Necesitamos Urgencia en Nuestra Predicación

Y con muchas otras palabras testificaba solemnemente y les exhortaba diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.(Hechos 2:40)

En la actualidad la predicación a menudo es pasiva, indiferente, impotente, sin contenido e incompleta. Carece de fervor, calor y corazón. No tiene pasión.

¿Qué puede hacer que la predicación vuelva a su curso?

¿Qué puede restaurar una encendida y poderosa predicación en nuestros días?

La respuesta es bastante simple. Los predicadores deben convertirse en “maniáticos” del evangelio.

Los predicadores tienen que ser cautivados y vueltos a cautivar por el Señor Jesucristo y el evangelio.

El no apasionarse con el evangelio, no tener amor por las buenas nuevas, significa que no hay fuego. Ausencia de fuego significa ausencia de poder en la predicación.

Predicar apasionadamente significa predicar con sentido de urgencia.

Si la casa de su vecino estuviera envuelta en llamas y usted despierta a medianoche debido a ese “infierno”, y sabiendo que sus vecinos están en la casa, con toda seguridad que reaccionaría con rapidez. Haría una llamada urgente al departamento de bomberos y se esforzaría por salvar a las personas que están dentro de la casa. Respondería apasionadamente ante la situación.

La casa espiritual no es diferente. Las almas necesitan ayuda desesperadamente. El mundo, la carne, y el diablo están haciendo estragos en las almas de las personas. El fuego eterno que trata de consumirlos es tan mortífero como cualquier otra conflagración temporal. Hay una sensación de urgencia alrededor de nosotros

¿Cómo podemos ser indiferentes y apáticos?

Predicar así llega a ser locura santificada. El predicador está fuera de sí mismo.

Es un lunático, un loco, porque los peligros del alma humana llevan al vigía a un frenesí santificado mientras trata de proteger a los pecadores de sus predicamentos.

Cristo fue acusado de locura (Jn 10:20).

Muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís?

También lo fueron los apóstoles (2 Co. 5:13).

Porque si estamos locos, es para Dios; y si somos cuerdos, es para vosotros.

Pablo fue acusado de demencia (Hch. 26:25)

Mas él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura.

Sin embargo, ellos no eran personas mentalmente desequilibradas, sino hombres llenos de un profundo sentido de urgencia.

El apóstol Pablo fue un apasionado porque él tuvo un sentido de urgencia sobre sí. El fue cautivado por su comisión y de su compasión. Pablo sabía que las personas sin Cristo estaban completamente perdidas.

El fue un predicador con impulsos. En su defensa ante el rey Agripa, Festo lo acusó de estar loco (Hch. 26:24). Luego Pablo insistió en su declaración y les rogó que se arrepintieran, y aun el rey estuvo a punto de arrepentirse, pues dijo: “En poco tiempo me persuadirás a que me haga cristiano” (Hch. 26:28).

Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser cristiano.

Había urgencia en el mensaje de Pablo.

Necesitamos urgencia en nuestra predicación; pero,

¿Por qué no la tenemos?

¿Es la siguiente acusación aplicable a nosotros?:

Le quitamos la urgencia a la predicación cuando le quitamos al infierno su severidad y eternidad.

Si no hay infierno, entonces no hay necesidad de urgencia.

Si una persona está atrapada en las garras del fuego, deberíamos estar prestos para rescatarla de las llamas.

Cuánto más cuando una persona va a la eternidad sin Cristo, a un estado consciente de eterno tormento.

Dios los Bendiga…..


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