María: ¿Reina del Cielo?

El linaje de «La Virgen María,
Madre de Dios
y Reina del Cielo»
Semiramis –
Ninkarsag – Isis – Cibele
– Ishtar – Astarté – Virgen María.

7:17 ¿No ves lo que éstos hacen en las ciudades de Judá y en las calles de
Jerusalén?
7:18 Los hijos recogen la leña, los padres encienden el fuego, y
las mujeres amasan la masa, para hacer tortas a la reina del cielo y para hacer
ofrendas a dioses ajenos, para provocarme a ira.
7:19 ¿Me provocarán ellos a
ira? dice Jehová. ¿No obran más bien ellos mismos su propia confusión?
  (Jeremías)


Entre todas las mujeres que han vivido, la madre de Jesucristo es la más celebrada, la más venerada…’’ Entre los católicos, María –la Madona– es reconocida no sólo como la Madre de Dios, sino también, de acuerdo con los papas modernos, como la Reina del Universo, Reina del Cielo, Asiento de la Sabiduría, e incluso Esposa del Espíritu Santo’. (Revista Time, «¿Criada o feminista?», 30 de diciembre de 1991, págs. 62-66).

LA FIGURA DE LA VIRGEN MARÍA:



María, sierva de Dios, elegida para dar a luz a Jesús,   tiene una gran importancia
dentro de la simbología católica. Ella es conocida por múltiples acepciones,
fruto de las distintas funciones que para los católicos tiene.

Vamos a analizar alguna de ellas y su paralelismo con las
figuras paganas de la antigüedad:

1. Reina del Cielo

Como de todos es sabido, uno de los innumerables títulos que la
iglesia católica le concede a María, es el de Reina del Cielo.
¿Cómo se le concede este título?. María, según reza uno de los
principales Dogmas de Fe del catolicismo, fue ascendida a los cielos y una vez
allí, por la importancia de su misión, es decir, la de ser la escogida para
engendrar al Salvador, se le otorgó el título de «Reina del Cielo».
Todo lo anterior no tiene una base bíblica y es de reciente
instauración (desde 1950). Por lo tanto, es la propia tradición popular,
sin tener en cuenta la Palabra de Dios, la que otorga ese premio y una vez en el
cielo, la posibilidad de co-reinar con nuestro Señor Jesucristo.
Como solamente se ha tomado en cuenta la tradición y no la
Palabra, debemos comprobar lo que ésta nos dice sobre la «Reina del Cielo»: Es
en el libro de Jeremías, en concreto en el Cap. 7, Vers. 17-19, donde
encontramos este título: «
¿No ves lo
que estos hacen en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén? Los hijos
cogen la leña, y los padres encienden el fuego, y las mujeres amasan la masa,
para hacer tortas a la reina del cielo y para hacer ofrendas a dioses ajenos,
por provocarme a ira. ¿Me provocarán ellos a ira, dice Jehová, y no más bien
obran ellos mismos para confusión de sus rostros?
«.

 
Pues bien, esta «Reina del Cielo» viene referida a la diosa Astoret o
Astarté, que era venerada por el pueblo Fenicio (cananeos y
sidonios). Como vemos el mismo pueblo judío cae en sus ritos y cultos,
apartándose del Dios verdadero. También le ocurre lo mismo a Salomón, el más
sabio entre los hombres, pero que en su ancianidad cae en el culto a los ídolos:
«
Porque Salomón siguió a Astarté, diosa
de los Sidonios, y a Milcom, abominación de los Ammonitas
» (1ª Reyes 11.5).



¿Quién es esta diosa?, ¿de donde procede?, ¿cuál era su
doctrina?:
Para responder a estas preguntas nos tenemos que adentrar un
poco en la cultura fenicia; las tradiciones religiosas fenicias estaban
influenciadas en gran manera por la cultura babilónica, que en su
expansión influenció en los pueblos invadidos. Así entonces, debemos remontarnos
a esta cultura, una de las más antiguas de la humanidad. Su origen, según el
Génesis 10.8-10, parte de Nimrod, un luchador rebelde a Jehová. Es aquí
donde comienza el mito: Nimrod fue asesinado y para cumplir su venganza,
su esposa, Semíramis, engendró de forma sobrenatural un hijo, que según
la tradición, era la resurrección de Nimrod, el cual se llamó
Tammuz. Pero existe un aspecto todavía más importante y es que una vez
que Semíramis dio a luz a su hijo, ella continuó siendo virgen. Con el
transcurso del tiempo, Semíramis se convirtió en Diosa y recibió el
título de «Reina del Cielo».

En Fenicia continúa este mito, pues el padre, conocido por el
«Dios Sol», es Baal e incluso en su mitología aparece el hijo, llamado
Baal-Tammuz. En las Escrituras aparecen continuas referencias al culto a
los baales, como desviación del camino mostrado por Dios a Israel,
centrado en el cumplimiento de la Ley (mandamientos).

Pero la influencia babilónica no sólo se centró en Fenicia,
sino que también tuvo su importancia en otra de las grandes culturas de la
antigüedad como es la egipcia; El mito de la virgen, madre del vengador,
es decir, del «Justo», pues vino a hacer justicia contra el maligno, recae en
Isis. Su mito es parecido; Osiris, su esposo, es asesinado
por Tifón, dios maligno. Ella encuentra su cuerpo, pero Tifón lo
dispersa por todo Egipto.  Para cumplir su venganza, engendra un hijo,
Horus, de forma sobrenatural, pues su padre es Ra, el «Dios Sol».
Horus es la reencarnación de Osiris y su destino es hacer
justicia, matando al maligno.

Como podemos ver, su doctrina es muy similar, por no decir
idéntica a la babilónica y es su mito el que va a permanecer e influir con más
fuerza en la cultura romana, no como deidad absorbida, sino como culto
independiente y enraizado en la sociedad clásica. Así en el año 80 A.C. se
funda, en la colina Vaticana, justo en el lugar donde se ubicará la basílica de
San Pedro, el templo de Isis.
Sus creencias encajaron en la sociedad clásica y junto con la
griega Artemisa y la romana Diana (diosa luna), con un ámbito
doctrinal parecido, fueron adoradas por multitud de fieles. Hay que resaltar que
fue su culto, por Justiniano en el año 535 D.C., el último abolido de la
religión pagana.
En la faceta de «Reina del Cielo» se la representaba posada en
una luna creciente con 12 estrellas, en forma de corona, sobre su cabeza. Esta
es una de las formas habituales de representar a la «Virgen María» como «Reina
del Cielo».

Así, como ya hemos visto en el esbozo doctrinal que he
incluido, las diosas Semíramis – Astarté – Isis… tienen en común que
son las madres de un hijo, engendrado de forma sobrenatural (Tammuz –
Baal-Tammuz – Horus
…), permaneciendo vírgenes después de su alumbramiento.

Estas doctrinas influyeron en Grecia y Roma adoptando sus
creencias y pasando a denominarse Afrodita – Venus y sus hijos Eros –
Cupido
. Pero, sobre todo, era el culto a Isis el que tenía una
importante atracción para la cultura religiosa romana, que la representaba con
su hijo Horus en su regazo.




A continuación incluyo dos fotografías, en las cuales podemos
ver las notables similitudes (salvando las grandes diferencias
doctrinales) que existen entre las dos figuras: la pagana y la católica.

VIRGEN CON EL NIÑO


 ISIS CON HORUS

Las dos, como ves, se tocan un pecho, que simboliza la
fertilidad, puesto que Isis era conocida, en uno de sus múltiples
nombres, como diosa de la fertilidad.



En esta última acepción es conocida con el nombre de
Asera, diosa cananea de la fertilidad. Aparece representada junto a un
árbol, como sucede con las numerosas apariciones de la «Virgen». El culto a esta
diosa estaba tan extendido que el mismo pueblo de Israel cae en esta idolatría:
«


Jehová sacudirá a Israel al modo que
la caña se agita en las aguas; y él arrancará a Israel de esta buena tierra que
había dado a sus padres, y los esparcirá más allá del Eufrates, por cuanto han
hecho sus imágenes de Asera, enojando a Jehová
» (1ª
de Reyes 14.15)




En el proceso de cristianización de la sociedad romana, existen
numerosas crónicas que nos hablan de cómo el pueblo romano, ya cristianizado, no
abandonaba el culto a la «Madre de Dios», Isis, y lejos de quebrar sus
imágenes lo que hacía era cambiarles simplemente de nombre.



Esta idolatría tenía otra coincidencia importante con la
sociedad católica actual y es el vestir a las imágenes; en la antigua Egipto,
las imágenes de la diosa Isis eran vestidas con lujosas vestiduras y
ostentosas joyas. Incluso había personas dedicadas en exclusividad a estos
menesteres. No tienes nada más que acercarte a cualquier iglesia católica de tu
localidad y ver a cualquier «Virgen», cómo está vestida y enjoyada, e incluso
perduran las llamadas «camareras» que son las encargadas de vestir a las
imágenes.



Retomando el tema de la fertilidad tengo que hablar de Éfeso;
en esta ciudad existía el mayor templo de la antigüedad, el dedicado a
Artemisa – Diana, una de las siete maravillas del mundo antiguo.
Artemisa tenía en esta ciudad el centro de su adoración. En esta diosa
confluyen también las mismas bases doctrinales que hemos visto con
Astarté, «Reina del Cielo». En Hechos 19.23-40 se relata la visita de
Pablo a Éfeso, y el alboroto que se formó cuando oyeron a Pablo predicar el
Evangelio de Cristo, puesto que hablaba de un solo Dios y prohibía las imágenes,
tal y como la propia ley de Dios nos manda. En este punto, los artesanos, que
hacían imágenes de la diosa Artemisa, se enfrentaron a Pablo y sus seguidores,
para evitar que se fuera al traste su negocio y su cultura, dando vivas a la
diosa. Esto aclara bastante el sentimiento que la sociedad pagana tenía a sus
dioses, pero en particular a la «Reina del Cielo – Madre de Dios».



Paradójicamente, fue en Éfeso, en el año 431 D.C., cuando se
celebró un concilio en el que se instituyó, como dogma de Fe, el papel de María
como «Madre de Dios». El título que se le establece es el de «theotókos», que
precisamente es el que disfrutaba la diosa Artemisa e Isis, pero
con la diferencia de que eran la «Madre de los dioses». Aquí, se cristianiza el
término asimilando doctrinalmente las figuras. Otra coincidencia, que viene al
caso, es que la tradición católica sitúa los últimos años de vida de María en
Éfeso.



Pero no todo fue un camino de rosas para la asimilación.
Existieron voces contrarias, como la del condenado Nestorio, Patriarca de
Costantinopla, que en el concilio de Éfeso dijo: «


si vosotros llamáis a María, Madre de Dios, hacéis de ella una
diosa
«; Clemente de Alejandría, en el 200 D.C. dice
«toda imagen o estatua debe llamarse ídolo
porque no es otra cosa que materia vil y profana, y por eso Dios, para quitar de
raíz la idolatría, ha prohibido en su culto cualquier imagen o semejanza de las
cosas que están en el cielo o en la tierra, prohibiendo igualmente su
fabricación; y es por esto que nosotros los cristianos no tenemos ninguna de
aquellas representaciones materiales
«; San Cipriano
«¿Para que postrarse delante de las
imágenes?. Eleva tus ojos al cielo y tu corazón; allí es donde debes buscar a
Dios
«.




Conclusión
«Él es el objeto de tu
alabanza y tu Dios
» (Deuteronomio 10.21)


Fragmentos del artículo:  La influencia pagana en la tradición Católica
Fuente:  http://www.elverdaderoamor.tk/


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