Pureza Sexual … LAS MENTIRAS DE LA LUJURIA SEXUAL

Saludos nuevamente a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

La lujuria sexual me cautivó con sus mentiras desde que tengo memoria.  Siempre me dijo que yo tendría el control de mis actuaciones sexuales; que nunca traería dolor a mi vida; que siempre me ayudaría a escapar de mis problemas y de mi dolor.  La verdad fue muy diferente.  Pero cuando me di cuenta de que había sido engañado, ya estaba aprisionado, y la lujuria sexual se había convertido en mi carcelera.  Al principio, utilicé al sexo compulsivo como una herramienta para escapar de mi realidad y evitar enfrentar a mis “fantasmas.”  Pero la lujuria sexual es una fiera que nunca podrá ser controlada.  Ella siempre te pedirá más y más, hasta que acabe devorándote.

Al principio, la pornografía y la masturbación me permitieron tener una vida aislada, donde el sexo me anestesiaba, pero me permitía estar en mi propio mundo, alejado de la gente de carne y hueso. Mis amistades estaban en las revistas, en las películas, en las fantasías que llenaban mis vacíos por cortos periodos de tiempo.  Las fantasías sexuales me ayudaban a vivir en un mundo donde me sentía protegido, alejado de gente real que pudiera hacerme daño.

Después, al descubrir los negocios de sexo por dinero, los prostíbulos y las barras de bailarinas, crucé la linea del anonimato y del mundo irreal para poder entrar a ese mundo de perversión donde se mezclaba el sexo con el alcohol para erosionar todas las  inhibiciones.  Ahora, la lujuria sexual me había tirado a la calle, había demandado de mí más peligro y más perdición.  Allí, en ese mundo tan contaminado con todo lo carnal y lo erótico, experimenté la profunda soledad de las personas atadas al sexo.  Sí, estamos solos en medio de la muchedumbre; en medio de tantas personas esclavizadas como nosotros.  Allí veía tantos otros como yo, con los rostros cabizbajos, ensombrecidos, como si la lujuria sexual les hubiera robado las ganas de vivir para todo lo demás que no fuera el sexo y la mentira.

Allí, en ese mundo, vi cómo se mezclan la hipocresía y las apariencias de éxito y alegría con el dolor y el aislamiento que produce la lujuria sexual.  Allí vi a tantos rostros familiares, hombres casados como yo, viviendo dobles vidas, o mejor dicho, vidas rasgadas por la mitad.  Pude ver a los “mejores” profesionales de mi País, viviendo una vida esclavizada, malgastando el dinero de sus hogares, dilapidando el tiempo que deberían estar con sus hijos y sus esposas para buscar episodios de placer con mujeres explotadas y victimizadas por la industria del sexo.  Todos éramos perdedores con una fachada de éxito; todos proclamábamos a los cuatro vientos victorias materiales y profesionales, cuando, en verdad, éramos mendigos; sí, mendigos de corazón y espíritu, con las manos extendidas, buscando una limosna de sexo que apaciguara nuestra hambre y saciara nuestra sed.

Así nos veíamos todas las semanas, en los mismos lugares, en las mismas barras, con el mismo trago en la mano.  Así, la vida se nos derretía entre las manos, como si se tratara de un pedazo de hielo que quisiéramos retener en medio del desierto y nada pudiéramos hacer para evitar que se perdiera.

Hoy miro hacia atrás y me doy cuenta que la lujuria sexual ataca muchas veces al que más se cree que sabe.  ¿Sabes por qué?  Porque la lujuria sexual cuanta con el orgullo, con nuestro inflado ego para engañarnos.  La lujuria sexual busca víctimas que se creen invencibles, intocables, a prueba de fracasos, para hacerles creer que nunca perderán el control en medio de esta locura.  Ese mismo ego, me llevó tantas veces a anteponer mis apetitos por el bienestar de mi familia, de mi esposa y de mis hijos.  Porque en el mundo de la lujuria sexual no existen segundos y terceros lugares.  Sólo existe un lugar para mi carne.  Al final, mi ego, mi egoísmo, me cegó.  Y cuando sólo la gracia de Dios y Su misericordia perdonadora me quitaron las vendas, me di cuenta que la lujuria sexual no había resuelto mis problemas, no había calmado mi dolor, ni me había ayudado a escapar de mi realidad.  Estaba en el mismo lugar donde había empezado.  Mi dolor se había multiplicado y se había repartido a tantas víctimas.  Mis problemas y mi realidad estaban allí, esperándome.

Si estás atado a la lujuria sexual, haz un detente y reflexiona sobre la película de tu vida.  La lujuria sexual te promete placeres, pero ellos siempre acabarán en profundos dolores.  Ella te promete solucionar tus problemas, pero sólo te hará perder el tiempo que necesitas para enfrentarlos y resolverlos.  Ella te dirá que tú siempre tendrás el control, pero la realidad es que ya tiene tu celda preparada.  No le creas los cuentos de ficción a la lujuria mentirosa.  En sus promesas pasajeras sólo hay soledad y heridas para ti y para los tuyos.  Hoy le pido a Dios que te permita ver a la lujuria sexual tal y como es, y que cuando ella venga a proponerte placeres pasajeros a cambio de un dolor inmenso y un camino de destrucción, puedas tener la valentía, el carácter, el compromiso y el amor para decirle “no gracias; conozco tus mentiras”.

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!

PD: Escucha el audio testimonio de Edwin Bello de cómo pudo vencer a la lujuria sexual.  Presiona pureza sexual para acceder.


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