lecturas 04 de abril de 2010

domingo 04 Abril 2010
Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor

San Isidoro de Sevilla

Leer el comentario del Evangelio por
Proclo de Constantinopla : «Día de gozo y de alegría» (sl 117,24)

Lecturas

Hechos 10,34.37-43.
Entonces Pedro, tomando la palabra, dijo: «Verdaderamente, comprendo que
Dios no hace acepción de personas,
Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea,
después del bautismo que predicaba Juan:
cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de
poder. El pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en
poder del demonio, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en
Jerusalén. Y ellos lo mataron, suspendiéndolo de un patíbulo.
Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara,
no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a
nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su resurrección.
Y nos envió a predicar al pueblo, y atestiguar que él fue constituido por
Dios Juez de vivos y muertos.
Todos los profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él
reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre».

Salmo 118(117),1-2.16-17.22-23.
¡Aleluya! ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!

Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor!
la mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas».
No, no moriré: viviré para publicar lo que hizo el Señor.
La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular.
Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos.

Pablo a los Colosenses 3,1-4.
Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo
donde Cristo está sentado a la derecha de Dios.
Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la
tierra.
Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo
en Dios.
Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también
aparecerán con él, llenos de gloria.

Juan 20,1-9.
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro,
María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba,
y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han
puesto».
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que
Pedro y llegó antes.
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las
vendas en el suelo,
y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las
vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él
también vio y creyó.
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar
de entre los muertos.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

Leer el comentario del Evangelio por

Proclo de Constantinopla (hacia 390-446), obispo
Sermón 14; PG 65, 796

«Día de gozo y de alegría» (sl 117,24)

¡Qué fiesta más bella la de Pascua! ¡Qué bella la asamblea! ¡Esta
fiesta contiene en sí tantos misterios antiguos y nuevos! En esta semana de
fiesta, o mejor de alegría, por toda la tierra los hombres se alegran e
incluso las potestades del cielo se unen a nosotros para celebrar con gozo
la resurrección del Señor. Exultan los ángeles y los arcángeles que esperan
que el rey de los cielos, Cristo nuestro Dios, vuelva de la tierra
vencedor; exultan los coros de los santos que proclaman a Cristo «el que
fue engendrado antes de la aurora» (Sl 109,3). Exulta la tierra: la sangre
de un Dios la ha lavado. Exulta el mar: el paso del Señor lo ha honrado.
Que exulte todo hombre renacido del agua y del Espíritu; que exulte Adán,
el primer hombre, liberado de la antigua maldición… La
resurrección de Cristo no sólo ha instaurado este día de fiesta, sino que
en lugar del sufrimiento nos procura la salvación, en lugar de la muerte la
inmortalidad, en lugar de las heridas la sanación, en lugar de la
degradación la resurrección. En otro tiempo el misterio de Pascua se
realizaba en Egipto según los ritos señalados por la Ley; el sacrificio del
cordero no era más que un signo. Pero hoy celebramos, según el Evangelio,
una pascua espiritual que es el día de la resurrección. Allí se inmolaba un
cordero del rebaño…; aquí es Cristo en persona el que se ofrece como
cordero de Dios. Allí, un animal del aprisco; aquí, no un cordero, sino el
pastor, él mismo, el que da su vida por sus ovejas (Jn 10,11)… Allí, los
hebreos atravesaron el mar Rojo y entonaron un himno de victoria en honor
de su defensor: «Cantemos al Señor, sublime es su victoria» (Ex 15,1).
Aquí, los que han sido considerados dignos del bautismo, cantan en su
corazón el himno de victoria: «Uno solo es santo, un solo Dios, Jesucristo
en la gloria de Dios Padre. Amén». Y el profeta exclama: «El Señor reina
vestido de majestad» (Sl 92,1). Los hebreos atravesaron el desierto y
comieron el maná. Hoy, al salir de las fuentes bautismales comen el pan
bajado del cielo (Jn 6,51).


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