LAS CURVAS…

Cuando la vida no va de acuerdo a lo planeado, déjate ir… Podemos planificar nuestra vida de aquí hasta el horizonte, pero solo Dios sabe qué desvíos debemos tomar a lo largo de nuestro camino para llegar a nuestro destino. Seamos flexibles… ¿No fue eso lo que le pasó a Saulo? Mata cristianos. Perseguidor de la Iglesia del primer siglo. La flor y nata del fariseísmo. Cultísimo a más no poder. Un futuro prometedor para más adelante… Pero… siempre hay un pero. Un día iba a Damasco y se le apareció una Luz enceguecedora. Un día como cualquiera. Ya había hecho su agenda. Iría, como en otras ciudades. a capturar cristianos. Los llevaría a la cárcel y los enjuiciaría por corruptores de la moral, las buenas costumbres y la religión de Yavé. Bueno, eso era según Saulo… Pero no contaba con el «pero» de ese día. Y el pero de ese día iba a cambiar totalmente el rumbo de su existencia… Lo convirtió en Pablo. Como se dice en Guatemala, le dieron vuelta como calcetín. Ya no volvió a ser el mismo. Ahora era manso y ya no respiraba odio ni racismo. Ahora el león se convirtió en cordero, como su Maestro. Así son las curvas de la vida. Hacemos planes, agendamos fechas, preparamos citas, nos arreglamos para la ocasión… Y surge, sin darnos tiempo a respirar, un «pero» con el que no contábamos… un infarto, una deuda olvidada, un cáncer terminal, una gastritis, una baja de salario, un ingreso que no cubre el presupuesto… ¿Qué hacer en estos casos? Le va a asombrar la respuesta pero es la única que conozco: Nada. ¿Nada? Así es… nada. ¿Qué podemos hacer cuando en el camino se nos aparecen esos fantasmas que nos mueven la alfombra de la seguridad? Nada. ¿Qué podemos hacer contra los designios de Dios? Solo Él conoce perfectamente lo mejor para cada uno de nosotros. Especialmente si, como Saulo de Tarso, estamos en proceso de convertirnos en Pablos… Instrumentos en las Manos de Dios…Lo que realmente molesta es que Dios no nos pregunta si queremos, si estamos de acuerdo, que qué opinamos… y un sin fin de cosas más. No. Dios no pregunta. Él actúa. El es el Señor y nosotros los súbditos. Nos guste o no, Él está en control. Y lo sabe hacer muy bien. Pregúntele al rey Asuero cuando se le fue el sueño… pregúntele qué pasó con Mardoqueo. Pregúntele a Daniel en el foso de los leones… Pregúntele a José en los brazos impúdicos de la mujercita de Potifar. Pregúntele a David qué está haciendo en la azotea de su palacio viendo a la casa de su vecino Urías… pregúntele a tantos otros que no esperaban las cosas que llegaron en las curvas de sus caminos… Así que no nos extrañemos que a nosotros tampoco nos den explicaciones de las cosas que súbitamente nos asaltan y nos toman desprevenidos. Ya lo dijo Jesús: «las cosas que hago ahora no las entienden pero las entenderán después». Y, claro, ese después es cuando nos levantamos del golpe, cuando se nos quita el cáncer, cuando cancelamos las deudas, cuando se renueva la salud, cuando se restaura el matrimonio… Mientras tanto, mis amigos, tenemos que seguir caminando. ¡Ah! y con cuidado… porque en el resto del camino que nos falta aún, habrá más curvas… Que no nos agarren desprevenidos.

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