Pureza Sexual … ¿CUÁL DE LOS ZAQUEOS VIVE EN TI?

Saludos nuevamente a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

“Y un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de los recaudadores de impuestos y era rico, trataba de ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, ya que él era de pequeña estatura.  Y corriendo delante, se subió a un sicómoro para verle, porque Jesús estaba a punto de pasar por allí.… Y Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes daré a los pobres, y si en algo he defraudado a alguno, se lo restituiré cuadruplicado. Y Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa, ya que él también es hijo de Abraham; porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido.” Lucas 19:2-4; 8-10 

Aquel hombre merecía el desprecio de su pueblo.  Sus riquezas eran producto de la estafa, al cobrar un impuesto injusto a las familias judías.  Diminuto en estatura y más pequeño en moralidad, Zaqueo era el jefe de una mafia de ladrones, llamados “recaudadores”.  Pero en aquella conciencia erosionada por el pecado, todavía retumbaba una tenue voz que le pedía un cambio en su manera de vivir.  Y así, un buen día, sin saberlo, el máximo estafador, tendría una cita divina con el máximo Perdonador.  ¿Sabes por qué?  Porque Jesús se especializa en amar a lo más despreciado de este mundo.

Como Zaqueo, nos ganamos el desprecio de la gente con nuestras acciones.  Al igual que este recaudador despreciable, el peso de nuestros pecados nos hacía cada vez más pequeños y así nos sentíamos.  Podríamos disfrutar de riquezas materiales, pero éramos pordioseros espirituales; estábamos perdidos y hambrientos de un verdadero amor.  Y el verdadero Amor, nos estaba buscando y no lo sabíamos.

Así nos pasamos media vida, hambrientos de amor, con el pecho perforado por nuestras propias pasiones, pero buscando en el sexo eso que el sexo nunca podría darnos: la plenitud reconfortante que sólo emana de Dios.  Y como si la cantidad pudiera vencer a la calidad, buscamos en el sexo descontrolado y constante una paz que se evaporaba a los pocos segundos después de cada encuentro pecaminoso.  Pero todo cambiaría un día en que nuestros caminos de oscuridad fuesen alumbrados por los pasos de aquel Nazareno incomparable.

Allí, en aquel día marcado en los cielos, oímos de Jesús; oímos que El estaba a punto de pasar por aquella calle, saturada de gente.  ¿Has estado en esta posición?  ¿Habrá pasado Jesús cerca de ti, y no pudiste verlo?  ¿Se te volverá a escapar la oportunidad hoy?  La respuesta de nuestro corazón no se hizo esperar. Nada ni nadie impedirá que hoy le veamos. Hasta que nos dimos cuenta que nosotros éramos el mayor obstáculo en nuestro caminar hacia Dios.

¿Podrás contar las veces en que fuiste saboteador de tu propia pureza, piedra de tropiezo en tu restauración? Y es que, al igual que Zaqueo, nuestra impureza sexual nos había convertido en enanos y miopes; hombres sin estatura suficiente para ver al Señor.  ¿Qué prevalecerá, tu enanismo de pecado, tu miopía, o tu hambre por ver al Salvador?

Dios presentó a Zaqueo una oportunidad, un reto, en forma de árbol. ¿Estaría este hombre dispuesto a elevar su vida, subiendo poco a poco, rama a rama, hasta alcanzar con su vista a Jesús?  Es en estos momentos que el hombre empequeñecido por el pecado sexual está en la mayor encrucijada de su vida: Decidir si se conforma con su pequeña condición atada, o lucha contra ella para engrandecerse y exaltar a Dios.  Zaqueo supo qué hacer ante este dilema: “Corrió adelante” y “subió”.  Asimismo, el hombre decidido a dejar atrás su esclavitud sexual, luchará contra la pequeñez espiritual que bloquea su visión.

No te conformes con saber que Jesús pasó por ahí, cerca de ti.  Hoy te toca a ti verlo; ésta es tu oportunidad.  Corre adelante y sube, sin miedo, en confianza. Hoy dejarás de ser enano y miope; hoy serás un gigante visionario.  Hoy te invitamos a escalar.  Sube, porque Jesús quiere ver tu hambre por verlo.  Y cuando llegues a la altura correcta, la pequeñez de tu impureza sexual se habrá disipado.

Y allá arriba, no solo tú podrás ver a Jesús; El también podrá verte a ti. Podrá ver tu hambre por El, tu necesidad de Su perdón.  Es por esto que Jesús conocía el nombre de ese ser subido al árbol, ese hombre tan pequeño en estatura, pero el más grande entre la multitud por el peso de sus pecados, ésos que solo Jesús puede ver dentro del corazón.

Espera por su invitación, porque El vendrá a cenar en tu casa. Y allí, El anhela transformar tu vida.  Acepta su invitación.  Y recuerda: El tiene el poder para transformarte y hacerte puro.  Lo hizo con un hombre llamado Zaqueo.  Lo puede hacer contigo.

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!

PD: Escucha el audio testimonio de Edwin Bello de cómo pudo vencer a la lujuria sexual.  Presiona pureza sexual para acceder.


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.