Más él Herido fue por Nuestras Rebeliones

Más él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. El castigo de nuestra paz fue sobre él y por su llaga fuimos nosotros curados (Isa 53)

¿Cómo soportó Jesús el terror de la crucifixión?

Primero fue al Padre con sus temores. En Getsemaní, Jesús oró al Padre diciendo en Lucas 22:42:

“Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.”

Mateo 26:39 dice: “Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: ‘Padre mío, si es posible, pasa de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.”

El primero en oír este temor es el Padre. Pudiera haber acudido a su madre. Podría haber confiado en sus discípulos. Podría haber convocado una reunión de oración.

Todo podría ser apropiado, pero ninguna otra cosa era su prioridad. Se dirigió primero a su Padre.

¿Quería Dios? Sí y no. No le quitó la cruz, pero le quitó el temor. Dios no acalló la tempestad, tranquilizó a los marinos.

La lucha por cambiar las cosas y la oración ferviente al respecto siempre debe venir enmarcada por la sumisión a la voluntad del Padre, aunque nos parezca misteriosa y oscura. A primera vista nos sorprende la afirmación de que Jesús «fue oído a causa de su temor reverente» (He. 5:7).

¿En qué sentido fue oído? ….. Dios no le libró de la muerte.

Cristo tuvo que pasar por el trago amargo de la cruz. Desde nuestra perspectiva humana, ser oído por el Padre debería implicar una respuesta afirmativa a su petición, es decir librarle de la copa de la muerte. Pero sabemos que esto no fue así. Dios le oyó en el sentido de que envió un ángel del cielo para fortalecerle.

¿Quién dice que no hará lo mismo por usted?

No eluda los huertos de Getsemaní de la vida. Entre en ellos. Pero no entre solo. Mientras esté allí, sea honesto. Se permite golpear el suelo. Se permiten las lágrimas. Y si su sudor se convierte en sangre, no será usted el primero. Haga lo que Jesús hizo: abra su corazón

Nuestras experiencias de dolor pueden ser muy duras y difíciles de sobrellevar, pero quedan relativizadas ante el aguijón por excelencia que fue la cruz. Ningún aguijón humano puede ser mayor que éste.

No mida la altura de la montaña; hable a aquel que la puede mover. En vez de llevar el mundo a sus espaldas, háblele al que sostiene el universo en las suyas.

El Señor dirige los pasos del hombre y le pone en el camino que a Él le agrada; aun cuando caiga, no quedará caído, porque el Señor le tiene de la mano (Salmo 37.23–24).

Ese es el corazón de esta petición. Es la tierna petición de un niño a su padre. Los últimos resbalones nos han enseñado: el camino es muy traicionero para ir solos. Entonces ponemos nuestra pequeña mano en su gran mano y le decimos:

«Por favor, Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti….. (Mar 14:36 )

Dios los Bendiga…..


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