El lo negó otra vez
Estas palabras se refieren a la tercera negación de Pedro de su relación con Jesús.
No puedo dejar de leer este pasaje sin pensar en mis propias negaciones. Hay negaciones, como las de Pedro, que son dramáticas, impactantes, hasta podríamos decir que son escandalosas y que producen en el espectador externo un claro rechazo e incluso desagrado.
Hay otras, de las que yo participo, sutiles, que pasan inadvertidas, que no son públicas que únicamente las conoce mi corazón pero que, sin duda, son tan graves como las anteriores.
Estas negaciones se plasman en forma de silencios, actitudes, omisiones, desobediencias a la voluntad de Jesús de las que únicamente Él y yo somos conscientes. Tal vez no tienen la repercusión pública que tuvieron las de Pedro, no afectan mi imagen delante de los demás, tan sólo erosionan mi integridad y mi relación con el Maestro.
Pienso que el ejemplo de Pedro es un espejo en el que todos podemos y debemos mirarnos para afrontar la realidad de nuestras propias negaciones, reconocerlas, confesarlas y aspirar a no volver a hacerlo.
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