lecturas 29 de abril de 2010

jueves 29 Abril 2010
Santa Catalina de Siena, virgen y doctora, patrona de Europa – Fiesta.

Santa Catalina de Siena, San Roberto de Molesme

Leer el comentario del Evangelio por
Santa Catalina de Siena : «Lo que has escondido a los sabios y entendidos, los has revelado a los pequeñuelos»

Lecturas

Hechos 13,13-25.
Desde Pafos, donde se embarcaron, Pablo y sus compañeros llegaron a Perge
de Panfilia. Juan se separó y volvió a Jerusalén,
pero ellos continuaron su viaje, y de Perge fueron a Antioquía de Pisidia.
El sábado entraron en la sinagoga y se sentaron.
Después de la lectura de la Ley y de los Profetas, los jefes de la sinagoga
les mandaron a decir: «Hermanos, si tienen que dirigir al pueblo alguna
exhortación, pueden hablar».
Entonces Pablo se levantó y, pidiendo silencio con un gesto, dijo:
«Escúchenme, israelitas y todos los que temen a Dios.
El Dios de este Pueblo, el Dios de Israel, eligió a nuestros padres y los
convirtió en un gran Pueblo, cuando todavía vivían como extranjeros en
Egipto. Luego, con el poder de su brazo, los hizo salir de allí
y los cuidó durante cuarenta años en el desierto.
Después, en el país de Canaán, destruyó a siete naciones y les dio en
posesión sus tierras,
al cabo de unos cuatrocientos cincuenta años. A continuación, les dio
Jueces hasta el profeta Samuel.
Pero ellos pidieron un rey y Dios les dio a Saúl, hijo de Quis, de la tribu
de Benjamín, por espacio de cuarenta años.
Y cuando Dios desechó a Saúl, les suscitó como rey a David, de quien dio
este testimonio: He encontrado en David, el hijo de Jesé, a un hombre
conforme a mi corazón que cumplirá siempre mi voluntad.
De la descendencia de David, como lo había prometido, Dios hizo surgir para
Israel un Salvador, que es Jesús.
Como preparación a su venida, Juan había predicado un bautismo de
penitencia a todo el pueblo de Israel.
Y al final de su carrera, Juan decía: ‘Yo no soy el que ustedes creen, pero
sepan que después de mí viene aquel a quien yo no soy digno de desatar las
sandalias’.

Salmo 89(88),2-3.21-22.25.27.
Cantaré eternamente el amor del Señor, proclamaré tu fidelidad por todas
las generaciones.
Porque tú has dicho: «Mi amor se mantendrá eternamente, mi fidelidad está
afianzada en el cielo.
Encontré a David, mi servidor, y lo ungí con el óleo sagrado,
para que mi mano esté siempre con él y mi brazo lo haga poderoso.
Mi fidelidad y mi amor lo acompañarán, su poder crecerá a causa de mi
Nombre:
El me dirá: «Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora».

Juan 13,16-20.
Les aseguro que el servidor no es más grande que su señor, ni el enviado
más grande que el que lo envía.
Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican.
No lo digo por todos ustedes; yo conozco a los que he elegido. Pero es
necesario que se cumpla la Escritura que dice: El que comparte mi pan se
volvió contra mí.
Les digo esto desde ahora, antes que suceda, para que cuando suceda, crean
que Yo Soy.
Les aseguro que el que reciba al que yo envíe, me recibe a mí, y el que me
recibe, recibe al que me envió».

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

Leer el comentario del Evangelio por

Santa Catalina de Siena (1347-1380), terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa
Diálogos, 167

«Lo que has escondido a los sabios y entendidos, los has revelado a los pequeñuelos»

Tú, Trinidad eterna eres como un mar profundo en el que cuanto más
busco, más encuentro, y cuanto más encuentro, más te busco. Tú sacias al
alma de una manera en cierto modo insaciable, pues en tu insondable
profundidad sacias al alma de tal forma que siempre queda hambrienta y
sedienta de ti, Trinidad eterna, con el deseo ansioso de verte a ti, la
luz, en tu misma luz (Sl 35,10)… Con la luz de la
inteligencia gusté y vi en tu luz tu abismo, eterna Trinidad, y la
hermosura de tu criatura, pues, revistiéndome yo misma de ti, vi que sería
imagen tuya, ya que tú, Padre eterno, me haces participar de tu poder y de
tu sabiduría, sabiduría que es propia de tu Hijo unigénito. Y el Espíritu
Santo, que procede del Padre y del Hijo, me ha dado la voluntad que me
capacita para el amor. Porque tú, Trinidad eterna, eres el Criador y yo la
criatura, por lo que, iluminada por ti, conocí, en la nueva creación que de
mí hiciste por medio de la sangre de tu Hijo unigénito, que te ha cautivado
el amor de la belleza de tu criatura.


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