La Marca del Propietario.

Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.Juan 10:27-28.

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Para reconocer cada oveja de su rebaño, el ganadero pone en la oreja de cada animal una marca indeleble que permitirá identificarla. Esta marca de propiedad es una imagen de la pertenencia de todo creyente auténtico a Jesucristo, su Señor. Quien se reconoce pecador ante Dios y acepta su perdón por la fe en la obra de Cristo en la cruz recibe a cambio la vida eterna (Juan 3:16). Nada ni nadie puede arrebatarlo de las manos de Aquel que lo ­rescató. La obra de Cristo es perfecta, completa y definitiva. El don de la vida eterna es irreversible. Dios ha puesto una marca indeleble en los que creen: “Fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa” (Efesios 1:13).

Aunque a través de la Palabra el creyente es exhortado a andar por el Espíritu y a llevar una vida santa, desgraciadamente aún puede pecar (1 Juan 1:10). Entonces pierde el gozo e incluso, a veces, la seguridad de la salvación, pero no la salvación en sí. ¿Qué debe hacer? Al que confiesa sus pecados, Dios lo perdona, y la comunión con él se restablece (1 Juan 1:9). Si mi error causó un perjuicio a alguien, también debo reparar el daño. En vez de dejar que Satanás, el acusador, nos perturbe, echemos mano de la gracia de Dios y alabémosle porque le pertenecemos eternamente.

Así como la oveja pertenece a su dueño, incluso si vagabundea por otros prados, si se pierde entre los barrancos o pasa por lugares rocosos, Dios no desechará a ninguno de sus verdaderos hijos.


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