Pureza Sexual … CUANDO LA LUJURIA SEXUAL TE VA DESANGRANDO

Saludos nuevamente a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

“Y una mujer que había tenido flujo de sangre por doce años, y había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía sin provecho alguno, sino que al contrario, había empeorado; cuando oyó hablar de Jesús, se llegó a El por detrás entre la multitud y tocó su manto.  Porque decía: Si tan sólo toco sus ropas, sanaré. Al instante la fuente de su sangre se secó, y sintió en su cuerpo que estaba curada de su aflicción”.  Marcos 5:25-29 

Para muchos de nosotros, esta historia nos toca bien de cerca.  Y al leerla, es como si estuviéramos pasando ante nuestros ojos el álbum de nuestra vida.  Y es que para muchos de los que hemos estado atados a la lujuria sexual, llegar a los pies de Jesús ocurrió a la última hora, cuando los últimos granos de arena se agotaban en nuestro viejo reloj.  Ocurrió cuando todo lo demás había fracasado y cuando el mundo entero nos había desahuciado.

Como un flujo de sangre, el pecado sexual había diezmado nuestras fuerzas hasta convertirnos en seres gravemente enfermos, agonizantes.  Durante muchos años pensamos que ese flujo de sangre se iría, o que este o aquel remedio habría de curarnos.  Pero los años siguieron pasando y la lujuria sexual continuó progresando en nuestro ser.  Así, nos acostumbramos a vivir con nuestra atadura y hasta pensamos que era nuestro destino vivir y morir con ella.

Muchos de nosotros vivimos de esta manera en la iglesia y nos conformamos en tener una doble vida, llena de apariencias superficiales, cuando nuestro flujo de sangre escondido nos mataba lentamente. Nuestra enfermedad se había convertido en inseparable compañera de nuestra vida Cristiana.  El flujo de sangre de nuestra vida inmunda nos postraba y avergonzaba, pero seguíamos creyendo que sólo Dios tenía el Poder para curarnos y libertarnos de esta condición.

Y es que el final desesperado en la historia de esa mujer es el mismo final desesperado en la historia del hombre despedido del trabajo por acceder pornografía desde su oficina; es la historia del hombre casado, expuesto en los periódicos del País por tener una vida homosexual secreta; es la historia del pastor o sacerdote cuya vida se derrumba cuando sus pecados sexuales son descubiertos; es la historia del hombre arrestado y procesado criminalmente por solicitar servicios sexuales en las calles inundadas de prostitución; es la historia del hombre sorprendido por su esposa en el mismo acto de adulterio; es la historia del hombre que sostiene en su mano una sentencia de muerte contra él y su familia, en la forma de un resultado positivo de SIDA…

Ahora, cuando todas nuestras fuerzas y nuestros recursos se han agotado, cuando nuestros supuestos amigos se han dado por vencidos, e incluso, cuando nuestros seres queridos y familiares están igualmente erosionados por nuestras conductas ¿a dónde acudiremos?  Y ahí, la historia de la mujer con el flujo de sangre nos sorprende.  Porque esta mujer se negó a rendirse; se negó a morir. Y cuando nadie más creyó, esta mujer siguió creyendo.  Ahora, mira tu vida retratada en la vida de aquella mujer desahuciada.  ¿Podrás tú creer como ella?  ¿Podrás sacar fuerza en medio de un mundo que ya se rindió contigo y que no ve en ti ninguna esperanza?

Es en estos momentos que Jesús te espera en medio de la calle más abarrotada de esta tierra.  No importa cuántos miles estén allí, Jesús te espera a ti.  Porque El es el Salvador de aquello que estaba sentenciado por la muerte.  El es el Libertador del prisionero que muere lentamente en la celda de sus pecados y que está al borde de rendirse.  El es quien recibe la imposibilidad de nuestras cargas para convertirlas en una oportunidad llena de esperanza.

¿Podrás llegar a El, a pesar de tu flujo de sangre, a pesar del miedo y la vergüenza? Te tengo noticias: Anímate en saber que Jesús te reconocerá en medio de la multitud que lo aprieta.  Sabrá reconocerte aún sin mirar tu rostro, porque El sentirá el toque de tu fe rozando el borde de su manto.  Y allí, en medio de aquella multitud, El sabrá que tú eres como aquella mujer tan débil en su cuerpo, tan agotada en sus sueños, tan rechazada por el mundo, pero tan fuerte en su espíritu…

Hoy es tu día.  Hoy, el flujo de sangre de la lujuria sexual se secará. Hoy, las cadenas se caerán.  Hoy los paños de inmundicia que llevaste atados a tu cuerpo serán arrojados a la basura para siempre… ¡Hoy puedes ser libre si le crees a El!  Porque aunque hayamos dejado a Jesús en el último lugar, para el momento más desolador de nuestra vida, cuando todo estaba perdido, El no te rechazará.  El te recibirá y te levantará con sus brazos de amor para decirte: “La lujuria sexual está derrotada. Tu fe la ha secado para siempre. ¡Eres libre!”

Ven y cree conmigo, amado y amada.  Ven y cree que libertad y victoria sobre la lujuria sexual es un llamado para tu vida.  Ven y cree que no tendrás que vivir más encorvado y cabizbajo, deambulando entre las multitudes en derrota y en vergüenza.

Hoy, el toque transformador de Cristo te aguarda, porque El cambiará tu flujo de sangre más inmunda por el flujo de sangre más pura y santa…  Ese maravilloso e incomparable flujo de sangre que nació de lo alto del Calvario, cuando Mi Señor se hizo fuente viva para salvar a la humanidad moribunda.  Hoy te toca recibir su sanación.  ¡Sólo necesitas extender tu mano y tocarlo!

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!

PD: Escucha el audio testimonio de Edwin Bello de cómo pudo vencer a la lujuria sexual.  Presiona pureza sexual para acceder.



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