Pureza Sexual … EL RUIDO ENSORDECEDOR DE LA LUJURIA SEXUAL

Saludos nuevamente a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

“Mientras iban ellos de camino, El entró en cierta aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Y ella tenía una hermana que se llamaba María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Pero Marta se preocupaba con todos los preparativos; y acercándose a El, le dijo: ‘Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.’ Respondiendo el Señor, le dijo: ‘Marta, Marta, tú estás preocupada y molesta por tantas cosas; pero una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada’.” Lucas 10:38-42

En nuestro caminar atados a la lujuria sexual, siempre procuramos acallar la voz de nuestra consciencia buscando el “ruido” de la rutina diaria.  Escondidos tras nuestros extenuantes trabajos y nuestras “obligaciones” diarias como hijos, esposos, padres, jefes de familia, pasábamos los días esquivando, negando o trivializando aquel rincón oscuro de nuestra vida que nos consumía el alma.  Allí, secretamente, idolatrábamos al falso dios de la lujuria sexual, el ídolo que –aún cuando no queríamos aceptarlo– controlaba cada uno de nuestros pasos.

Con un caminar lleno de excesos, pensamos que la lujuria sexual sería apaciguada si vivíamos una vida compulsiva y exagerada en todo lo demás.  Por eso, nuestra agenda diaria era buscar cómo agotarnos, cómo drenar de nosotros todas las energías para que, al llegar el ataque lujurioso, nuestro cuerpo estuviese tan exhausto que la tentación se desvaneciera como quien sopla una vela.  No obstante, la atadura sexual nos sorprendería.

Como el animal rugiente que conoce cuándo la presa está débil –o herida de muerte– la lujuria sexual vendría con más fuerza en nuestra debilidad, en nuestro cansancio, en los días que más descuidamos nuestra salud, nuestro sueño, nuestra alimentación, para arroparnos despiadadamente.  Así, nuestro Señor ve en nosotros lo mismo que vio en el rostro agobiado de Marta: vivíamos preocupados y molestos.  Vivíamos con una atadura que no nos dejaba vivir, que nos incomodaba y que nos mantenía caminando al borde del precipicio todo el tiempo.

Pero hoy, tienes la oportunidad de escoger, y esta selección tiene el potencial de transformar tu vida.  Hoy puedes escoger entre el ruido de los calderos y sartenes de cocina, el calor de la leña encendida, la cargada agenda de platos por cocinar, el solitario lavado de los trastes, o puedes escoger el estar reposando a los pies de Jesús, mientras escuchas y degustas cada palabra que sale de su boca.

¿Qué habrás de escoger para traer paz a tu vida?  ¿Sabes?  Jesús supo inmediatamente cuál de las hermanas había escogido la mejor parte. No busques acallar a la lujuria sexual con más preocupaciones, más ruido y más cansancio; ella no desaparece de esa manera, sino que crece aún más para adentrarse en tu vida y tomar control de ti.  Todas esas conductas compulsivas han ido dirigidas a huir de nuestra realidad, a evitar acallar el ruido que nos ensordece y que nos impide oír la voz de Dios.

¿Quieres oír nuestra estrategia?  La lujuria tendrá que callarse, si vamos a los pies de Jesús y nos alimentamos de la palabra que Él nos ofrece, para calmar nuestro agitado corazón.  No te conformes con menos.  Ven a los pies del Príncipe de Paz y nútrete de cada enseñanza, de cada parábola, de cada aliento de esperanza.  Y entre más busques de su paz, más se debilitará el caos de la lujuria sexual en tu vida.

Cuando todo el ruido se desvanezca, cuando los calderos y sartenes dejen de desenfocarte, ven a sus pies y busca su descanso.  Él está deseoso que tú te disfrutes su presencia y su pureza.  Después de todo, Jesús está en tu casa.  ¡No permitas que la lujuria sexual te aísle y te robe tu momento!  Jesús está en tu casa, sentado allí, donde tantas veces lo anhelaste.

Y recuerda: No podrás inundarte los oídos con el ruido del pecado sexual y escuchar las suaves palabras de Jesús al mismo tiempo.  O es una, o es la otra.  Te pido que escojas bien.  Escoge el comienzo de tu eternidad a los pies del Hijo de Dios.  Y si te quedase alguna duda, mira detenidamente esos pies y nunca olvides hasta dónde caminaron por ti y por mí.

Nunca olvides hasta dónde sufrieron por amor esos benditos pies, desfigurados y atados a un madero, traspasados por tus pecados y los míos, con tal de comprarte en la Cruz una paz inalcanzable.  Nunca lo olvides… A sus pies, serás libre.

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!

PD: Escucha el audio testimonio de Edwin Bello de cómo pudo vencer a la lujuria sexual.  Presiona pureza sexual para acceder.


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