NÚMEROS PARTE I/ LA GENERACIÓN DEL DESIERTO/ CAPÍTULO 23

No es Dios un ser humano para que pueda mentir, ni es mortal para cambiar de opinión. ¿Dirá algo y no lo hará? ¿Prometerá y no lo cumplirá? (Números 23:19)

Los seres humanos siempre hemos tenido la tendencia de pensar que nuestros dioses son una proyección de nosotros mismos pero amplificada. Las deidades de Grecia y Roma, las más cercanas a nosotros culturalmente, compartían con los humanos los mismos defectos, eran mentirosos, ladrones, poco fiables, promiscuos, violentos, lascivos y sobre todo caprichosos e impredecibles. De hecho, la única diferencia entre ellos y los pobres humanos bajo su égida era su mayor poder, eso si, ejercido con arbitrariedad.

Tal vez porque la mentira, la volatilidad de nuestras opiniones y nuestra poca fiabilidad, entre otras «cualidades», forman parte de la experiencia humana universal, podemos tener la tentación de proyectarlas sobre el Señor y pensar que Él debe ser más o menos como somos nosotros. La Biblia una y otra vez reafirma el carácter fiable de nuestro Dios, su compromiso con su palabra dada y su fidelidad a sus promesas.

Y esto es fundamental en la vida cristiana ya que el perdón de nuestros pecados, la adopción como hijos suyos, la vida eterna, la presencia constante en la vida cotidiana, su compromiso con nuestras necesidades, todo ello y mucho más reside en la fiabilidad de su palabra y esta en la fiabilidad de su carácter.


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