*** Las Bienaventuranzas ***


Jesus nos enseños muchas cosas y entre ellas estan estas,
que son como debemos de amar y tratar a nuestro projimo.
Projimo no es aquel al cual amamos sino tambien aquellos que nos lastiman,
y nos hacen daño, somos hijos de la luz y como tales debemos actuar y hacer.
Muchas veces no es facil pero tenemos la ayuda del Espiritu Santo
que nos ayuda a orar y pedir adecuadamente.

Volviendo su vista hacia sus discípulos, decía:
Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados.
Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
Bienaventurados sois cuando los hombres os aborrecen,
cuando os apartan de sí, os colman de insultos y desechan
vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.
Alegraos en ese día y saltad de gozo, porque he aquí,
vuestra recompensa es grande en el cielo, pues sus padres
trataban de la misma manera a los profetas.
Pero ¡ay de vosotros los ricos!, porque ya estáis recibiendo
todo vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre.
¡Ay de vosotros, los que ahora reís!, porque os lamentaréis y lloraréis.
¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!,
porque de la misma manera trataban sus padres a los falsos profetas.
Pero a vosotros los que oís, os digo: amad a vuestros enemigos;
haced bien a los que os aborrecen;
bendecid a los que os maldicen; orad por los que os vituperan.
Al que te hiera en la mejilla, preséntale también la otra;
y al que te quite la capa, no le niegues tampoco la túnica.
A todo el que te pida, dale, y al que te quite lo que es tuyo,
no se lo reclames.
Y así como queréis que los hombres os hagan, haced con ellos
de la misma manera.
Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también
los pecadores aman a los que los aman.
Si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis?
Porque también los pecadores hacen lo mismo.
Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir,
¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores
para recibir de ellos la misma cantidad.
Antes bien, amad a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad no
esperando nada a cambio, y vuestra recompensa será grande, y seréis
hijos del Altísimo; porque El es bondadoso para con los
ingratos y perversos.
Sed misericordiosos, así como vuestro Padre es misericordioso.
No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados;
perdonad, y seréis perdonados.
Dad, y os será dado; medida buena, apretada, remecida y rebosante,
vaciarán en vuestro regazo.
Porque con la medida con que midáis, se os volverá a medir.
Les dijo también una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?
¿No caerán ambos en un hoyo?
Un discípulo no está por encima de su maestro; mas todo discípulo,
después de que se ha preparado bien, será como su maestro.
¿Y por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano,
y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo?
¿O cómo puedes decir a tu hermano: «Hermano, déjame sacarte la mota
que está en tu ojo», cuando tú mismo no ves la viga que está en tu ojo?
¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo y entonces verás
con claridad para sacar la mota que está en el ojo de tu hermano.
Porque no hay árbol bueno que produzca fruto malo, ni a la inversa,
árbol malo que produzca fruto bueno.
Pues cada árbol por su fruto se conoce. Porque los hombres no
recogen higos de los espinos, ni vendimian uvas de una zarza.
El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno;
y el hombre malo, del mal tesoro saca lo que es malo; porque de la
abundancia del corazón habla su boca.
¿Y por qué me llamáis: «Señor, Señor», y no hacéis lo que yo digo?
Todo el que viene a mí y oye mis palabras y las pone en práctica,
os mostraré a quién es semejante:
es semejante a un hombre que al edificar una casa, cavó hondo y echó
cimiento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el torrente dio
con fuerza contra aquella casa, pero no pudo moverla porque había
sido bien construida.
Pero el que ha oído y no ha hecho nada, es semejante a un hombre que
edificó una casa sobre tierra, sin echar cimiento; y el torrente dio
con fuerza contra ella y al instante se desplomó, y fue grande
la ruina de aquella casa.

Lucas 6: 20, 46


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.