Pureza Sexual … DE LO PORNO A LO PURO

Saludos a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

La conocí en una noche igual a tantas otras, solo, pero en medio de una multitud, donde mi disfraz de euforia escondía un corazón hueco y triste; sumido en la algarabía y el disfrute pasajero de otros seres desconocidos; perdido en un mar de gentes, buscando cómo llenar los vacíos del alma con alcohol y sexo. Y allí, Dios me tendería una insólita trampa que en lugar de apresarme, me liberaría; que en lugar matarme, me salvaría la vida.

Ella había llegado a aquel lugar para celebrar el cumpleaños de una amiga.  Yo había llegado allí para tomar mi asiento de siempre, en aquella barra, donde me ahogaba en alcohol; aquel lugar de encuentro para extraños esclavizados; aquella barra que era testigo cayado de mi perdición.  Alejado de la barra, el establecimiento servía comida a otros clientes que allí llegaban.

Entonces, en el medio de la oscuridad, mis ojos cruzaron todo el salón para observarla.  Durante años, no pude descifrar qué fue lo que causó que fijara la mirada en ella y que me armara de valentía para levantarme de la barra y llegar hasta ella para hablarle.  Su rechazo era de esperarse.  Yo era otro extraño en medio de esa jungla amenazante; uno como muchos, aparentando buenos modales y escondiendo tras una sonrisa la agenda oculta de la lujuria sexual.

No obstante, después de un tiempo, insistí cuando la vi acercarse a comprar una botella de agua y me adelanté a pagarla.  Por agradecimiento, ella cruzó unas palabras conmigo; palabras que se convirtieron en una conversación amena; conversación que se convirtió en muchas conversaciones posteriores.

Mucho tiempo después entendí que nada hice para merecerme conocer a Solimar, mi futura esposa.  La conocí porque Dios quiso; porque en su eterna misericordia, el Padre la utilizaría a ella para enseñarme su Amor; para ofrendarme el increíble regalo de su abrazo inmerecido.  Aún sin conocerle, sin respetarle, sin servirle ni amarle, Dios siempre me amó y decidió utilizar a mi esposa como el comienzo, el cimiento de un extraordinario proceso de restauración para llevarnos de regreso a su casa.

Así, pude entender que cuando mis ojos se posaron sobre ella en aquel negocio abarrotado de gente, lo que realmente ocurrió fue que la mirada de Dios se había posado sobre nosotros y la mano de Dios comenzó a mover las fichas de nuestras vidas en su tablero eterno.  Sí, mi esposa me enseñó a amar y a amarme.  Ella fue quien me dio la primera lección de lo que es comenzar de nuevo.

A pesar de que el mundo me descalificó, me tildó de fracasado y descartado, ella vio en mí una pizca de posibilidad.  Ella me vio como Dios me veía, derrumbado, pero no derrotado, desorientado, pero no perdido, apabullado, pero no muerto.  Y esos ojos, llenos del amor de Dios, me enseñaron a verme de manera diferente, me enseñaron a creer en mí nuevamente.

¿No es de eso que se trata el bendito Amor de Dios?  Porque Dios conjuga el verbo “amar” de las maneras más inverosímiles.  Él ama a quien todo el mundo desprecia; Él ama lo que está manchado; Él ama lo feo y demacrado.  ¿Sabes por qué?  Porque Dios ama lo que está cubierto por el pecado.  Porque el Amor de Dios ve más allá, cuando lo feo, lo despreciable, lo manchado ha sido quitado por la sangre redentora.

Hoy doy gracias a Dios por aquella noche.  Por aquel comienzo.  Por aquella mujer que decidió mirar dentro de un corazón herido y enfermo para ver en él algo bueno en medio de tanta maldad.  Ahora, mirando hacia atrás, puedo ver que con Solimar, Dios me permitió comenzar un largo proceso que me enseñaría a mirar y respetar a una mujer sin lujuria, sin considerarla un objeto sexual.  No sería fácil.  No sería rápido.  Pero la Palabra de Dios y el convencimiento en el corazón de mi esposa eran mi garantía: Sin importar lo dificultoso y lento, este camino sería caminado.  Este camino sería conquistado y, al final, llegaría a un desenlace victoria.

No sé cuántos hombres casados leen este Blog y cuentan con el apoyo de sus esposas para hacerle la guerra a la lujuria sexual.  Lo que sí sé es que tener a tu esposa al lado tuyo, como aliada, como compañera de luchas te dará una ventaja increíble frente al enemigo.  Busca su apoyo.  Ahora bien, este apoyo conllevará un alto costo.  Es el costo de la desconfianza quebrada, del corazón traicionado, del amor engañado y de todos esos sueños derrumbados.

No obstante, te tengo noticias.  Dios ha puesto en el corazón de tu esposa una capacidad sobrenatural para perdonar, para sanar y recobrar fuerzas y confianza.  Sí….  Tu esposa puede ver, como Dios ve, más allá de la suciedad del pecado.  Pero para que eso pase, ella necesitará alimentar su alma con el nuevo hombre que Dios anhela para ti.  Comienza a caminar; paso a paso, el estrecho camino de la integridad; comienza a dar frutos de pureza; erradica la mentira y la doble vida de tu ser.  Si ella ve esos cambios en ti, comenzará a mirarte con ojos de esperanza, con ojos de posibilidad ante un futuro difícil, pero no inalcanzable.  ¡Compromete toda tu alma, todo tu espíritu y todas tus fuerzas para la restauración de tu vida y verás que con tu transformación, tu esposa también será transformada!

Y para que puedas construir un cimiento sólido, me atrevo a sugerirte algunos principios que te mantendrán en la dirección correcta.  Son algunas sugerencias, dentro de las muchas que me ayudaron en el camino, y que pueden ayudarte en la escalada hacia tu pureza.  Aquí me limito a enunciarlas:

  • Camina hacia la pureza de tu esposa; no pretendas que ella sea arrastrada hacia la lujuria que te ha derrotado.
  • Elimina la mentira del lenguaje con tu esposa, por más pequeña que sea.
  • Aspira a ser un libro abierto con tu esposa, donde puedas hablar con ella, si rodeos, sobre tus luchas y necesidades sexuales.
  • Busca amar a tu esposa con un amor que no dependa o esté condicionado al sexo.
  • Acepta y ama la sexualidad de tu esposa tal y como es; amándola tal como es será semillero para otros cambios.
  • Convierte a tu esposa en tu mejor aliada a la hora de hacerle la guerra a la lujuria sexual.
  • Ora junto a tu esposa y aliméntate espiritualmente junto a ella.
  • Estudia y comparte con tu esposa la lectura de libros y otros materiales sobre el tema de la pureza sexual.
  • Anima a tu esposa a unirse a un ministerio para esposas de hombres que luchan contra la lujuria.

Pido al Señor que puedas aplicar estas recomendaciones a tu vida y a tu matrimonio.  ¡Sea Él tu fuerza para caminar este camino y alcanzar el galardón que te espera al final de la jornada!

El camino hacia la pureza ha sido extremadamente difícil.  En muchas ocasiones quise rendirme y salir corriendo.  ¿Qué me mantuvo?  Me mantuvo el amor de Dios dentro del corazón de mi esposa.  Ella siempre fue una participante involuntaria de esta guerra.  Ella no se buscó esta lucha con sus malas decisiones.  Ella tuvo que pelear en el campo de batalla por puro amor inmerecido.  Sí…. Ese amor que me salvó la vida.  Ese amor que se destiló, gota a gota, desde el cuerpo destrozado del Hijo de Dios en la Cruz hasta el corazón de mi amada Solimar para llenarla.   Gracias, esposa mía.  Bendigo aquella noche.

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!

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