Pureza Sexual … SU PRISION, POR TU LIBERTAD

Saludos nuevamente a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a las multitudes que pidieran a Barrabás y que dieran muerte a Jesús.  Y respondiendo, el gobernador les dijo: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos respondieron: A Barrabás.   Pilato les dijo: ¿Qué haré entonces con Jesús, llamado el Cristo? Todos dijeron: ¡Sea crucificado! Y Pilato dijo: ¿Por qué? ¿Qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado!  Y viendo Pilato que no conseguía nada, sino que más bien se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: Soy inocente de la sangre de este justo; ¡allá vosotros!  Mateo 27:20-24

¿Jesús o Barrabás?  Si hubiésemos estado allí, en medio de aquella multitud delirante y sedienta de sangre –cuando se comenzó a fraguar la pasión de Cristo y la salvación de la humanidad– ¿a quién habríamos respaldado?  ¿Nos habríamos atrevido a gritar el nombre del Salvador para abogar por El, en su momento más difícil?

La realidad es que la pregunta es tan relevante hoy como hace dos mil años. No estuvimos allí, entre aquella multitud, pero hoy, otra turba alocada pretende arroparnos y asfixiarnos; la verdad es que seguimos gritando a favor de Jesús o Barrabás todos los días de nuestra vida.

Al principio, antes de que llegaran los sacerdotes y ancianos influyentes, la multitud apoyaba a Jesús.  Sin embargo, algo fue cambiando en el ambiente hasta que aquella multitud se viró a favor de Barrabás.  De la misma manera, hoy vivimos en medio de una multitud cambiante que, muchas veces, nos arrastra y presiona a olvidar nuestra pureza y abrazar a la lujuria sexual.

Así, en este mundo tan torcido por una sexualidad alejada de Dios, nos dejamos arrastrar al abismo, donde se practica un sexo sin compromiso, ni responsabilidad; ese que se disfraza de libertino para esconder sus verdaderas cadenas.

Igual que cómo ocurrió con aquella multitud ante Cristo, los agentes de maldad llegaron a nuestra vida con fuerza para persuadirnos de las supuestas “bondades” de la lujuria sexual.  Muchas de estas personas nos han hablado al oído para convencernos, para ir cautivando nuestro corazón.  Ayer, tanto como hoy, se libra una batalla en nuestro ser sobre cuál será el modelo que escogeremos para vivir.

No se trata solamente de escoger a quién seguiremos, sino también a quién le daremos la espalda.  Porque te tengo noticias:  Tendrás que decidir.  La pregunta será lanzada al aire y tu boca tendrá que abrirse para que escojas en medio de la multitud.  ¿Quién habrá de ser libre y quién habrá de morir en tu vida?  Porque si eliges a Barrabás, rechazarás a Jesús en medio de esa multitud que grita sedienta de odio y venganza.

¿Ahora lo entiendes?   Vivir en pureza, apartado de la lujuria sexual, o vivir atado al pecado, trata sobre tus decisiones.  Se trata de elegir entre la vida plena o una muerte segura apartada de Dios; se trata de vivir en libertad o morir en esclavitud.  Y cada día que nos lanzamos a la calle, para respirar en medio de un mundo tóxico, cubierto con la nube espesa de la lujuria sexual, tendremos que escoger entre Cristo y Barrabás, entre una vida pura, o una vida torcida por el sexo que sólo busca el placer carnal y egoísta.

Durante años, muchos de nosotros nos dejamos convencer por los agentes de muerte y por aquella multitud que nos arropó.  Al abrir nuestras bocas, gritamos a favor de Barrabás y pedimos la muerte del Cristo.  Así, vivimos una muerte lenta, donde permitimos que la lujuria sexual se fuera aferrando en nosotros.

Barrabás sembró en nuestro corazón una falsa libertad; una libertad basada en el pecado, en el libertinaje, en el hedonismo que nos pidió satisfacer todo capricho de nuestra carne.  Para muchos de nosotros, esa semilla de Barrabás nos esclavizó a la fantasia sexual, a la pornografía, a la masturbación, al adulterio, a la mentira, a la doble vida e hipocresía aún en medio de la Iglesia.

Muchos de nosotros tratamos de gritar a favor de Cristo, pero los alaridos de una multitud que gritaba a favor de Barrabás apagaron nuestra voz.  Nuestra mente comenzó a jugarnos el juego de la negación.  ¿Estará toda esta gente equivocada cuando la mayoría aboga por la liberación de aquel otro prisionero?  ¿Será que, tal vez, él fue también injustamente encarcelado?  Poco a poco, nos justificamos.  Ante la presión de la mayoría, buscamos pretextos para nuestro cambio de bando.

Poco a poco, vendimos nuestra consciencia y nuestro corazón al mundo torcido de Barrabás; ese mundo que rechaza a Dios e idolatra el pecado sexual.  Poco a poco, comenzamos a parecernos a aquel criminal que se olvidó de la verdad y que desterró a Dios de su vida.  La lujuria sexual plantó una bandera de conquista sobre nuestra vida esclavizada.

La misma boca que primero se abrió para gritar “Jesús, Jesús, Jesús” se abría ahora para enunciar el nombre del criminal, “Barrabàs, Barrabás, Barrabás.” Habíamos cedido, seducidos ante la maldad de aquella multitud que sólo busca la muerte de todo lo puro y verdadero en nosotros.

Pero ahora –en medio de la multitud que grita contigo a favor de Barrabás– estás a tiempo para cambiar tu voto.  Tu consciencia se levantará, inspirada por el Espíritu de Dios para cuestionarte.  Como hizo Pilatos ante los gritos de la gente, seremos cuestionados.  Escucharemos aquella voz interior que nos dira: “¿Pero que ha hecho Él para que lo rechaces?  ¿Que te hace votar a favor de un criminal y en contra del Príncipe de Paz?”

Así, Dios nos dará una última oportunidad para cambiar nuestra afirmación.  Pero si insistimos en abogar por Barrabás, si insistimos en abrir la puerta a la lujuria sexual, el Espíritu de Dios que nos inquietó y cuestionó se apartará de nosotros; se lavará las manos y nos dirá que nada tendrá que ver con nuestra decisión.  Estaremos solos caminando el camino del pecado que nos llevará a la muerte.

Todos los días se levantará la misma pregunta en tu mente:  ¿A quién deseas fuera de la prisión, en tu vida, a Cristo o a Barrabás?  Hoy tienes la oportunidad de elegir a Cristo, a Su pureza, y rechazar, de paso, a la lujuria sexual que sólo quiere tu destrucción.

Y cuando vayas a responder, acalla los gritos del gentío; silencia a la multitud que busca presionarte con las seducciones de este mundo.   Entonces, contesta con el corazón: Contesta con todas tus fuerzas y, al hacerlo, escoge a Cristo.  Porque hoy, realmente, El no te pide que escojas sacarlo o dejarlo en la prisión.  Hoy El te pide que lo escojas como modelo de vida, como el Camino a caminar y que lleva a Su Padre.

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!

PD: Escucha el audio testimonio de Edwin Bello de cómo pudo vencer a la lujuria sexual.  Presiona pureza sexual para acceder.


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