Lo aprendí de Alicia en el País de las Maravillas

El Conejo Blanco, el Sombrerero, el Gato Cheshire y la Reina de Corazones son solo unos cuantos de los personajes que encontramos en “Alicia en el País de las Maravillas” de Lewis Carroll. Algunos lo consideran una sátira, otros literatura “nonsense” o del absurdo, pero en este libro hallamos las preguntas trascendentales que todos deberíamos responder.

Lewis Carroll, originalmente Charles Lutwidge Dogson, un tímido profesor de Matemáticas en Oxford, paseaba con las hermanas Liddell por el río y para entretenerlas, compuso las aventuras disparatadas de una niña, historia que entusiasmó a Alicia Liddell quien le rogó que la escribiera. Carroll pasó toda la noche tratando de recordar lo que había inventado esa tarde, y hasta la Navidad de 1864, le regaló a Alicia la versión final con algunas ilustraciones.

Cuando el libro se publicó, fue un éxito inmediato. Así que Carroll escribió la segunda parte, “Alicia a través del espejo”, inspirada en las historias que Carroll contó a las niñas Liddell en casa de su abuela. Lo cierto es que Carroll nos ofrece un libro repleto de ingeniosas rimas en inglés y con una crítica social de su época. Pero no quiero abundar en sus muchos juegos verbales ni en sus señalamientos sociales, sino en los temas serios, que de forma absurda, Carroll comentó.


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