lecturas 09 deabril de 2010

El Evangelio del Día‏
De: EDD ([email protected])
Enviado: jueves, 08 de abril de 2010 05:56:20 p.m.
Para: [email protected]

viernes 09 Abril 2010
Viernes de la Octava de Pascua

San Lorenzo de Irlanda, Santa Casilda de Toledo, Beata Celestina Faron , Beato Antonio Pavoni, Beato Tomás de Tolentino, Santa María de Cleofás

Leer el comentario del Evangelio por
San Gregorio Magno : «Pedro arrastró hasta la orilla la red»

Lecturas

Hechos 4,1-12.
Mientras los Apóstoles hablaban al pueblo, se presentaron ante ellos los
sacerdotes, el jefe de los guardias del Templo y los saduceos,
irritados de que predicaran y anunciaran al pueblo la resurrección de los
muertos cumplida en la persona de Jesús.
Estos detuvieron a los Apóstoles y los encarcelaron hasta el día siguiente,
porque ya era tarde.
Muchos de los que habían escuchado la Palabra abrazaron la fe, y así el
número de creyentes, contando sólo los hombres, se elevó a unos cinco mil.
Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes de los judíos, los
ancianos y los escribas,
con Anás, el Sumo Sacerdote, Caifás, Juan, Alejandro y todos los miembros
de las familias de los sumos sacerdotes.
Hicieron comparecer a los Apóstoles y los interrogaron: «¿Con qué poder o
en nombre de quién ustedes hicieron eso?».
Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: «Jefes del pueblo y ancianos,
ya que hoy se nos pide cuenta del bien que hicimos a un enfermo y de cómo
fue curado,
sepan ustedes y todo el pueblo de Israel: este hombre está aquí sano
delante de ustedes por el nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, al
que ustedes crucificaron y Dios resucitó de entre los muertos.
El es la piedra que ustedes, los constructores, han rechazado, y ha llegado
a ser la piedra angular.
Porque no existe bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual
podamos alcanzar la salvación».

Salmo 118(117),1-2.4.22-24.25-27.
¡Aleluya! ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!

Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor!
Que lo digan los que temen al Señor: ¡es eterno su amor!
La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular.
Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos.
Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él.
Sálvanos, Señor, asegúranos la prosperidad.
¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Nosotros los bendecimos desde la
Casa del Señor:
el Señor es Dios, y él nos ilumina. «Ordenen una procesión con ramas
frondosas hasta los ángulos del altar».

Juan 21,1-14.
Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del
mar de Tiberíades. Sucedió así:
estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná
de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.
Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar». Ellos le respondieron: «Vamos también
nosotros». Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada.

Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que
era él.
Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tienen algo para comer?». Ellos respondieron:
«No».
El les dijo: «Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán». Ellos
la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla.
El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: «¡Es el Señor!». Cuando Simón
Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba
puesto, y se tiró al agua.
Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces,
porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla.
Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las
brasas y pan.
Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar».
Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces
grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no
se rompió.
Jesús les dijo: «Vengan a comer». Ninguno de los discípulos se atrevía a
preguntarle: «¿Quién eres», porque sabían que era el Señor.
Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

Leer el comentario del Evangelio por

San Gregorio Magno (hacia 540-604), papa y doctor de la Iglesia
Homilías sobre el Evangelio, nº 24

«Pedro arrastró hasta la orilla la red»

Después de haber cogido tan gran cantidad de peces «Simón Pedro subió
a la barca y arrastró hasta la orilla la red.» Supongo que habéis captado
el porqué fue Pedro quien arrastró la red hasta la orilla. En efecto, es a
él a quien se le confió la santa Iglesia, es a él a quien se dijo
personalmente: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Apacienta mis ovejas». Así,
lo que fue anunciado en palabras una segunda vez, ahora es significado por
una acción. Es el predicador de la Iglesia el que nos
separa del oleaje de este mundo; es pues necesario que sea Pedro quien guía
hasta tierra la red llena de peces. Él en persona ha arrastrado a los peces
hasta la tierra firme de la orilla puesto que, por su santa predicación, ha
hecho conocer a los fieles la inmutabilidad de la patria eterna. Lo ha
hecho tanto a través de sus palabras como de sus cartas; y lo sigue
haciendo cada día a través de sus milagros. Tantas cuantas veces nos lleva
al amor del descanso eterno, tantas cuantas veces nos hace dejar el tumulto
de las cosas del este mundo ¿no somos, acaso, como peces cogidos por las
redes de la fe que él arrastra hasta la orilla?


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