NO ES CULPA NUESTRA…

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En la vida pastoral se pasan momentos difíciles de entender. (¿Ya leyó mi artículo de ayer?). Como sé que la vida es una carretera con sus altibajos, curvas, subidas y bajadas, debiera estar listo para transitar por ella. Como lo hago cuando voy de viaje al interior del país… Sin embargo, es más fácil transitar por las carreteras de cemento que por la carretera de la vida. Por ejemplo: cuando voy a San Miguel sé que debo manejar con precaución en algunas secciones del camino. Leo las señales que me advierten de las diferentes situaciones que tiene el camino… Y me siento seguro. Las señales me guían y me dicen qué voy a encontrar más adelante… Pero en la carretera del Ministerio Pastoral no hay señales. El golpe llega de pronto. La curva se presenta y nos agarra sin frenos, sin gasolina, sin luces y sin nada que amortigüe el golpe…Y ¡Pummmmm! quedamos aturdidos… Surgen preguntas que no tienen respuestas, preguntas que duelen tener que hacerse íntimamente… Nadie en la congregación se percata que el pastor está pasando su curva y no entiende qué está pasando. Si lo ven triste pensarán que está orando. Si lo ven cabizbajo pensarán que está recibiendo algún poderoso mensaje. Si lo ven distante pensarán que se está consagrando… Pero no hay nada de eso. Sencillamente le llegó la prueba. Y no habían señales en el camino. Y el frenazo laceró su corazón. El golpe le llegó hondo… Y el pastor queda desarmado. Todo esto me vino a la mente cuando esta mañana encontré un correo de DJ en el que Perry Noble ( Senior Pastor of NewSpring Church in South Carolina) hace una analogía de lo que nos sucede a los pastores. Está escrito en inglés pero se lo traduciré porque me pareció muy interesante adjuntarlo… No matter how hard I pray, no matter how much I study, no matter how passionately I teach, no matter how many systems we put into place and no matter how hard I cry…there will always be people who choose to ignore God’s truth and walk away.  AND…that’s not necessarily always my fault.  (Or yours!) Dice así: No importa qué tan duro ore, no importa cuanto estudie la Palabra, no importa qué tan apasionadamente yo enseñe, no importa qué sistemas adopte, no importa qué tan duro yo clame, siempre habrá gente que decida ignorar la Verdad de Dios y seguir su camino…Y eso, no necesariamente  es mi culpa. (O la suya). Quizá sirvan estas líneas para que, si algún pastor me lee y está pasando por su carretera ministerial llena de baches que golpean su autoestima, su corazón y su alma… pueda encontrar aquí una pequeña respuesta a tantas preguntas que pululan en su mente…


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