Nueve semanas y media en el espacio Parte I

En 1973, Alan L. Bean, Owen K. Garriott y yo pasamos cerca de dieciséis días en Skylab 2, circulando la tierra. Estuvimos en el espacio más tiempo que cualquier otro antes de nosotros en ese momento. Si las 858 órbitas fueran realizadas en línea recta se extendería por 25 millones de millas, un cuarto de la distancia hacia el sol. Pero desde la perspectiva infinita y eterna de Dios, nosotros no fuimos a ningún lado y no gastamos tiempo haciéndolo.

Como resultado de esta experiencia única frecuentemente me preguntan «¿Te sentiste más cerca de Dios durante tu vuelo espacial? ¿Fue una experiencia religiosa?» Cuando digo que no generalmente se genera una mirada de intriga. Yo se que el cuestionador está pensando «Aquí hay un sujeto que tuvo el chance de estar más cerca de Dios que la mayoría de nosotros, y no se dio cuenta»

Pero un viaje al espacio no es un requisito para estar más cerca de Dios. Dios está en todas partes.

Mi experiencia con Dios comenzó cuando nos mudamos en 1941 de Gran Rapids hacia Ann Arbor, Michigan. Mi papá tomó un trabajo en una planta de bombarderos en Willow Run, construyendo aviones B-24. Nuestra familia atendía la iglesia Grace Bible, la cual se reunía en la casa de alguno. En un campamento de la iglesia al que fui cuando era niño yo dije «Señor, Yo creo que tu moriste en mi lugar por todas las cosas que he hecho mal. Yo quiero que vengas a mi vida y la cambias haciéndome diferente para el futuro» Y él lo hizo.

En la iglesia había una joven de quien me enamoré cuando tenia dieciséis años. Pasó lo predecible: cuando tenía veinte años Gratia y yo nos casamos. Ella trabajó como enfermera cuando yo asistí a las Universidad de Michigan para obtener el título de ingeniero aeronáutico. Después de que me gradué en 1959  fui al cuerpo de Marines por una corta estadía. Pero Dios me dirigió para estar veinticinco años, diecisiete de ellos en el programa de la NASA.

Continuará