La muerte espiritual del hombre

A veces se objeta que esto no condice con la descripción de Dios como un Dios de amor. En este sentido, hay aquí un profundo misterio, pero al menos se puede decir que la objeción, en la forma en que se la presenta habitualmente, pierde de vista el hecho de que la muerte es un estado a la vez que un hecho. «El ocuparse de la carne es muerte», escribe Pablo (Ro. 8.6). No dice que el ocuparse de la carne ha de producir la muerte; dice que es muerte, y agrega que «la mente carnal es enemistad contra Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede». La misma verdad se expresa de una manera distinta cuando Juan dice: «El que no ama permanece en muerte» (1 Jn. 3.14). Cuando entendemos la verdad de que la muerte es un estado, nos damos cuenta de la imposibilidad de que el impenitente se salve, pues para esa persona la salvación sería una contradicción. Para ser salvo, el hombre debe pasar de muerte a vida (Jn. 5.24).

           

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