lecturas 30 de abril de 2010

viernes 30 Abril 2010
Viernes de la IV Semana de Pascua

San Pío V, San José Benito de Cottolengo, San Amador, Benedicto XVI: San Murialdo y San Cottolengo, Santa María de la Encarnación Guyart, Beata Paulina von Mallinckrod

Leer el comentario del Evangelio por
Santa Teresa del Niño Jesús : «En la casa de mi Padre hay muchas estancias»

Lecturas

Hechos 13,26-33.
Hermanos, este mensaje de salvación está dirigido a ustedes: los
descendientes de Abraham y los que temen a Dios.
En efecto, la gente de Jerusalén y sus jefes no reconocieron a Jesús, ni
entendieron las palabras de los profetas que se leen cada sábado, pero las
cumplieron sin saberlo, condenando a Jesús.
Aunque no encontraron nada en él que mereciera la muerte, pidieron a Pilato
que lo condenara.
Después de cumplir todo lo que estaba escrito de él, lo bajaron del
patíbulo y lo pusieron en el sepulcro.
Pero Dios lo resucitó de entre los muertos
y durante un tiempo se apareció a los que habían subido con él de Galilea a
Jerusalén, los mismos que ahora son sus testigos delante del pueblo.
Y nosotros les anunciamos a ustedes esta Buena Noticia: la promesa que Dios
hizo a nuestros padres,
fue cumplida por él en favor de sus hijos, que somos nosotros, resucitando
a Jesús, como está escrito en el Salmo segundo: Tú eres mi Hijo; yo te he
engendrado hoy.

Salmo 2,6-7.8-9.10-11.
«Yo mismo establecí a mi Rey en Sión, mi santa Montaña».
Voy a proclamar el decreto del Señor: El me ha dicho: «Tú eres mi hijo, yo
te he engendrado hoy.
Pídeme, y te daré las naciones como herencia, y como propiedad, los
confines de la tierra.
Los quebrarás con un cetro de hierro, los destrozarás como a un vaso de
arcilla»
Por eso, reyes, sean prudentes; aprendan, gobernantes de la tierra.
Sirvan al Señor con temor;

Juan 14,1-6.
«No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí.
En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo
habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar.
Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para
llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes.
Ya conocen el camino del lugar adonde voy».
Tomás le dijo: «Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el
camino?».
Jesús le respondió: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al
Padre, sino por mí.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

Leer el comentario del Evangelio por

Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), Carmelita descalza, doctor de la Iglesia
Manuscrito autobiográfico A, 2rº-3rº

«En la casa de mi Padre hay muchas estancias»

Durante mucho tiempo me he preguntado por qué tenía Dios preferencias,
por qué no recibían todas las almas las gracias en igual medida… Jesús ha
querido darme luz acerca de este misterio. Puso ante mis ojos el libro de
la naturaleza y comprendí que todas las flores que él ha creado son
hermosas, y que el esplendor de la rosa y la blancura del lirio no le
quitan a la humilde violeta su perfume ni a la margarita su encantadora
sencillez… Comprendí que si todas las flores quisieran ser rosas, la
naturaleza perdería su gala primaveral y los campos ya no se verían
esmaltados de florecillas… Eso mismo sucede en el mundo
de las almas, que es el jardín de Jesús. El ha querido crear grandes
santos, que pueden compararse a los lirios y a las rosas; pero ha creado
también otros más pequeños, y éstos han de conformarse con ser margaritas o
violetas destinadas a recrear los ojos de Dios cuando mira a sus pies. La
perfección consiste en hacer su voluntad, en ser lo que él quiere que
seamos… Comprendí también que el amor de Nuestro Señor
se revela lo mismo en el alma más sencilla que no opone resistencia alguna
a su gracia, que en el alma más sublime. Y es que, siendo propio del amor
el abajarse, si todas las almas se parecieran a las de los santos doctores
que han iluminado a la Iglesia [3rº] con la luz de su doctrina, parecería
que Dios no tendría que abajarse demasiado al venir a sus corazones. Pero
él ha creado al niño, que no sabe nada y que sólo deja oír débiles gemidos;
y ha creado al pobre salvaje, que sólo tiene para guiarse la ley natural.
¡Y también a sus corazones quiere él descender! Estas son sus flores de los
campos, cuya sencillez le fascina… Abajándose de tal modo, Dios muestra
su infinita grandeza. Así como el sol ilumina a la vez a los cedros y a
cada florecilla, como si sólo ella existiese en la tierra, del mismo modo
se ocupa también Nuestro Señor de cada alma personalmente, como si no
hubiera más que ella.


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