Morir para poder servir: Una parábola

Había una vez dos granos de trigo que estaban en el piso de un cálido y acogedor granero. Pero un día, el granjero entró y les dijo: “Quiero sacarlos de este cómodo granero y plantarlos en tierra. Voy a ponerlos en el terreno frío y a cubrirlos con tierra. Será algo tenebroso, y ustedes morirán. Pero les aseguro que se multiplicarán y se volverán muy fructíferos”.

El primer grano de trigo rechazó la sugerencia. “¡De ninguna manera!”, dijo. “No cuentes conmigo. Me gusta mi comodidad, y no quiero morir cubierto de tierra”. Pero el segundo, después de considerar cuidadosamente el dolor y angustia de la muerte, decidió que la promesa de una cosecha futura valía la pena el sacrificio. Así pues, el agricultor lo llevó afuera y lo plantó en la tierra, y dejó al otro grano dentro del granero.

Unos días más tarde, apareció un pequeño brote verde en el lugar donde había sido plantada la semilla. Tiempo después creció y se convirtió en un gran tallo de trigo que produjo cien granos más. Durante los siguientes cuarenta años, el agricultor plantó todas las semillas que se habían originado del primer grano de trigo, y año tras año, la cosecha era cada vez mayor. En cambio, el grano de trigo que se quedó en el granero se mantuvo allí solo, sin multiplicarse jamás –pero muy cómodo.

¿Cuál grano de trigo es usted? ¿No corre riesgos, o ha dejado que Cristo lo plante en el mundo? La única manera de llegar a ser útil y fructífero en el reino de Dios es abandonar los deseos egoístas, salir del cascarón y servir al Señor sirviendo a los demás.

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