Moisés, las sandalias y el culto contemporáneo

Mientras estaba en el seminario tuve la oportunidad de salir a comer con un amigo y con un profesor de misionología muy conocido en Brasil. Durante la conversación discutimos acerca del culto. ¿En nuestro culto a Dios podemos hacer lo que queramos o debemos hacer sólo lo que Dios nos manda que hagamos? Su argumento para apoyar la primera opción fue que no existe ninguna diferencia entre lo que hacemos en el día a día y lo que hacemos en el culto pues “toda la vida es culto”. Sin dudas esta posición es la predominante en nuestros días. Esa no fue la única vez que escuché dicha posición.

Esta discusión acerca de cuál es el principio que regula nuestro culto a Dios no es nueva. Durante la reforma hubo dos formas de entender este principio. Los luteranos entendieron que en el culto podemos hacer cualquier cosa que no sea prohibida en la Palabra. Los reformados entendieron que en el culto sólo podemos hacer lo que Dios prescribe en su Palabra. La Escritura nos enseña que el corazón es engañoso (Jer. 17.9). Calvino entendía que nuestro corazón es una fábrica de ídolos. Cuando dejamos que nuestros deseos o nuestra imaginación guíen nuestro culto a Dios corremos el gran peligro de hacer lo que hizo Aarón: Adorar al Dios correcto usando medios incorrectos (Éx. 32).

Acerca del argumento del profesor que mencioné encima, el sábado pasado el pastor David Reese llamó mi atención al texto bíblico que nos relata el encuentro de Moisés con el Ángel del Señor en Éxodo 3. Apacentando el rebaño de su suegro Moisés llegó a Horeb. Ahí se le apareció el Ángel del Señor en una llama de fuego, en medio de una zarza, y Moisés asombrado se acercó para saber porque la zarza no se consumía. Éxodo 3:5 nos muestra las palabras de Dios mismo a Moisés: “No te acerques aquí; quita las sandalias de tus pies, porque el lugar donde estás parado es tierra santa.”

Si Moisés pensara en los moldes de la mayoría actuar podría haber respondido: “Pero Señor, Tú nos diste dones. Nos has dado imaginación. Tú no te importas con el exterior sino con lo que hay en nuestro corazón.” ¿Por qué Moisés debería sacarse las sandalias si no existe ninguna diferencia entre todo lo que hacemos en nuestra vida? Si todos los días usaba sandalias, ¿por qué ahora debería sacárselas? La presencia de Jehová no es la respuesta. Dios está presente en todo lugar. Sin dudas lo que pasaba en ese momento era especial. Calvino afirma que Dios le pidió a Moisés que se sacara las sandalias como una preparación para escucharlo con gran reverencia.

A partir de este hecho podemos concluir que no todo lo que hacemos en nuestra vida es igual. Debemos cultuar a Dios en todo lo que hacemos, pero el culto en el cual los hijos de Dios se reúnen con el propósito de adorarlo reverentemente es especial y ahí no podemos hacer lo que queramos sino lo que sabemos que es agradable a Él.

Para mayor información acerca de la base bíblica del principio regulador del culto desde una óptica reformada recomiendo el artículo “La Base Scriptural para el Principio Regulador de Adoración” del pastor G.I. Williamson

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