Pureza Sexual … ¿MI LÍBIDO POR LAS NUBES Y TÚ QUIERES ORAR?

Saludos nuevamente a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

No me canso de darle gracias a Dios por la esposa que me diseñó para que, junto a ella, pudiera caminar por esta vida.  En mis batallas por alcanzar pureza sexual, me costó mucho tiempo entender su rol de ayuda idónea y compañera de luchas.  La razón era obvia:  Habiendo vivido una doble vida por tantos años, donde me acostumbré a mentirle a mi esposa todo el tiempo, se hace bien difícil ver que a quien herí y engañé tanto, ahora puede darme la mano para ayudarme.

En este proceso de vivir una vida libre de mentiras, tendría que aprender a hacer algo que nunca había hecho:  Tendría que aprender a ser absolutamente sincero con mi esposa.  Si a esta asignación le añado que tenía que alcanzar la mayor transparencia en el tema de la sexualidad, entonces sí que estamos hablando de tremendo reto.  Porque, verás, en el tema de la sexualidad es donde menos sincero era con mi esposa.  ¿Por qué?  Porque este tema era siempre uno de donde surgían entre nosotros agrias contiendas, reclamos, críticas y frustraciones.

No podía ser de otra manera.  Porque un hombre casado que se encuentra atado a la lujuria sexual siempre estará inconforme con su vida sexual en el lecho conyugal.  Si no es la frecuencia, será la intensidad.  Si no es la intensidad, será la pasión.  Si no es la pasión, será el “atrevimiento”.  Si no es el “atrevimiento” será la variedad.  Sea lo que sea, alguna queja se inventará la lujuria sexual para achacarle la culpa a nuestras esposas y hacerlas sentir como seres incompetentes, aburridos y fríos a la hora de hacer el amor.

Por toda esa mezcla de insatisfacciones, es que tantos de nosotros optamos por callar, después de habernos cansado de reclamar.  Nuestra postura cambió del reclamo al engaño, de la queja que hiere, al adulterio que encubre.  Pronto nos dimos cuenta –cubriéndonos con el manto del sarcasmo– que la mentira y el silencio del adúltero son más sencillos y menos problemáticos que la verdad del hombre que quiere luchar por la pureza de su matrimonio.  Porque aprendimos con rapidez que, según este mundo nos dicta, “ojos que no ven, corazón que no siente.”  Mientras nuestras esposas no supieran de nuestras aventuras lujuriosas, no habrían corazones rotos, ni lágrimas de dolor por la traición que se ha escondido por años.

Ahora, cuando toda esa mentalidad ha quedado atrás, una nueva mentalidad surge en nosotros: Tenemos que recurrir a esa misma esposa para hacerla nuestra mejor aliada.  Al así reconocer a nuestra esposa, tendremos que hacernos vulnerables frente a ella con respecto a nuestras luchas en el campo de lo sexual.  ¿Podrá ser eso posible?  Mi respuesta te alentará.  Porque puedo compartirte que sí es posible y que esa nueva manera de pensar y de luchar es la clave para reconstruir un matrimonio devastado por la lujuria sexual y rescatado por el poder restaurador de un Dios que nos da el regalo de la fidelidad y de la pureza.

Luego de haber vivido una vida sumido en la pornografía, en el adulterio, en todo tipo de mentiras, la verdad de mis pecados salió a la luz. Poco a poco, Dios fue rompiendo aquella máscara de apariencias que me ponía todos los días, y comencé a confesarle a mi esposa todas mis luchas y caídas pasadas.  Le hablé sobre mi atadura a la pornografía, a la masturbación, a la fantasía sexual, a la mirada lujuriosa, entre otras cosas más.  El miedo y la vergüenza me impidieron por mucho tiempo hablarle a mi esposa de mis incidentes de adulterio. Pero eventualmente, más pudo la convicción de Dios, Su deseo de que yo dijera toda la verdad, sin importar el costo que tendría que pagar por mis mentiras. ¿Qué ocurrió?  Te lo quiero compartir.

Mi confesión hirió profundamente el corazón de mi esposa.  El saberse engañada, violentada en nuestro compromiso de fidelidad, causó un dolor similar al de un puñal en el mismo medio de su pecho.  Pero Dios aprovechó esa profunda herida para entrar en el corazón de mi esposa. Así, Dios llenó aquella herida con Su Amor, con Su Compasión, con Su Misericordia. Y al desbordarse aquel corazón profundamente herido con todo este bálsamo de Dios, sanidad vino a la vida de mis esposa.  Aquella que tenía el derecho de sacarme de su vida sin contemplaciones, decidió caminar el camino más difícil:  El camino del perdón.

Nunca me olvidaré de aquella tarde cuando me reuní con ella para escuchar sus decisión.  Nunca me olvidaré de sus palabras:  “Si Dios te perdonó, yo también puedo perdonarte.”  Ahora bien, aquel perdón no venía sin condiciones.  La confianza destruida tendría que ser restaurada poco a poco.  Dudas y preguntas sobre el uso de mi tiempo, en dónde me encontraba y con quién estaba, no podían ofenderme, porque yo era el ofensor y ahora, tenía que “aguantarme” hasta que una nueva confianza renaciera.

Ahora, hemos aprendido a ver a la lujuria sexual como un enemigo común que viene contra nosotros, contra nuestro matrimonio.  Antes, la lujuria sexual nos dividía, porque nos convertía en contrincantes, en enemigos enfrascados en una lucha, en el ruedo de las frustraciones e insatisfacciones sexuales. Ahora, la lujuria sexual no puede dividirnos, porque ella está desenmascarada.  Nunca se trató de las diferencias entre mis esposa y yo en el lecho conyugal.  Nunca se trató de qué más podíamos hacer para satisfacer una carne que nunca dirá basta. Nunca se trató de mi esposa o de mí.  Más bien, se trataba de un virus insaciable que entra al corazón del ser humano para destruir la pureza del amor y la sexualidad que Dios diseñó para los esposos.

Ahora, toda estrategia encaminada a preservar la pureza del amor conyugal cobra otra dimensión. Ahora, las necesidades y deseos sexuales de los esposos son hablados abiertamente, sin contraseñas, sin adivinanzas, sin lenguaje de manos, sin expresiones faciales, sin suspiros ni ruidos, ni expresiones que puedan estar sujetas a diferentes interpretaciones.  Porque la pureza sexual en el matrimonio merece ser más que una comunicación de pantomimas, que un juego de acertijos.

No te niego que me costó trabajo.  ¿Cómo decirle a mi esposa que la necesitaba sexualmente?  ¿Cómo decirle a mi esposa que estaba con el líbido que “trepaba paredes”? Pues así de sencillo.  Si la escena es por la mañana, podría ser así:  ”Mi amor, tengo hoy el líbido por las nubes.  ¿Tú crees que podemos hacer algo al respecto, antes de irme para el trabajo?”  O la escena podría ocurrir por la tarde, al llegar a la casa, luego del trabajo:  ”Mi vida, ¡qué día he tenido!  ¿Te acuerdas de Fulanita?  Pues llegó hoy a la oficina con una minifalda, que aquello no tapaba nada…  Y la camisa, ni te digo, porque el escote llegaba casi al ombligo y para acá vino a agacharse…  Todas esas imágenes me han atacado fuertemente y la lujuria sexual tratando de sonsacarme.  Podemos darle par de bofetadas a esa mentirosa? ¿Me ayudas?”

¿Sabes lo que ocurrirá?  Que tendrás una esposa dispuesta a dar la pelea contigo, a luchar por una pureza que ahora no es un asunto de ella nada más, sino de ambos. En el proceso, tu transparencia será como un libro abierto de donde tu esposa “leerá” para aprender más sobre tus luchas contra la lujuria sexual. Entre más hables con tu esposa de tus luchas, de tus tentaciones, más ella te entenderá y entenderá lo diferente que puede ser la sexualidad masculina cuando se compara con la sexualidad de una mujer. ¿Sabes lo que estás haciendo con tu sinceridad?  Estás invirtiendo en tu pureza sexual y le estarás diciendo a tu esposa cuánto la valoras al querer proteger la fidelidad de tu matrimonio.

Ahora bien, quiero que sepas algo: aún con tu nueva transparencia, no siempre podrás cubrir todas tus necesidades sexuales con tu esposa.  Y finalmente aquí viene la razón del título de estas líneas.  Porque habrá momentos que enfermedad, cansancio, trabajo, falta de ganas –y diez cosas más– pondrán un alto a la sexualidad conyugal.  Todo esto causará que nuestra esposas nos digan que no pueden compartir sexualmente con nosotros.  ¿Y qué haremos en esas ocasiones, cuando “tenemos el agua al cuello”? ¿Cómo podremos cubrir nuestras necesidades?  La respuesta es que no podremos.  Tendremos que pasar ese desierto; tendremos que “aguantarnos” usando el músculo de la pureza sexual y el dominio propio.  Es un reto, pero la alternativa es regresar a los viejos hábitos, a las viejas costumbres de satisfacer la carne a todas horas, cuando a ella se le apetezca, sin ningún tipo de control.  No regreses a ese camino, porque él sólo te conducirá a la muerte de tu pureza sexual y a la red de mentiras que antes cubrió a tu esposa.

Hace poco, tuve que manejar una de estas situaciones con mi esposa.  Había pasado una noche horrible. Durante el sueño, la lujuria sexual había querido sembrar su semilla mediante pesadillas eróticas de un realismo increíble.  Varias veces durante la noche me levanté a orar, a hacerle la guerra al enemigo, a declarar que mi mente le pertenecía a Dios y que la lujuria sexual no podía tocarla.  A pesar de mi oraciones, las pesadillas continuaron.  Al no poder más, levanté a mi esposa de madrugada para que me “ayudara” como pudiera.  Ella, con los ojos cerrados, me impuso las manos, murmuró una oración y cayó rendida en la cama, como si nada hubiera pasado.

Al clarear el día y levantarnos, tenía varios compromisos en la calle y estaba esperando que mi esposa me pusiera el tema.  Sin embargo, nada ocurrió.  Entonces, decidí ponerle el tema de las pesadillas eróticas y que había pasado una noche malísima.  Aproveché para decirle que tenía el líbido por las nubes y que me sentía super incómodo de “irme a la calle así”.  Su contestación fue inmediata:  “Pues, mi amor, déjame orar por ti, para cubrirte….”  Ante su ofrecimiento, la boca se me abrió casi involuntariamente para decirle: “Mi líbido está por las nubes, y tú quieres orar por mí?”   Parece que la cara que puse fue como la de un niño malcriado cuando el papá le niega comprarle un dulce.  Ella me dio un abrazo y me dijo que el cansancio la tenía rendida, que estaba acatarrada y que aunque quisiera, no podía hacer absolutamente nada por mí.

Me fui al cuarto para vestirme, pensando que sería uno de esos días para “ajustarme el pantalón y defender mi pureza a toda costa.” Al regresar a la cocina, allí estaría mi esposa para despedirse de mí con un abrazo y los ojos casi cerrados.  Entonces, al momento de salir por la puerta, mi amada esposa extendió su brazo y me dijo:  ”Declaro una unción de agua fría sobre ti durante todo el día…  Te amo…”  

No pude contenerme y me eché a reír.  Con “unción de agua fría” o sin ella, me mantendría puro en la calle.  Quizás esperaba que mi esposa me cubriera de otra manera, pero su amor siempre me ha cubierto. Ese amor que nunca se quitó, a pesar de mis mentiras e infidelidades. Ahora, yo podía recompensarle ese amor con mi fidelidad, con mi pureza…

No, no siempre mi esposa podrá cubrirme en el lecho conyugal, pero siempre me cubrirá con su alma, con su amor, con su fidelidad, con su compromiso de luchar a mi lado. Ahora, ser sincero, ser trasparente trae una ganancia extraordinaria a mi vida, a la vida de mi famili ¿Podré arriesgar esto por un rato de placer clandestino, alejado del verdadero Amor, alejado de mi esposa?  Nunca jamás.  Nunca, nunca, nunca me lo permita Dios.  ¡Eso también pido para ti!

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!


PD: Escucha el audio testimonio de Edwin Bello de cómo pudo vencer a la lujuria sexual.  Presiona pureza sexual para acceder.

Escucha todos los miércoles a las 10PM (GMT -4:00) nuestro programa radial, “Pureza Radical” por www.restauracion1580am.com  (“Radio Restauración, Tu Frecuencia Sanadora, Llegando a las Naciones”)


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