Pureza Sexual … HIJO MÍO, RECUÉRDAME LA PUREZA QUE TE ENSEÑÉ

Saludos nuevamente a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

Para aquellos que piensan que los niños no tienen nada que enseñarle a un adulto sobre el sexo, tal vez esta historia les hará cambiar de parecer.  Porque la realidad es que nuestros hijos son radares sensitivos que captan toda señal que viene de nosotros.  Así fui yo de pequeño.  Siendo el hijo del medio, mi mamá siempre me dijo que era “igualito a mi padre, como dos gotas de agua…” Cada vez que escuchaba esa frase, mi pecho se hinchaba de orgullo y una sonrisa se dibujaba en mi rostro. Porque para mí, mi padre era lo máximo; era la mezcla extraordinaria de todos los super-héroes y sus poderes en la figura de un personaje impresionante.  En fin, mi papá era el héroe de todos los héroes, el de poderes, valentía y sabiduría nunca antes vistos.

Así quise imitar a mi padre, como tantos de nosotros quisimos imitar a nuestro personaje favorito de los “comics”.  Vestir como él, hablar como él, actuar como él…  Esa era la meta.  ¿Puedes verte en ese espejo?  ¿Cuántas veces, cuando niños, salimos del cuarto de nuestro papá –o del abuelo– disfrazados de adulto, con la camisa, los zapatos y la corbata de ellos?  Anhelamos parecernos a nuestros modelos paternos.  Tenemos hambre y sed de pertenecer y ser imagen y semejanza de nuestros padres.  No debe sorprendernos, porque ese anhelo fue depositado en nosotros desde la creación: En lo profundo de nuestro corazón, existe la huella eterna del Padre que al formarnos nos dijo:  “Te haré a Mi imagen y semejanza, para que nadie dude de dónde vienes.”

Pero a medida que crecimos, nuestros ojos inocentes –salpicados de historias fantásticas– comenzaron a ver más allá. Pudimos ver que, detrás del imponente escudo y la brillante armadura, nuestros padres carecían de poderes sobrenaturales; más bien, estaban revestidos de una humanidad que es imperfecta; una humanidad impactada por el legado que recibieron de sus padres, o quienes los criaron.  Así, muchos de nosotros recibimos el modelaje incorrecto de nuestros super-héroes de crianza.  Sin poder diferenciar entre lo correcto y lo que no lo es, copiamos de ellos lo bueno y lo malo.  Sin saberlo, nos pusimos los zapatos, la camisa y la corbata que nuestros padres usaron para caminar, en secreto, en apariencias, las sendas torcidas y alejadas de Dios.

Hoy, nuestros recuerdos de la infancia y las conductas que copiamos de nuestros padres o de aquellos adultos que nos criaron, nos hablan de lo que podemos enseñarle a nuestros hijos para enriquecerlos o deformarlos en el seno del hogar.  Sí, podemos ser modelos de pureza e integridad para nuestros hijos, pero sus ojitos y su frágil corazón también estarán receptivos al modelaje de lujuria y de perversión.  La decisión es nuestra.  Ahora bien, sí puedo garantizarte algo:  Si decides enseñarle pureza a tus hijos, pero decides no vivirla, la realidad es que no les estarás enseñando pureza; les estarás enseñando hipocresía revestida de un doble vida.  Porque ellos se darán cuenta de la contradicción entre tus palabras y tus acciones.  Ellos se darán cuenta que mientes, porque no vives lo que predicas.

¿Qué puedo recomendarte con todo el corazón? Acepta el reto de vivir y enseñarle pureza a tus hijos.  Así, puede ser que un día, tus hijos puedan recordarte las lecciones de pureza que tú les enseñaste, para animarte a caminar el camino correcto. Así, puede ser que un día, tus hijos puedan defenderte más que un corpulento guardaespaldas en un momento de peligro lujurioso.

Así me pasó recientemente con Pedro, mi chico más pequeño…  Desde que nació, han sido muchas las veces que él me ha visto desviando la mirada frente al televisor cuando un anuncio comercial o una escena impropia salen de repente, mostrando imágenes sensuales en una playa, un baño, o una cama.  Un día, su curiosidad no resistió más y me preguntó: “Papi, ¿por qué es que tú haces eso, por qué miras para otro lado?”  Ese fue el comienzo de mi primera conversación sobre pureza sexual con mi hijo, que todavía no tenía cinco años:  “Mi amor, es que cuando salen esas mujeres con poca ropa, yo miro para otro lado para que mis ojos no se llenen de esas mujeres.  Yo sólo miro a mamá, porque ella es mi esposa, es la mujer que Papá Dios hizo para mí, y no tengo que mirar a otras mujeres.  Tu y yo somos hombres de valor, hombres de verdad; somos hombres de una sola mujer. ¿Entendiste, mi amor?”  Su cara resplandeció y, riéndose, me dijo: “Sí, Papi, te entiendo…”  Pensé que su tierna respuesta era para agradarme, a pesar de no entender “ni papa” de lo que le había compartido.  Pero el tiempo se encargaría de arrojarme luz sobre la contestación que Pedrito me había dado.

Un día, llegamos a la casa cansados por la noche y mis nenas, Adriana y Ana, habían dejado grabando un programa donde concursaban jóvenes cantantes de Estados Unidos.  Era el día de la final y ambas tenían su finalista favorito.  Al sentarnos a ver el programa, mi cansancio quería vencerme, pero me quedé viendo el concurso.  De repente, salió Marc Anthony cantando una salsa en español y eso me animó.  Pero sin darme cuenta, en el trasfondo, estaba su conocida esposa, bailando al compás del ritmo latino.  Al enfocar mi mirada y darme cuenta de lo que estaba pasando, pensé “pues miro a Marc Anthony y no miro a J Lo.”  Así pasaron 30 segundos, cuando escuché la voz Pedrito con firmeza:  “Papi, ¿esa mujer tiene poca ropa?”  Al escuchar su pregunta, sólo pude pensar que muchos abogados con décadas de experiencia no habrían hecho la pregunta mejor, porque yo sabía muy bien hacia dónde mi hijo se dirigía.  Le contesté, con la vergüenza lastimada, “sí, papito, esa mujer tiene poca ropa…”  Entonces, sin esperar un segundo, el chico me dijo: “¿Entonces, por qué tu no estás mirando para otro lado?”  Sólo pude decirle, “gracias, mi amor, gracias por ayudarme; tienes toda la razón..”  Ahí, desviando la mirada, al ritmo de la pegajosa salsa, mis ojos se cruzaron con los ojos de mi hijo, que también estaba mirando en otra dirección.  Allí, entrelazados con la mirada, vi su cara de satisfacción que me decía, “ayudé a papá…”  Allí, pude entender que la pureza que le enseñe a mis pequeños, puede regresar a mí para salvarme la vida.

Hoy doy gracias a Dios por el enorme privilegio de ser padre; por la oportunidad de enseñar pureza a mis hijos; por el honor de construir día a día un legado de pureza para sus vidas.  No hay nada más valioso que modelarles y enseñarles a ellos lo que es tener una relación viva con Dios y vivir a la altura de Sus anhelos para nosotros.  Hoy sé que la semilla de pureza que he sembrado en Pedrito, en Adriana y en Ana ha encontrado terreno fértil.  Dios me permita continuar regándola hasta el último aliento de mi vida.

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!


PD: Escucha el audio testimonio de Edwin Bello de cómo pudo vencer a la lujuria sexual.  Presiona pureza sexual para acceder.

Escucha todos los miércoles a las 10PM (GMT -4:00) nuestro programa radial, “Pureza Radical” por www.restauracion1580am.com  (“Radio Restauración, Tu Frecuencia Sanadora, Llegando a las Naciones”)


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