Pureza Sexual … LA PUERTA Y EL CAMINO PARA VIVIR EN PUREZA

Saludos nuevamente a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

“Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y amplio es el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. Porque estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.”  Mateo 7:13-14

Hemos caminado y caminado tras los pasos del Maestro.  Bajo el sol candente de poblados entrelazados por caminos polvorientos, nos anima una multitud que –como nosotros– busca anhelante a Jesús.  Y finalmente, podemos verlo y escuchar su voz en la cima de aquel monte…

Aquellas primeras palabras retumbaron en nuestra vida.  Ellas nos recuerdan una clara realidad: Vivir la vida cristiana no se trata de entrar por una puerta estrecha y nada más.  Vivir como Cristo también demanda que recorramos un angosto camino, luego de haber cruzado la estrecha puerta.  Y para el hombre atado a la lujuria sexual, estas palabras están cargadas de dinamita espiritual.  ¿Sabes por qué?  Porque somos expertos en comenzar procesos que habremos de abandonar…

Escapamos del proyecto de nuestra vida vez tras vez, a mitad de obra.  Nos especializamos en tocar puertas que nunca traspasaremos.  Otros, traspasaremos la puerta, pero no daremos ni un paso para enfrentar el camino que ella nos presenta.  Finalmente, otros comenzaremos a caminar y abandonaremos el camino cuando nos demos cuenta que caminarlo es virtualmente imposible con nuestras viejas fuerzas, estilos y propio entendimiento.

Aun cuando muchos de nosotros reconocemos nuestra condición esclavizante y nos atrevemos a pedir ayuda, cuando la ayuda llega, nos paralizamos ante lo enorme del reto.  Esa fue la historia repetida de mi vida.  Por ocho años busqué una elusiva pureza sexual que se me escapaba de las manos.  Siempre pensé que pureza sexual era una meta casi imposible de alcanzar, por culpa del mundo, de esta carne y de las trampas del enemigo.

Al examinarme, pensaba que mis esfuerzos eran aceptables.  La pregunta que siempre rehuía era si estaba realizando el mejor esfuerzo posible para renunciar a la lujuria sexual y vivir una vida pura.  La racionalización y la negación me hacían pensar que mi vida había cambiado de muchas buenas maneras, aunque seguía atada a la impureza.  Es como si un prisionero se sintiera complacido porque le dieron una celda con mejor vista, o le cambiaron sus cadenas por unas más livianas.  Al final, la pregunta que debe inquietarnos es si seguimos aprisionados, si no podemos vivir la libertad que Cristo nos ganó en el Calvario, derramando toda su sangre por nosotros.

Aunque es cierto que el mundo, la carne y el enemigo se combinaron en innumerables ocasiones para sabotearme la pureza, mi mayor enemigo era yo mismo.  Mi actitud conformista con un Cristianismo aguado, anémico y religioso que no quería aspirar a una pureza radical porque tomaba demasiado trabajo y requería una entrega total a Dios.  Sólo cuando estuve dispuesto a bajar a la lujuria sexual del altar secreto de idolatría que tenía en mi corazón y permitir que Dios ocupara todo mi ser fue que la lujuria sexual se fue secando dentro de mi.

Hoy Jesús nos recuerda que traspasar la puerta de un Ministerio, o de una Iglesia, es sólo el comienzo de un proceso; el primer paso de muchos que serán requeridos para correr la carrera y llegar a la meta.  Despertemos a una realidad: No vivimos un Cristianismo “mágico” que nos transformará en hombres puros instantáneamente, con un acto de arrepentimiento, un programa de varios meses y algunas de reuniones.

Hoy tengo noticias para ti: Vivir en pureza sexual toma muchísimo trabajo y esfuerzo.  Más que un camino llano, se asemeja al empinado camino que se sube hacia una colosal montaña.  El hombre que llegó atado a la lujuria sexual y que comienza a vivir frutos de pureza, sabe muy bien que no hay atajos, ni expresos para lograr una vida sexual íntegra.

Las cicatrices en nuestras rodillas hablan por sí mismas: Nos tropezaremos; caeremos al suelo; tragaremos polvo del camino; nos creeremos desfallecer; consideraremos rendirnos y quitarnos, pero la gracia de Dios vendrá a suplirnos las fuerzas que no tenemos.  Sí, caminar el camino angosto retará nuestras fuerzas y nuestro compromiso de rechazar para siempre nuestra vida de pecado. Caminar el camino angosto pelará nuestras rodillas, pero con cada caída, nuestros pies se fortalecerán. Con cada caída, nuestro corazón, aprenderá a despreciar cada vez más el polvo de la impureza sexual.

No caigas en la trampa de aquellos que han mercadeado una vida cristiana llena de complacencia y comodidad.  Cruzar la puerta angosta es ya tremendo reto, pero nunca olvides que es el primero de muchos que Cristo te ofrece.  Si has cruzado esa puerta, ¡te felicitamos!  Pero ahora el segundo reto que el Salvador pone frente a ti no sólo requiere valentía, sino también resistencia.  ¿Caminarás el camino angosto?  ¿O te convertirás en uno de los muchos que cruzaron la puerta estrecha, pero que luego se quitaron del camino más difícil?

Recuerdo la noche en que decidí entrar por aquella puerta.  Era un grupo de pureza sexual para hombres y mujeres que se etiquetaban para siempre con el nombre de “adictos al sexo”.  Ha pasado más de una década desde aquel comienzo. Luego de entrar, entendí que lo más fácil había sido cruzar aquel umbral.  Lo más difícil sería cómo no salir huyendo ante el gigante de la lujuria sexual, que ahora se mostraba con toda su fuerza, con todas sus armas, para mantenerme esclavizado hasta la muerte. He seguido en el camino por trece años. ¿Cómo hacerlo? Poniendo un pie delante del otro. Creyendo que Dios podrá darme la fuerza y el balance para dar un paso más.

Cree conmigo, amado hombre. Cruza la puerta. Pero nunca olvides que el camino angosto te espera. Caminemos juntos hacia la meta de una vida pura para siempre.  Ahí está la verdadera recompensa.

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!

PD: Escucha el audio testimonio de Edwin Bello de cómo pudo vencer a la lujuria sexual.  Presiona pureza sexual para acceder.


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