Pureza Sexual … HAMBRIENTO Y SOLO FRENTE A LA LUJURIA, ¿QUÉ HARÁS?

Saludos nuevamente a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, entonces tuvo hambre. Y acercándose el tentador, le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.  Pero El respondiendo, dijo: Escrito está: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Mateo 4:1-4

En medio de la escasez en el desierto, necesitados y aislados, es dónde y cuándo la lujuria sexual suele atacarnos.  Cuando el hambre se acrecienta; cuando nos sentimos más solos; es cuando el enemigo vendrá con sus propuestas de muerte.

Y al hablar de “hambre” y de “soledad”, no sólo hablamos de esas palabras tal y como se usan comúnmente.  Porque la lujuria sexual puede venir a atacarnos cuando tengamos un “hambre” que no sea la física. Puede ser hambre de amor; hambre de seguridad; hambre de compañía; hambre de reconocimiento; hambre de perdón.

Y al sentirnos “hambrientos”, la lujuria sexual se nos presenta como la anestesia para calmar el dolor que el hambre nos causa.  Y sobre la “soledad”, ¿qué podemos decir?  Que un hombre atado a la lujuria sexual puede sentirse “solo” en medio de una enorme multitud.

Y en medio de un mar de gentes, podemos sentirnos tan solos como si estuviéramos en aquel desierto donde Cristo fue llevado, pero inmersos en un mundo de fantasías, aislados del resto de la humanidad, buscando cómo calmar nuestra soledad, viajando a una tierra irreal de falsa intimidad.

Es por esto que la primera tentación de Cristo en el desierto nos toca tan de cerca.  Porque el tentador esperó calmadamente a que Cristo llegara a las arenas del desierto y pasara por su ayuno de cuarenta días y cuarenta noches para tentarlo.

Más aún, el tentador esperó a que hambre surgiera en Cristo para tentarlo con tal necesidad.  ¿Qué nos dice esto del enemigo?  Para comenzar, que él es paciente y sabe esperar el momento oportuno para atacar.  El enemigo no vendrá a tentarnos cuando estamos acompañados con personas que apoyan nuestro camino de pureza, cuando puede aislarnos en medio de un desierto.

Tampoco vendrá a tentarnos con pan cuando tengamos nuestro estomago lleno, después de haber comido un gran festín; eso te lo aseguro.  Este oportunista vendrá cuando estemos más hambrientos, más débiles.  A él no le importa esperar un poco más de tiempo, si con eso puede encadenarnos apartados de Dios para una eternidad.

Lo segundo que nos dice esta tentación es que el enemigo sabrá con qué tentarnos.  En aquel momento, cuando Cristo sintió hambre, tentarlo con algo de comer era la estrategia a seguir. ¿Y cómo se traduce esto a nuestra lucha contra la lujuria sexual?  Te asombrarás de lo que te diremos.

El enemigo esperará lo que tenga que esperar en el desierto para debilitar nuestra pureza. El enemigo esperará por esos momentos cuando nuestro cuerpo y nuestra mente reaccionen sexualmente.  ¿Qué quiere decir esto? Todos hemos experimentado lo que es esa sensación tipo “olla de presión” donde estímulos sexuales en nosotros van aumentando progresivamente hasta que buscan cómo explotar. Por esto, el enemigo observará, pacientemente, cómo los estímulos sexuales y eventos a nuestro alrededor comienzan a inclinar nuestra carne y nuestra mente hacia el pecado sexual.

Y cuando ya estemos sobrecargados, cuando el hambre por el sexo se dispare y quiera explotar, entonces él vendrá con su tentación a proponernos que saciemos nuestra hambre de alguna forma que manchemos y lesionemos nuestra relación con Dios. ¿No te está curioso que la primera tentación del enemigo para Cristo fuera con una necesidad tan básica como el hambre?  Para nosotros y nuestra lucha contra la lujuria sexual esto revela muchísimo.

Aunque no necesitamos el sexo para vivir y el alimento sí, Dios nos diseñó como seres sexuales, con estímulos y energía sexual que viven dentro de nosotros y que reaccionan ante el mundo sexualizado en que vivimos.  En este sentido, las respuestas sexuales de nuestro cuerpo no son pecado; son una manifestación natural de éste y del diseño divino del Creador.

Lo que determinará si caemos o no en pecado es lo que hacemos con esa respuesta sexual de este cuerpo que Dios nos ha dado. Así, el enemigo plantará en nuestra mente que por ser una criatura sexual, necesitamos el sexo para vivir; que el sexo es similar a la comida y que si no nos “alimentamos” moriremos.  No le creas al enemigo mentiroso.  Sobreviviremos sin sexo.

Si decidimos sujetar nuestra carne y no dejamos que ella nos controle, el sexo se convertirá en algo opcional, dentro del plan y la voluntad de Dios.  Y entonces, ¿qué hacer con todas estas respuestas sexuales de nuestro cuerpo?  Aunque parezca simplista, deberás verlas como eso, cómo una respuesta natural de nuestro ser que debe acallarse, apaciguarse y no alimentarse fuera del matrimonio y el diseño de Dios para nosotros.

Ya abordamos el “cuándo” el enemigo vendrá a tentarte. Ahora podemos abordar el “con qué” serás tentado.  Luego de esperar el momento propicio para la tentación, el enemigo tendrá cuidado en seleccionar el dardo para hacernos caer.  Con respecto a Jesús, el tentador observó su hambre luego del largo ayuno. Y entonces, el enemigo debió observar las costumbres y gustos de Jesús a la hora de alimentarse. Y luego de realizar su investigación, el enemigo buscó el alimento más básico y llamativo para su tentación.

Así mismo hace el enemigo con nosotros cuando nos ataca con la lujuria sexual.  El buscará con qué tipo de “pan” nuestra carne se sentirá más atraída a caer en el pecado.

Para el hombre que lucha contra la pornografía, el enemigo te propondrá que conviertas las piedras en revistas pornográficas.  Para el hombre que lucha contra el adulterio, el enemigo te propondrá que conviertas las piedras en aquellas amantes que mancharon tu compromiso matrimonial. Y para el hombre atado a los prostíbulos, el enemigo te propondrá que conviertas esas piedras en puertas de locales donde encontrarás la venta de sexo por dinero.

Ahora, finalmente, tienes la oportunidad de darle al enemigo una respuesta a sus propuestas de lujuria sexual.  Y como Jesús, pido al Padre que tu respuesta esté revestida de la Palabra de Dios y que comience con un “escrito está…”  Deja  que la Palabra de Dios te guie; que sea tu brújula a la hora de responderle al enemigo.  Porque él esperará un desierto, esperará a ver que el “hambre” despunte por tu horizonte, esperará tu cansancio y entonces, tejerá su propuesta de muerte.

Atájalo con la espada de doble filo, con la Palabra de Dios, y serás fortalecido.  Porque esa Palabra no te dejará desfallecer.  Porque ella es maná para el desierto; es alimento para sostener al más débil, para saciar al más necesitado.  Nútrete de ella y no necesitarás aquellas piedras del desierto. Come del verdadero Pan y nunca quedarás hambriento.  Entonces, la tentación no podrá hacer morada de pecado en tu corazón.

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!


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