien, la próxima vez que vino ese corredor, el espíritu de este buen
hermano decayó y no creyó oportuno empezar una conversación religiosa.

El corredor no volvió más: el próximo lote de mercaderías
lo llevó su hijo. —¡Qué pasó! —le dijo el comerciante.
—Papá ha muerto —le respondió el muchacho.
Ese comerciante, muy amigo mío, me dijo poco después: “Nunca pude
perdonarme a mí mismo.

Ese día no pude quedarme en el negocio: sentí que era responsable
de la sangre de aquel hombre.
No había pensado en eso antes.
¿Cómo puedo librarme de esa culpa cuando pienso que mi necia

timidez me cerró la boca?”
Queridos amigos: No traigáis sobre vosotros tan terrible remordimiento.
Evitadlo desvelándoos diariamente por salvar a los hombres de la muerte
segunda.


Fuente : C. H. Spurgeon.

Cuando yo diga al impío: «Ciertamente morirás», si no le adviertes,
si no hablas para advertir al impío de su mal camino a fin de que viva,
ese impío morirá por su iniquidad, pero yo demandaré su sangre de tu mano.
Ezequiel 3 :18

«Pero si el centinela ve venir la espada y no toca la trompeta,
y el pueblo no es advertido,
y una espada viene y se lleva a uno de entre ellos, él será
llevado por su iniquidad;
pero yo demandaré su sangre de mano del centinela.»
Y a ti, hijo de hombre, te he puesto por centinela de la casa

de Israel; oirás, pues,
la palabra de mi boca, y les advertirás de mi parte.
Cuando yo diga al impío: «Impío, ciertamente morirás»,

si tú no hablas para advertir al impío de su camino,
ese impío morirá por su iniquidad,
pero yo demandaré su sangre de tu mano.
Ezequiel 33: 6, 8


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