Quieta… por favor


Aunque lo he prometido, sigo fallando. «Este año no me dejaré dominar por la tiranía de lo urgente. No me llenaré de compromisos».

Y de pronto, la agenda se llena. Mi lista de pendientes crece. Todo parece tener prioridad, excepto el secreto de la vida: «estar quieta y conocer a Dios».
¿Lo peor? Racionalizo mi estar ocupada. «Si no lo hago yo, ¿quién? Esto no puede esperar hasta mañana. Más vale hoy».
Reconozco en los demás los peligros de no tener privacidad. En un experimento realizado por John Calhoun, un grupo de ratones, que vivían hacinados en una jaula, murieron. No les faltó agua ni comida, tampoco actividad o salud. Les faltó espacio y tiempo. Privacidad.
A mí no me confina una jaula física, sino emocional. Me encierran los barrotes del compromiso, de la sociedad, de la sociabilidad, de lo urgente, que realmente no es tan importante.
Estáte quieta, me repito. Estáte quieta y conoce quién es Dios. Conoce que Él es Dios. Quietud. Serenidad. Tranquilidad. Aún no lo alcanzo… aún falta mucho… Pero lo deseo, lo anhelo, lo busco….

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