LEVÍTICO PARTE II/ EL ORDEN DEL CULTO/ CAPÍTULOS 8 Y 9

Entonces Moisés hizo que se acercaran Aarón y su hijos y los lavó con agua.

Estos dos capítulos, entre otras cosas, narran el comienzo del ministerio sacerdotal de Moisés y de sus hijos. Previo al mismo fue necesario purificarlos y parte del rito de purificación consistía en lavarlos y, de ese modo, quitar toda suciedad e inmundicia.

El simbolismo es claro, no podemos estar sirviendo al Señor -algo a lo que todos los seguidores de Jesús hemos sido llamados y no únicamente aquellos que están dedicados a «pleno tiempo»- si hay cosas en nuestras vidas que nos hacen impuros e inadecuados para el servicio.

Estamos hablando acerca de valores, prioridades, estilos de vida, acciones, omisiones, motivaciones, pensamientos, conductas que están en contradicción con los valores del Reino y del seguimiento de Jesús. No estamos insinuando una perfección, inexistente por otra parte en cualquier discípulo de Jesús, sino una consistencia, una intencionalidad, un progreso en tener un estilo de vida digno del Maestro y su servicio. 

Porque nuestra suciedad a la hora de llevar a cabo un servicio puede hacer inútil e incluso contraproducente el mismo.

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