Si no fuera así, ninguno de nosotros estaría hoy día en la familia de la fe cristiana. Pablo tenía una confianza magnífica en la persistencia divina: “Estado persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1.6). Esto dirige tu mirada de la insignificancia y la pequeñez del hombre al poder y la majestad de Dios. Te eleva hacia el propósito divino al que no puedes fallar.
Nuestro Dios no conoce ninguna tarea sin terminar. Él completa lo que comienza. Si bien Israel lo frustró y contrarió en todo momento, Él persistió en sus geniales disciplinas hasta que se concretaron sus propósitos, y en la nación judía todos los pueblos de la tierra fueron bendecidos. Cuando un enfoque fallaba, Dios adoptaba otro. Si una generación se negaba a responder, Él pacientemente comenzaba de nuevo con la siguiente. Una y otra vez las generaciones sucesivas de Israel se volvieron a la idolatría hasta que el castigo de su cautiverio final en Babilonia les enseñó, para siempre, su insensatez y futilidad. Nunca más, desde ese momento, la nación de Israel adoró a ídolos.
La persistencia de nuestro Dios era una de las características singulares de su vida en esta tierra. Se profetizó sobre Él: “No se cansará ni desmayará, hasta que establezca en la tierra justicia” (Isaías 42.4). Hasta el final, las debilidades de sus discípulos y sus ambiciones egoístas hicieron caso omiso de su amor por Él. A la hora de su mayor necesidad, todos lo abandonaron y huyeron. No fue un adversario, sino uno de sus más íntimos, el que lo vendió a manos de sus peores enemigos. Sin embargo, fue a través de estos mismos hombres que Cristo logró su propósito. Abrigó la confianza firme de que su Padre que había comenzado la buena obra en ellos, la consumaría. Ningún propósito de Dios jamás dejará de cumplirse. Tú también puedes afirmar esto. Puedes confiar en tu Dios que Él dará los toques finales a su propia obra.
La Biblia y la experiencia cristiana están repletas de evidencias que muestran la tenacidad y persistencia del amor de Dios.
Deja una respuesta