Reseña: Sin lugar para la Soberanía.

Durante las décadas pasadas han surgido ideas nuevas dentro del campo de la teología. Algunas de estas ideas, con mayor o menor grado, han influenciado a muchos teólogos que se ven atraídos, muchas veces, por el simple atributo de la novedad. Algunas de estas ideas son la Nueva Perspectiva de Pablo, la Visión Federal o el Teísmo Abierto. La verdad es que ninguna de estas ideas es tan nueva. De una u otra forma estas teorías ya han sido enseñadas por alguien en la historia de la iglesia. El teísmo abierto, por ejemplo, no es más que la coherentización del viejo arminianismo. Contra este arminianismo de la iglesia actual fue escrito el libro “No place for Sovereignity” [Sin lugar para la Soberanía], que fue publicado por la editora Intervarsity Press en 1996 y es el primer libro del Dr. R. K. McGregor Wright. En portugués, el libro fue publicado por la Editora Cultura Cristã en 1998 con el nombre “A Soberania Banida” y se hizo una segunda edición publicada en 2008. Tristemente, aún no fue publicado en español. El Dr. Wright obtuvo su magister en el Trinity Evangelical Divinity School y un doctorado en el Denver University/Iliff School of Theology. Él junto a su esposa dirigen el Centro de Estudio Aquila y Priscila, un ministerio de enseñanza bíblica y apologética en Tenesse, Estados Unidos.

El libro está dividido en once capítulos, todos ellos relacionados con la teoría del libre albedrío que es definido en el excelente glosario al final del libro como la “idea de que la voluntad humana es libre para actuar independientemente del control divino o causación externa. Los arminianos normalmente la definen como la capacidad de escoger el bien o el mal igualmente.” (p. 244).

El primer capítulo del libro es una excelente explicación histórica acerca de la controversia del libre albedrío. Comenzando por los padres apostólicos, hasta llegar a nuestros días, el autor muestra cual ha sido el pensamiento de la iglesia. Antes de finalizar el capítulo, Wright habla de su caminar hacia un calvinismo consistente y muestra cinco motivos por los cuales las personas creen en la teoría del libre albedrío. Ellas son (1) “Si no tenemos libre albedrío, no somos responsables por nuestras acciones”, (2) “Él es esencial para la imagen de Dios”, (3) La negación del libre albedrío mina tanto el esfuerzo cuanto la moralidad humana”, (4) “La Biblia enseña el libre albedrío” y (5) “El libre albedrío libra a Dios del problema del mal.” Los capítulos siguientes van a mostrar como esos cinco motivos para creer en el libre albedrío están errados.

En el capítulo dos el autor va a dejar en claro que una voluntad libre, como afirman los arminianos no es más responsable que una voluntad esclava porque la responsabilidad no está basada en lo que nosotros decidimos, sino que en lo que Dios decide. El autor define lo que es el libre albedrío libertariano o autónomo, luego muestra como la seguridad de tener libre albedrío es contradictoria con la idea de libre albedrío pues ella necesita de un ser omniciente. También va a mostrar dos casos de calvinismo inconsistente, cargo que levanta contra el teólogo sistemático William G. T. Shedd y el apologeta Francis Schaeffer. Después de hablar sobre la libertad, Wright define lo que es responsabilidad desde un punto de vista filosófico y bíblico. En resumen, somos responsables porque Él es el Creador y nosotros las criaturas, porque Él es el punto de referencia moral para lo que es correcto y lo que es errado, porque tenemos conocimiento de Él, porque el propósito de la creación es la gloria de Dios y somos los encargados de que eso ocurra. Esas cuatro razones no dan lugar a pensar que el hombre es responsable por el hecho de tener libre albedrío.

En el capítulo tres se rechaza la idea de que el libre albedrío es esencial en la imagen de Dios en el hombre. Wright comienza el capítulo describiendo siete interpretaciones acerca de lo que es la naturaleza humana, ellas son: Platón, Freud, Marx, Skinner, Lorenz, Sartre y el cristianismo. Las seis primeras interpretaciones buscan en el propio mundo los principios para entender al hombre, la séptima descansa en la revelación divina pues sólo Dios puede interpretar correctamente su propia creación. Siendo así, el concepto de libertad debe ser entendido a partir de la Escritura, en ella vemos tres cosas que son resumidas como “libertad del cautivo que es recapturado o comprado de vuelta”, “ser espiritualmente libre de influencias religiosas demoniacas e idólatras” y “redención del pecado.” Libertad es un relacionamiento ético y no un atributo ontológico.

El cuarto capítulo se basa en el tercer capítulo de Génesis y la caída, mostrando en el diálogo de Eva con la serpiente que fue el deseo de ser autónoma de Dios lo que la llevó a la desobediencia. Las frases de Dios y de la serpiente, “ciertamente morirás” y “no moriréis” respectivamente, mostraban dos cosmovisiones. La primera implica que Dios determinó todo lo que acontece y la segunda implica que el futuro es una esfera de posibilidad a ser determinada por los seres humanos. Sólo existe la posibilidad de un racionalismo absoluto o un irracionalismo absoluto, no existen puntos medios. Así también sólo existen dos religiones: Calvinismo y arminianismo.

El Evangelio predicado por Charles Spurgeon comparado con las doctrinas enseñadas por los remostrantes es el tema del capítulo cinco. Para Spurgeon, afirma Wright, el centro del Evangelio es que “Dios salva pecadores”.  Es Dios quien soberanamente salva, y no sólo hace posible la salvación, a pecadores que son enemigos del propio Dios. Basado principalmente en un artículo de Frederic Platt el autor muestra el pensamiento remostrante y su estrecha relación con la teología liberal. Continua haciendo una pequeña descripción acerca de los puntos del calvinismo, que serán mejor explicados en los próximos capítulos, y muestra la necesidad de ser coherentes y afirmar todos los puntos o ninguno. Los siguientes cuatro capítulos van a tratar los cinco puntos del TULIP.

En el capítulo seis el autor escribe sobre la Depravación Total y la Elección Incondicional. Según Wright, la búsqueda por un término medio entre el libre albedrío pelagiano y la soberanía de Dios reformada es una característica del arminianismo. Para conseguir establecer ese término medio han recurrido a aceptar términos como misterio, paradoja o antinomia. Pero la verdad es que alguien tiene que estar errado. Dios no puede ser Soberano si el hombre tiene libre albedrío. Para probar la doctrina de la depravación, Wright toma prestada la argumentación en cinco pasos de Steele y Thomas. Ellos muestran que el hombre es depravado porque (1) Desde Adán y Eva todas las personas nacen espiritualmente muertas, (2) por ser caídos, el corazón y la mente natural son pecaminosos e ignorantes, (3) los pecadores son esclavos del pecado, (4) nadie escapa de las tendencias pecaminosas y (5) el hombre no puede reformarse a sí mismo. El autor termina analizando algunos textos bíblicos que hablan acerca de la elección, mostrando que para cualquier cosa que Dios decrete, Él mismo debe decretar también las condiciones para que aquel decreto se cumpla.

El capítulo siete habla de la doctrina de la perseverancia de los santos. Wright introduce el capítulo hablando de la gloria de Dios como la razón última por la cual Él creó todo y esa gloria es manifiesta por medio del cumplimiento de Su plan. La tesis del autor es que las doctrinas arminianas no hacen justicia a los atributos de Dios, los minimizan o tuercen para ser compatibles con una posición extra bíblica. El autor discute el asunto de la regeneración (un acto de Dios) y de la conversión (nuestra respuesta a ese acto de Dios) para luego exponer la argumentación bíblica en favor de la Gracia Irresistible. El decreto de Dios, es afirmado, debe ser irresistible para que exista certeza de que siempre va a ser cumplido. Es eso lo que da el fundamento a la doctrina de la perseverancia de los santos, doctrina con la que se cierra el capítulo después de analizar los textos clave de Juan 10 y Romanos 8:28-39.

El capítulo ocho trata el tema de la expiación eficaz, para lo que comienza escribiendo sobre las teorías al respecto de la Expiación. El autor menciona las teorías del rescate, de la satisfacción, de la substitución penal, de la influencia moral y gubernamental, para luego exponer la enseñanza bíblica reformada y referirse al teólogo John McLeod Campbell quien concluyó que una visión sustitutiva de la expiación debe garantizar la salvación de los sustituídos, pero en lugar de aceptar ese entendimiento Campbell rechazó la teoría y afirmó que Cristo ofreció un arrepentimiento substitutivo perfecto, pero recibió un castigo perfecto substitutivo perfecto. Wright termina el capítulo tres tipos de versículos que enseñan esta doctrina: los que hablan que el propósito de la expiación fue un grupo específico, los que afirman que Cristo aseguró la salvación de ese grupo, y los que afirman que ese grupo era conocido por Dios desde la eternidad.

El capítulo nueve discute la relación entre la noción arminiana del libre albedrío y la interpretación dada a ciertos versículos, los llamados “versículos arminianos” de la Biblia por ellos. La estrategia propuesta por Wright es mostrar que esos versículos no dicen lo que los arminianos creen que dice, aunque eso no signifique que enseñen directamente uno de los puntos del TULIP. El autor analiza el uso bíblico de los términos voluntad, elección humana, órdenes, invitaciones y las versiones que usan la frase “libre albedrío”. Luego muestra que lo que aparenta ser el significado “obvio” del texto, es obvio debido a las presuposiciones y da el ejemplo de dos textos, 2 Pedro 3:9 y 1 Timoteo 2:1-6, que son calificados como “obviamente” arminianos para mostrar que los ellos los interpretan equivocadamente por causa de sus presuposiciones equivocadas.

El décimo capítulo discute el problema del mal, que es la mayor crítica que los arminianos y otros filósofos hacen al determinismo calvinista. El problema se resume básicamente con la siguiente pregunta: ¿Si Dios es omnipotente y es totalmente bueno, por qué existe el mal? Wright afirma que para refutar ese argumento se debería negar la omnipotencia o la bondad de Dios, o la existencia del mal, pero la Biblia habla de las tres ideas. La solución tampoco es alcanzada por el libre albedrío arminiano, al contrario, nos deja en una situación peor mostrando ocho razones por lo que es así. Wright concluye que si Dios hubiese creado seres con libre albedrío también se preguntaría por qué no los creó solamente con la capacidad de hacer lo bueno. La solución que el autor propone es el determinismo bíblico, que explica de la siguiente forma:

Vamos a dejar claramente afirmado aquí que el problema del mal puede ser resuelto de una manera honesta y franca proponiendo que, si Dios decide predestinar o decretar cualquier mal específico, por cualquier propósito que pueda tener, ¿quiénes somos nosotros para discutir con Dios? Sin embargo, no importa cuán aborrecible eso pueda parecer a la mente carnal, Dios es el punto de referencia para todo lo que es bueno, no yo, un pecador. Si ya hubo una aplicación práctica de la oración de Jesús “no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc. 22:42), fue ésta. Lo bueno es bueno porque Dios lo determina así, no porque él se ajusta a mi irrelevante concepción innata de como las cosas deberían ser. Es totalmente fuera de propósito que pueda personalmente preferir que las cosas sean de un modo diferente. (p. 203).

Dios no es responsable porque el pecado ve la luz por medio de las causas secundarias, el hombre es responsable porque Dios es el Creador  y Él puede hacer lo que quiera con su creación, porque el hombre es quien comete el pecado y porque el hombre conoce a Dios.

El capítulo once va a mostrar la relación que existe entre el arminianismo y el teísmo abierto, o más específicamente, al pensamiento de Clark Pinnock. Basicamente, Wright expone aquí el peligro que corren los que aceptan el libre albedrío de ir hacia un camino que rechace o cambie los atributos de Dios, lo que conduce a la idolatría, a creer en otro Dios. La presuposición de la autonomía humana deforma progresivamente cualquier parte o contenido de la cosmovisión bíblica, y por eso debe ser rechazada.

El libro de Wright es un tiro en la cabeza del arminianismo. El autor refuta de forma brillante la lógica y los presupuestos arminianos y presenta una sana interpretación de textos para apoyar la visión reformada. Especialmente provechoso es el capítulo sobre el problema del mal. Probablemente la solución propuesta por Wright es nueva para muchas personas, pero ella ya fue propuesta por teólogos como Gordon H. Clark y Jay Adams. Recomiendo a todos los cristianos que están interesados en defender la fe cristiana que estudien esta solución, así como el método presuposicional de entender nuestra cosmovisión, que es el método adoptado por el autor del libro. La única crítica que puedo presentar al libro, está más relacionada con la edición brasileña, donde el título y el subtítulo pierden la idea expresada en inglés, que se relacionan más directamente con la doctrina del libre albedrío y con la pérdida de importancia y el lugar que la doctrina de la soberanía merece en el pensamiento cristiano.

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