Mi tierra…

En la parte trasera de la casa sembramos una milpa. Me encantaba asomarme todas las mañanas y ver el maíz creciendo. Pero ayer el huracán Ernesto posó su mano sobre la zona donde vivo. Lluvia casi veinticuatro horas, acompañada de viento. Gracias a Dios me encontraba en casita, con mi hijo, mi esposo y mi mamá.

De pronto, mi esposo me llamó para asomarme por la ventana. ¡La milpa dañada! El viento dobló y tiró los tallos. Las plantas con menos tierra se cayeron. Aún sigue lloviendo y no hemos podido salir para evaluar cuántas plantas aún tienen vida y posibilidad de dar fruto.

Ya soñábamos con vender maíz o preparar unos ricos elotes para septiembre. Ahora solo nos queda esperar cuánto aún puede sobrevivir. Pero me puse a pensar en que por primera vez comprendí a los campesinos que debido a las inclemencias del tiempo miran sus cosechas perdidas. No solo va allí su sustento económico, sino su comida para varios días, semanas, meses.

En nuestra sociedad moderna hemos despreciado el campo, pero dependemos de él. Quiero mirar con nuevos ojos a aquellos que se dedican a la siembra. Quiero seguir sembrando y aprendiendo de la tierra, por aquella que lucharon tantos en la Revolución. Cuántas lecciones no nos enseña la tierra, con leyes inmutables como la de la siembra y la cosecha.

Mientras tanto, esperaremos que la lluvia termine, y veremos cuánto se salvó.


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