Las Objeciones de Romanos 9: N°2 Poniendo en Duda la Justicia de Dios (Romanos 9:14ab)

Dios es justo...

Dios es justo…

En el artículo anterior vemos cómo Pablo responde una objeción implícita nacida de la situación actual del pueblo de Israel en su tiempo, a saber, que la promesa de Dios contrasta con la incredulidad del pueblo de Israel, dando la impresión superficial de que la promesa de Dios había fallado. Pablo responde esta objeción afirmando que los hijos de la promesa son aquellos a quienes Dios ha elegido para salvación, y no los descendientes carnales de Abraham. Para más información, pueden leer el artículo anterior AQUÍ.

Ahora, Pablo enfrentará una segunda objeción. Esta objeción va dirigida a la justicia de Dios; sin embargo, Pablo refuta este nuevo ataque de tal forma que solo alguien enseñado por el Espíritu Santo puede hacerlo. Vamos, entonces, a la epístola a los Romanos.

Romanos 9:14ab: Poniendo en Duda la Justicia de Dios

¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios?

Procedamos, entonces, a analizar las razones que dieron fruto a esta objeción. Les recomiendo leer los vs. 6-18 de Romanos 9 para adentrarnos en el tema.

a) La Elección Soberana de Dios: A fin de demostrar su punto anterior, que la promesa de Dios no había fallado, Pablo expone la historia de los Patriarcas en Génesis como una manifestación clara de la elección soberana de Dios, dándonos a entender que la promesa no tiene que ver con la descendencia carnal de Abraham, sino con su descendencia espiritual fundamentada en la voluntad de Dios (vs. 6-7).

Así como Dios prometió descendencia a Abraham por medio de Isaac y no de Ismael, siendo ambos hijos naturales de éste (vs. 7-9; Génesis 18:10; 21:12), de la misma forma, cuando Receba concibió de Isaac, el hijo de la promesa, nada más que gemelos, Dios habló diciendo que “el mayor servirá al menor”, dando a entender que de ambos había escogido a Jacob, el menor, como el recipiente de Su promesa, rechazando a Esaú, como claramente testifica la Escritura diciendo: “A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí” (vs. 10-13; Génesis 25:23; Malaquías 1:1-3).

El asunto es el siguiente: ni Isaac ni Jacob tenían mayores virtudes ni privilegios que sus hermanos Ismael y Esaú. En ambos casos, los elegidos eran los menores, mientras que los réprobos eran primogénitos por descendencia natural, lo que supuestamente les debería haber dado alguna ventaja sobre sus hermanos menores. A su vez, tampoco el hecho de ser menores les resultó en ventaja alguna, puesto que Jacob y Esaú, si bien nacieron uno antes que otro, fueron concebidos al mismo tiempo. A su vez, ambas palabras proféticas dadas por Dios fueron pronunciadas antes del nacimiento de los hijos de Abraham e Isaac. De esto, Pablo concluye que la elección y reprobación de Dios tiene su origen en la sola voluntad de Dios, y no en algo existente o carente en los objetos de Su decisión, como está escrito: “…(pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama)…” (vs. 11).

Ésta supuesta arbitrariedad en la elección de Dios da origen a la objeción de nuestro oponente imaginario. Veamos brevemente que es lo que esta objeción implica con respecto a la justicia de Dios.

b) Desenmarañando la Objeción: Ante la exposición anterior, nuestro oponente pregunta lo siguiente: “¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios?”, a lo que Pablo inmediatamente responde “En ninguna manera” (vs. 14), pero antes de responder a estas preguntas analicemos esta objeción.

La razón humana sin la asistencia del Espíritu Santo se vuelve a sí misma la regla de todas las cosas. Quizás nuestro oponente piensa que los privilegios de primogenitura les daban a Ismael y Esaú la ventaja sobre sus hermanos y, debido a esto, Dios, si es justo, debería haberles elegido a ellos. O, quizás, nuestro objetor piensa que lo justo debería haber sido sopesar las virtudes de los hermanos antes de elegirles y, en justicia, Dios debería haber basado Su elección en estas virtudes. No es justo, según la razón humana sin la luz del Espíritu Santo, que Dios haya hecho Su elección sin tomar en cuenta los méritos de los hermanos. Dios, según ésta razón, no debe decidir libremente, sino en base a lo que el hombre pueda darle.

A esta altura es evidente la insolencia de esta objeción. Nuestro objetor pretende ponerle límites a Dios e imponer sobre Él deberes que debe cumplir a fin de satisfacer las exigencias de la razón en oscuridad. Dios solo debe moverse según los lineamientos que los hombres le impongamos. Así de insolente y blasfema es esta objeción. Pero Pablo no se deja impresionar por estas palabras, sino que ataca directamente las presuposiciones erróneas de su oponente exponiéndole la verdad, y no solo de manera razonable, sino mediante la misma Escritura. No hay fuerza mayor que la misma Palabra de Dios.

c) Estableciendo la Justicia de Dios: Leemos en los vs. 14-18 la respuesta de Pablo, respuesta más que suficiente para darnos a entender de manera definitiva que la elección y la justicia de Dios no se contradicen de ninguna manera.

Primero, Pablo establece el verdadero fundamento de la justicia de Dios, que no es otra cosa que la coherencia entre Su decir y Su obrar: “Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.” (vs. 15-16; Éxodo 33:19). Es decir, en el juicio de Dios, es justo para Él decidir a quién le imparte Su misericordia. Por lo tanto, no hay injusticia alguna, puesto que Dios ha obrado tal cuál Él mismo ha dicho que obraría y, a su vez, puesto que no hay regla mayor que la voluntad de Dios, el hecho de que Dios dispense Su misericordia a voluntad es prueba suficiente de que el obrar de Dios es justo, de otra forma no lo haría.

Segundo, Pablo fortalece su argumento con un ejemplo inesperado: el de un réprobo. Es decir, con lo anterior ha quedado totalmente demostrado que Dios ha afirmado como derecho Suyo el dispensar  misericordia a voluntad, pero ¿Y que pasa con aquellos sobre los cuáles ha decidido no demostrar misericordia?: “Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra” (vs. 17; Génesis 9:16). La Escritura nos enseña Faraón fue creado y puesto en autoridad por la voluntad de Dios, no para manifestar sobre él misericordia, sino como ejemplo de la ira y el poder de Dios. Así que, la elección de Dios se manifiesta de manera equivalente tanto en elegidos como en réprobos, no tomando en cuenta mérito o cualidad alguna en ellos, sino simplemente como manifestaciones de la voluntad soberana y libre de Dios, Quién “de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece” (vs. 18).

Vemos, entonces, que Pablo, mediante la Escritura, derriba la objeción de su oponente corrigiendo su falso parámetro de justicia y exponiendo la libertad soberana de Dios para hacer como desee con lo que le pertenece, y esfumando para siempre la aparente contradicción entre la elección y la justicia de Dios. Dios es absolutamente justo al momento de dispensar Su misericordia y Su ira.

d) Algunas Lecciones Importantes: De este pasaje podemos extraer lecciones altamente edificantes:

– Hemos de tener cuidado siempre que nos veamos tentados a poner en duda la justicia de Dios. Dios es justo en todo lo que es, piensa y hace, y solamente un necio pondría en duda el obrar de Dios. No somos leyes en nosotros mismos, sino que debemos ponernos bajo la mano de Dios y fundamentar nuestros juicios en Su Palabra, no en nuestras ideas erróneas.

– Tener una correcta perspectiva de la justicia soberana de Dios es un remedio perfecto en contra de la envidia y la autocompasión. Si sabemos que Dios es justo en todo lo que hace, y tiene derecho de hacer como quiera ¿De que sirve quejarnos si vemos que da a otros lo que a nosotros no nos da? No tenemos derecho alguno, sino alegrarnos ante la bonanza de nuestro prójimo. A su vez, independientemente de las eventualidades que nos ocurran, sabremos que Dios las ha enviado sobre nosotros con un propósito, y no tenemos derecho a quejarnos y autocompadecernos como si mereciéramos un mejor trato de parte de Dios; antes bien, seamos humildes y encomendémonos a Su misericordia, sabiendo que así como es justo para Él elegir y reprobar a voluntad, también es justo para Él hacer que todas las cosas obren para el bien de los Creyentes.

– Evitemos los juicios superficiales. Si vamos a emitir juicio alguno, tengamos siempre en frente de nosotros la Escritura, y no vayamos tras nuestras primeras impresiones. El juicio justo tiene como fundamento la Palabra de Dios, y fuera de ella todo juicio es vano e hipócrita. No porque nuestro hermano esté pasando por alguna caída debemos pensar que está perdido. No porque el injusto viva en opulencia y tranquilidad debemos pensar que tiene la bendición de Dios. Solo la Palabra nos da lineamientos certeros en cuanto a como juzgar.

– Pablo razonaba no solo a través de las objeciones de sus oponentes, sino también en base a la Palabra de Dios. Cuando Dios habla, la discusión se termina. Podemos argumentar y argumentar con nuestros objetores, y quizás tengamos la ventaja, pero es increíble que cuando la Palabra de Dios es puesta sobre la mesa las cosas se ordenan y la verdad se hace evidente. Por lo tanto, debemos llenarnos de ella, creer en ella, obedecerla. Fuera de ella, no tenemos asidero alguno.

Aún nos queda una objeción más que analizar. El clímax de lo que Pablo quiere enseñarnos se acerca a medida que va derribando a su oponente sin darle respiro alguno. Por mientras, podemos seguir aprendiendo de Pablo sobre esta fe que profesamos y como defenderla. Dios es justo, deleitémonos en Su justicia y misericordia demostrada hacia nosotros, y admiremos con temor Su poder.

Dios les bendiga…

SOLI DEO GLORIA

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