La “justicia del reino”, tanto el principio como el detalle, conduce a cada paso a la renunciación de uno mismo. Hay multitudes de personas que nunca harían frente a esto; pero es necesario hacerlo, pues de otro modo serían fatales las consecuencias. Esto dividiría en dos clases a todos los que escuchan estas verdades: los muchos, que seguirán el camino de la comodidad y de la indulgencia propia, terminando aquel camino donde termina; y los pocos, que, empeñados sobre todo en su seguridad eterna, toman el camino que a ella conduce, cueste lo que cueste.
La diferencia trágica es el final
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