SANTIAGO 1:9-11
9 El hermano de condición humilde debe sentirse orgulloso de ser enaltecido por Dios; 10 y el rico de ser humillado. Porque el rico es como la flor de la hierba, que no permanece. 11 Cuando el sol sale y calienta con fuerza, la hierba se seca, su flor se cae y su belleza se pierde. Así también, el rico desaparecerá en medio de sus negocios.
Santiago habla en varias ocasiones a lo largo de su carta, dirigida a las comunidades de seguidores de Jesús, acerca de los pobres y los ricos. En esta primera mención desarrolla la idea de la nueva mentalidad que tanto unos como los otros deben tener.
El de humilde condición, literalmente el pobre, debe verse con ojos y perspectiva diferente a como la sociedad lo ve, lo percibe y lo valora. Dios lo enaltece. En efecto, lo eleva a la condición de hijo suyo, de heredero y coheredero con Cristo de todo lo creado, de todo el universo. El pobre ve dignificada su condición como ser humano porque el mismo Dios lo valora tanto que no ha tenido inconveniente en morir por él.
El rico también debe proceder a un cambio de mente. Debe reconocer la fragilidad y futilidad de confiar en las riquezas que son volátiles y hoy son y mañana desaparecen. El rico debe ser consciente que su dignidad no puede ni debe proceder de sus posesiones y que estas no le hacen más digno ni valioso a los ojos del Señor que el pobre y miserable.
La idea es que en la comunidad de seguidores de Jesús todos son igualados por el hecho de ser aceptados como hijos de Dios y, por tanto, ver en ello la auténtica fuente de su dignidad como seres humanos, no la visión social o las pertenencias o carencia de las mismas.
Un principio
Nuestra dignidad como seres humanos viene dada por nuestra aceptación por parte de Dios.
Una pregunta
¿De dónde procede tu dignidad?
Deja una respuesta