Pureza Sexual … CUANDO NO ES SÓLO LA LUJURIA SEXUAL QUIEN TE ESCLAVIZA

Saludos nuevamente a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

Siempre fui un niño tímido y callado, inmerso en mi mundo de ideas y relatos fantasiosos.  Ese mundo de aventuras fantásticas, de poderosos súper héroes e imponentes villanos.  Pero mi mundo también entretejía  aquellas otras historias imaginarias, salpicadas de sexo y lujuria, impactadas por mi mente; una mente manchada por el abuso sexual, la pornografía y la violencia.

Esas eran las historias donde mi mente lujuriosa y promiscua extendía alas para adentrarse en el reino de la oscuridad, donde revivía aquellos encuentros sexuales que no entendía entre mi victimaria y mi persona.  Entonces, trastocaba en esas historias las caras y los cuerpos para insertar otros personajes más reales, como alguna chica de la escuela, mis maestras, y hasta las madres de mis compañeros.  Sin poder detectarlo ni entenderlo, mi mente estaba contaminada con dos caras del sexo torcido: la fantasía sexual y la pornografía.  Estas serían el combustible y la materia prima para construir más perversión explosiva.  Tenía 11 años de edad.

Mirándome a mí mismo, despreciaba esa timidez que me hacía ver tonto e inseguro, más niño y menos hombre, más ingenuo y más inocente, cuando –en realidad–  mi corazón bombeaba lujuria y malicia. Poco a poco, aprendí a despojarme de la timidez, para convertirme en una persona atrevida, habladora y sin temor a traspasar fronteras con las otras personas.  Logré esa transformación en mí utilizando un potente veneno que me acompañaría por media vida, agarrado de la mano de la lujuria sexual.

Ocurrió que durante las épocas Navideñas, mi casa se convertía en un lugar de constante celebración.  En estas fiestas, primos y jóvenes mayores que yo aprovechaban el descuido de los adultos para molestarme y convertirme en un juguete de sus caprichos.  Uno de los juegos era obligarme a entrar en una competencia de tomar alcohol junto a otros primos de mi edad, para ver quién se embriagaba más rápido.

Fue en uno de estos juegos que comprobé el poder transformador del alcohol en mi vida.  A medida que tomaba los tragos que me daban, me sentía más audaz, más expresivo y atrevido.  El alcohol destruía mis inhibiciones y mi timidez.  Me atrevía a decir y hacer cualquier cosa, mientras el alcohol hacía sus efectos.  El miedo desaparecía.  Nada me frenaba.  Me convertía en súper héroe de mi propia historia fantasiosa.

Luego de esos incidentes Navideños, recuerdo ir a la barra que mi padre tenía en el patio.  Allí, tras el mostrador, él guardaba las cajas de cerveza.  Recuerdo que cada caja tenía unas botellas algo pequeñas y que las mismas se podían abrir con la mano.  Para evitar que no me sorprendieran tomándome las cervezas frías de la nevera, decidí bajar al patio y tomarme las cervezas calientes de estas cajas.  Luego de tomarme al menos 3 o 4, las cerraba y las ponía vacías dentro de las cajas.

Nunca me preguntaron nada sobre las botellas vacías de cerveza que aparecían misteriosamente dentro de las cajas en la barra del patio.  Así comencé a medicarme con alcohol, buscando escapar de la realidad, anestesiando el dolor y matando la timidez.  Eso me permitiría abrazarme más a la lujuria, atreverme a realizar más conductas atrevidas.  De esta manera, el alcohol me ayudó a entrar en otras conductas de mayor riesgo fuera de mi casa, tales como el “voyerismo” y el invadir las gavetas de otras casas a donde iba de visita con el fin de encontrar parafernalia sexual y pornográfica.

A partir de mis 11 años, el alcohol se convirtió en amigo inseparable de la lujuria en mi vida. Embriagado, me convertía en otro tipo de persona, capaz de realizar todo tipo de espectáculo.  Al llegar a la Universidad, comencé a mezclar el alcohol con el cigarrillo.  Estas eran las mechas que encendían una secuencia de conductas lujuriosas.  Con mi mente alcoholizada, me creía capaz de seducir con mis palabras a cualquier mujer y mostrarle una fachada extrovertida, segura y atractiva, cosa que dentro de mí –sin alcohol corriendo por mis venas– nunca habría podido hacer.

Con el paso de los años, el alcohol se convirtió en una venda que cegaba mis ojos y me permitía entrar en el oscuro mundo de los negocios de sexo en la calle.  El alcohol me permitía correrme riesgos en lugares peligrosos, donde la policía intervenía con redadas para arrestar a prostitutas y sus clientes.  En más de una ocasión me vi cerca de ser arrestado, pero nada me detenía.  ¿Sabes por qué?  Porque la lujuria sexual destruye nuestra capacidad de medir consecuencias, de frenar para evitar que nuestra vida se siga dañando y exponiendo a constantes peligros.  Porque la lujuria sexual se convierte en una voz que toma control de tu consciencia para decirte que nunca serás atrapado, que tus mentiras nunca serán descubiertas, que nunca serás parte de un escándalo sexual.

He querido compartirte estas experiencias porque, con mucha frecuencia, hombres atados a la lujuria sexual también sufren de otras ataduras que se combinan para vencer miedos, romper inhibiciones y anestesiar culpas.  Sólo así, estos hombres podrán lanzarse al ruedo descontrolado de los impulsos carnales.

¿Has podido reflexionar sobre esta posibilidad en tu vida?  ¿Utilizas el alcohol, las drogas, el cigarrillo, la comida, los juegos de azar y otras conductas compulsivas para despertar y acelerar a la lujuria sexual? Si este es tu caso, debes entender que batallando sólo contra una atadura no podrás vencerlas a todas. Es virtualmente imposible mantener en raya a la lujuria sexual si sigues ingiriendo alcohol o usando drogas ya que, si siempre las has combinado, el uso de una te causará un impulso descontrolado por usar las otras.

Otros hombres combinan a la lujuria sexual con otras ataduras más sutiles y que no tienen un aura de ilegalidad en ellas.  De hecho, estas otras ataduras tampoco denotan un rompimiento con principios Cristianos, pero aún así causan daños y pueden encender la mecha de la lujuria sexual.  Ejemplos de estas ataduras son la obsesión por los deportes y pasatiempos peligrosos y extremos, donde la adrenalina se dispara.

También podemos hablar del hombre adicto al trabajo, al poder, al control, a la fama y al reconocimiento público.  Estos hombres combinan estas conductas para causar que la lujuria sexual se acelere y pueda manifestarse, independientemente de la timidez, inseguridad y el miedo que puedan tener.

Hoy, pido al Señor que te permita ver la naturaleza total de tu atadura, a fin de que las cadenas se puedan romper y seas libre.  Recuerda que Dios quiere tu libertad por completo, en plenitud.  Una libertad a medias no te permitirá vivir una pureza radical, completa y comprometida.  No permitas que la negación, la trivialización y el conformismo, te hagan ver las otras ataduras –tales como el alcohol y las drogas– como un problema separado.

Si anhelas ser puro, anhela ser libre de toda atadura.  Si anhelas ser libre, sé libre de todo lo que te ha esclavizado.  ¡Pido a Dios esa promesa para ti!   ¡Con la gracia y el poder de Dios, puedes lograrlo!   ¡Atrévete!  ¡Créele a Dios y El te cumplirá!

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!


PD: Escucha el audio testimonio de Edwin Bello de cómo pudo vencer a la lujuria sexual.  Presiona pureza sexual para acceder.


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