Pureza Sexual … HERMANADOS POR EL DOLOR

Saludos nuevamente a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

Señor, ¿para qué sirve todo este dolor?  Fue una pregunta que le hice a Dios en innumerables ocasiones mientras intentaba salir de la prisión esclavizante de la lujuria sexual y buscar en Cristo ese bálsamo que diera sanidad a mis heridas.  Hace seis años, al asistir a un retiro de varones de la Iglesia Torre Fuerte, de un fin de semana, la respuesta de Dios llegó de manera contundente.

Durante un taller sobre la pasión de Cristo en la Cruz, se levantó Su voz en mi corazón para decirme:  “Ese dolor sirve para hermanarme a ti y a otros…  Porque en esta Cruz, llevo el dolor de todo hombre que ha sufrido la violencia y explotación sexual.  Que el dolor que has vivido te ayude a hermanarte con otros hombres que luchan tu misma lucha.  Cuando ellos vean que tu dolor es el mismo dolor de ellos, tendrán una lucha en común y un ejército se levantará.  Entonces, sanarán…”

Al reflexionar sobre estas palabras, el pasaje de Isaías 53 tomó otro significado.  Ahora, las frases “varón de dolores” y “experimentado en aflicción” no solo habla de Cristo, sino de su invitación a que lo imitemos y nos identifiquemos con el dolor de otros hombres.

Durante estos pasados tres años, el dolor me ha hermanado a cientos y cientos de hombres de todo el Caribe, EEUU e Hispanoamérica que luchan junto al ejército de hombres de este Ministerio para derrotar a la lujuria sexual en sus vidas.  No he visto los rostros de la mayoría.  Tampoco me he sentado en una mesa con ellos a tomarme un café o compartir la cena.  No obstante, los lazos de este Ministerio y sus luchas nos unen.  Por razones obvias de confidencialidad y anonimato, me abstendré de mencionar sus nombres u otros detalles que pudieran identificarlos, pero es importante honrar su valentía, porque decidieron perdonar, amar y buscar de Dios en las circunstancias más extremas.

Sin duda alguna, sería “religioso” decir que el dolor no debe unir a los hombres Cristianos de un Ministerio.  Para muchos, el dolor puede sonar muy “carnal,” muy derrotista y carente de fe.  Pero, me pregunto, ¿qué sintió Cristo en la Cruz mientras su cuerpo fue destrozado brutalmente entre injurias y golpes, a fin de poder llevar el pecado de toda la humanidad sobre Él?  Sí… El sintió nuestro dolor y al sentirlo, se hizo uno con nosotros…  Sí, como dice Isaías 53, “por sus heridas hemos sido sanados”.

Así, durante estos años, mi Señor me ha permitido sentir el dolor de ese hombre vendido como objeto sexual por su madre cuando a penas contaba con 8 años, para poder comprar comida para el resto de la familia.   Sí… He sentido el dolor del hombre abusado sexualmente por sus propias hermanas y que, al crecer, lucha con el homosexualismo por el pánico que esta experiencia le causó.

Veo diariamente los testimonios de hombres que fueron violentados sexualmente, heridos, despreciados y marcados con profundas heridas que no dejan de sangrar profusamente.  Para aumentar más el dolor, veo a personas de autoridad en la Iglesia –pastores, ministros y líderes– que utilizaron esa autoridad para ganar la confianza de estos hombres.  Al final de un camino torcido por la lujuria, estos hombres acabaron siendo explotados sexualmente por quienes fueron llamados por Dios para ayudarles.

Veo a hombres marcados por el cinismo y el sarcasmo de un Cristianismo de apariencias; un Cristianismo utilizado a conveniencia, donde la pureza es un “disfraz” que se usa parte del dia, para luego intercambiarse por la vestimenta más común: la de lujuria sexual.  Muchos de estos hombres no quieren saber nada de Dios, porque sus explotadores y abusadores sexuales fueron personas supuestamente Cristianas, con una vida dedicada al Señor.  Sólo cuando estos hombres reciben la convicción de que Cristo padeció su dolor, pueden hacer las paces con Dios y tener una relación con Él.

De entre estos hombres, recuerdo sobretodo, el dolor de un hombre que se convirtió en amigo y soldado de luchas a mi lado por varios años, aun antes de que este Ministerio naciera.  Cuando lo conocí, este hombre destilaba violencia en todas sus acciones y estaba al borde del divorcio por sus conductas lujuriosas y violentas. Nacido dentro de una familia pastoral, comenzó a ser sodomizado desde los 9 años de edad por su propio padre, un pastor retirado –enfermo del alma y de la mente– que se quedaba en su casa con él.   Luego de vestirlo de mujer, calzarlo con los tacos de su esposa y pintarlo con su maquillaje, lo obligaba a modelar esta vestimenta frente a él para satisfacer sus deseos lujuriosos mediante la masturbación.  Luego vendría la sodomía, el sexo oral y el abuso sicológico mediante amenazas. Mientras este abuso brutal ocurría, la madre de este niño pastoreaba su iglesia en Nueva York, creyendo que su hijo estaba protegido en los brazos de su padre.

Durante años, este hombre luchaba con horrendas fantasías de cómo sería poder sodomizar y matar a su propio padre, para devolverle las mismas heridas que había recibido de él.  Al final, el amor de Dios venció sobre el odio, el temor y el resentimiento.  Antes de que su padre muriera, este hombre pudo arrodillarse ante aquel lecho de muerte y sostener las mismas manos que lo violentaron tantas veces para decirle:  ”Papi, te perdono. Puedes irte en paz; todo está cancelado en el pasado.”

También recuerdo vivamente el dolor de un hombre que fue expuesto a la pornografía de la forma más bárbara posible.  Al ser invitado por su hermano mayor a ver películas pornográficas para ser iniciado en la masturbación, este hombre se percató que la mujer que salía en las escenas de sexo explícito era su propia madre.  Al dejar escapar un grito para denuciárselo a su hermano mayor, éste le dijo:  ”No te preocupes… No te enfoques en su cara, concéntrate en las otras parte de su cuerpo para masturbarte.”   Ese hombre tenía 11 años de edad.  Con el paso del tiempo, este hombre se percató que las escenas de sexo en aquellas películas mostraban a múltiples parejas sexuales con su madre.  Luego, cuando tuvo más edad, pudo comprender que su madre se dedicaba a la prostitución.

Cientos de otros recuentos similares se han vertido en las “Trincheras” de este Ministerio por los pasados tres años.  Al abrir su corazón, estos hombres valientes han mostrado las “cartas” de sus vidas, para que sean leídas y conocidas por todos los hombres.  Estos hombres se han convertido en cartas abiertas, rompiendo la atadura del secreto, la vergüenza y el silencio que los inmovilizó por media vida.  ¿Cuál ha sido el resultado?  Semillas de restauración han comenzado a germinar en ellos.  Estos hombres han aprendido a llorar junto a otros hombres, a abrazar y recibir abrazos, a ser vulnerables y transparentes, a ministrar y ser ministrados.  En fin, como dice la carta de Santiago, al compartir sus historias de vida, sus luchas, sus tentaciones y caídas, estos hombres han comenzado a vivir sanidad.

Por lo anterior, es imperativo preguntarte: ¿Eres una carta abierta de pureza, o un pergamino de lujuria enrollado por el miedo y la mentira?  Sé que no es fácil abrir el corazón, pedir ayuda y reconocer esta lucha. Pero no hay otra ruta posible si queremos alcanzar el llamado de Dios.  En secreto, en aislamiento, en nuestra propia fuerza, seremos derrotados.

Hoy puedo asegurarte que tu dolor te cualifica.  Tu historia de abuso y explotación sexual te hermana a tantos otros hombres que luchan por vivir una vida de pureza.  Tus luchas por vencer a la lujuria sexual te hacen miembro de este ejército de valientes.  Pero, aún así, te toca a ti decidir.  Podrás decidir seguir luchando en aislamiento, en soledad, en secreto, o dar un viraje, para que comiences a luchar junto a este ejército.  Nunca olvides que la carga que se comparte, siempre pesa menos y nos da mayores oportunidades de victoria.  No es lo mismo sentirse desfallecer al llevar una carga solo, que escuchar las voces de otros hombres al lado tuyo, animándote a seguir, dándote alientos para que no dejes caer la carga.

Si te identificas con nuestra lucha y tienes la oportunidad de asistir a una Trinchera de este Ministerio –en vivo o virtual por la Web– no dejes de hacerlo, no lo postergues más.  En ellas verás cómo el dolor nos hermana como soldados de un mismo ejército y cómo, luego del dolor, seguimos estrechando lazos mediante un mensaje restaurador de esperanza y libertad.  Poco a poco podrás ver cómo otros hombres han comenzado a dar frutos extraordinarios de pureza; cómo sus vidas han comenzado a restaurarse; cómo se han convertido en mejores padres, hijos, hermanos, esposos; cómo su relación con Dios ha alcanzado otras alturas; cómo las cadenas de la lujuria sexual se han roto y esta esclavitud se ha convertido en una pesadilla del pasado.

Permite que en la Trinchera, tu dolor te hermane a otros hombres valientes. Luego será tu mensaje de esperanza –producto de una vida restaurada y libre de la lujuria sexual– el que te una a este ejército de soldados valerosos.  Entonces, un día, podrás dar por gracia, lo que por gracia has recibido.

Al presente, el mensaje de Hombres de Valor, Hombres de Verdad está llegando mediante la Internet a 23 países.  En cada uno de estos países se necesitan líderes, hombres comprometidos y apasionados con el mensaje de pureza radical. ¿Serás tú uno de esos hombres?  ¿Podrás discernir los tiempos que estamos viviendo y la guerra que se avecina para defender la integridad de nuestras familias y de la Iglesia? ¿Podrás verte en el frente de guerra, luchando y siendo instrumento de libertad para incontables vidas?

Hemos sido llamados a conquistar a este mundo erotizado y esclavizado por el dios sexo.  Hemos sido llamados a abrir toda prisión donde se encuentre un hombre atado a la lujuria sexual. ¿Te atreverás? ¡Atrévete! ¡Así lo declaro por tu vida y por la vida de tus generaciones venideras!

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!


PD: Escucha el audio testimonio de Edwin Bello de cómo pudo vencer a la lujuria sexual.  Presiona pureza sexual para acceder.


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