SALMO 119. G. DE QUIÉN VIENE EL CONSEJO

Cuida de tu servidor y viviré
para cumplir tu palabra.
Abré mis ojos y contemplaré
las maravillas de tu ley.
Soy peregrino en la tierra:
no me ocultes tus mandatos.
Mi vida se consume deseando
siempre tus mandamientos.
Amonesta a los malditos soberbios
que se apartan de tus mandatos.
Retira de mí el insulto y el desprecio,
porque guardo tus preceptos.
Aunque los poderosos conspiren contra mí,
tu siervo medita tus órdenes.
También tus preceptos son mi delicia,
son mis consejeros.

Nuestra visión de la vida, de lo correcto e incorrecto, de lo bueno y lo malo, de lo adecuado y lo inadecuado se va formando a lo largo de nuestro peregrinaje. Para formar nuestra cosmovisión bebemos de diferentes fuentes que la van moldeando con el paso del tiempo. No es de extrañar que cualquier persona o grupo con dos dedos de frente, es decir, con un mínimo de visión estratégica, se de cuenta de la importancia de controlar y alimentar las fuentes de donde bebemos.

Hoy, como en tantas otras ocasiones, veo la importancia de que sean los preceptos de Dios quienes me aconsejen, las fuentes de las que bebo para formar mi cosmovisión, mi manera de ver y entender el mundo y, por tanto, mi manera de vivir.

Todos bebemos de fuentes, la cuestión es de cuál bebemos y qué consecuencias tiene para mi vida.

Un principio

La fuente de la que bebes determina la cosmovisión que tienes.

Una oración

El conocimiento de las buenas noticias en Jamaica.


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