Pureza Sexual … “LA PUREZA DE PUERTAS ABIERTAS.”

Saludos a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

“Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.”  Lucas 11:10

Las fiestas Navideñas de los “Santos Reyes Magos” tienen su máxima expresión puertorriqueña en el cálido pueblo de Juana Díaz, donde por tradición centenaria se han recibido a los hermanos patrios y a los turistas que nos visitan para celebrar un verdadero junte de Navidad, lleno de música, comparsas, baile y comida típica de esta temporada.  Aún cuando esta fiesta del 6 de enero ha cambiado con el paso de los tiempos, su esencia  sigue siendo la misma: Compartir en hermandad con los visitantes el calor del hogar en la época Navideña.

Y una de las más hermosas costumbres de este pueblo es que durante esta fiesta, la gente solía abrir sin reservas las puertas de sus casas a todo quien le visitara.  Pero este acto de “abrir puertas” no era en sentido figurado, sino de verdad.  Porque la costumbre era que los residentes del pueblo abrían las puertas de sus hogares para que los visitantes pudieran entrar a compartir los alimentos Navideños, tomarse algún jugo, una taza de café y poder usar el baño.

Por razones obvias, alusivas a estos tiempos modernos donde la maldad y la desconfianza han contaminado nuestro suelo, la tradición Juanadina de abrir sus puertas para recibir y agasajar a sus visitantes, ha quedado relegada a un vestigio del pasado.  Ahora, las puertas de los hogares permanecen cerradas en Juana Díaz, ya que nadie se atreve a recibir un extraño en su casa y arriesgarse a ser asaltado.

De igual manera nos ha ocurrido a muchos de nosotros  con nuestra vida Cristiana y con nuestra manera de ver la pureza.  Con el paso del tiempo, nos hemos olvidado que el mensaje del Evangelio de Cristo a nadie excluye, a nadie descualifica, a nadie deja en la calle.  En estos días, hablando con unos amigos sobre el Ministerio y sus planes de expansión, les hablé de un Concilio de iglesias que estaría interesado en escuchar nuestro mensaje de pureza radical.

Entre sonrisas, ellos me dijeron que el líder de ese Concilio era un hombre atado a la lujuria sexual, que vivía una doble vida llena de pecados sexuales y que no me acercara a él para pedirle apoyo en esta área, porque era un hombre asociado a una vida hipócrita y escandalosa.  Al ver las reacciones de mis amigos, escuche la voz de Dios que me dijo, “¿Pero no fui Yo quien utilizó a un asesino de Cristianos para esparcir el Evangelio?  Yo no excluyo a nadie.  Tampoco lo hagas tú.”

La verdad es que la religión nos ha enseñado a estrechar y empequeñecer la gracia de Dios y a excluir de Su perdón a las personas, que según nuestras experiencias y pre-concepciones, no se merecen la misericordia de Dios.  Hemos olvidado que –como la tradición de Juana Díaz– Dios es un Dios de puertas abiertas, un Dios que invita a TODOS a Su casa, no importando las apariencias ni el historial de vida pasada.

¿Qué  nos cualifica para recibir la gracia de Dios?  Las maravillosas palabras de Cristo en Lucas nos dan una respuesta incomparable: Sólo tenemos que pedir, buscar y llamar a la puerta de Su Casa.  Si podemos entender este principio, habremos descubierto un tesoro espiritual para nuestra vida:  Aún siendo un maravilloso regalo del Padre, recibir Su misericordia no depende de El, sino de nosotros.

Somos nosotros quienes tenemos en nuestras manos la capacidad para aceptar o rechazar su misericordia redentora.  Y así mismo ocurre con nuestra pureza.  Ella se encuentra disponible para el joven que lucha por no caer en la masturbación una vez a la semana, pero también está disponible para el hombre esclavizado por toda una vida a los negocios de sexo por dinero, al adulterio y a la pornografía en el Internet.  Ella está disponible para el hombre que acaba de conocer y aceptar a Cristo, pero también está disponible para el Pastor o el sacerdote que ha servido por décadas y se para en el altar todos los domingos con un profundo sentimiento de culpa y vergüenza por la atadura que lo asfixia.

¿Por qué es importante que recordemos este principio?  Porque Dios no lleva cuentas, ni tiene una paciencia que se va reduciendo con las caídas de sus hijos.  La Sangre del Cordero no va perdiendo su fuerza con los pecados de la humanidad.  Y si en alguna ocasión, amado hermano o hermana que luchas por defender tu pureza, eres seducido por tu carne a caer nuevamente en el pantano, recuerda al pueblo de Juana Díaz en la fiesta de los “Santos Reyes Magos.”

Recuerda que la pureza de Dios, como su misericordia, no excluye a nadie, no deja en la calle a ninguna persona…  ¿Sabes por qué?  Porque para Dios no hay desconocidos.  El nos conoce a todos por nombre.  El nos creó y nos espera en el umbral de su puerta para entregarnos nuevamente Su perdón.

No desfallezcas, amado y amada…  Esto se trata de una carrera de larga duración; un maratón corrido con la fe, que nos llevará a la vida eterna.  Si en algún momento pierdes tu pureza, piensa mejor que no la has perdido irremediablemente; más bien piensa que con esa “pérdida” te aguarda un encuentro con el Señor que te restaura.  Ve.  Pide.  Busca. Llama.  Su misericordia te aguarda para renovar lo que se había dañado, para re-encontrar lo que se había perdido.  ¡Bendita pureza de Dios!  ¡Fuente inagotable y disponible para todo el que esté sediento!  ¿La buscarás cuando más la necesites?  Pido a Dios, postrado ante Su maravillosa presencia, que sí…

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!

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